BEAR de John Rebel - Hernando Harb

miércoles, 29 de septiembre de 2010 en 19:39














BEAR

de John Rebel


Traducción: “Oso”

EE.UU., 2010-09-29

Género: Suspenso

Hablada en inglés.

Dirección: John Rebel

Guionistas: Roel Reiné – Ethan Wiley

Producción: Andrew Ackerman – Dickey Beer – Roel Reiné

Música original: Trevor Morris

Montaje: Herman P. Koerts

Dirección artística: Rose Shawhan

Maquillaje: Dijais Erwin

Domador de animales: Scott Handley

Intérpretes: Brendan Michael Coughlin (Nick) – Patrick Scott Lewis (Sam) – Katie Lowes (Christine) – Mary Alexandra Stiefvater (Liz)

En colores.

Filmada en Santa Clarita, California.

Duración original: 93 minutos

Aún no estrenada en la Argentina.


Advertencia: éste no es un filme para los que se emocionaron con las acrobacias de montaje y los espléndidos paisajes del culturoso artesano francés Jean-Jacques Annaud (el de “El amante”, sobre novela de Marguerite Duras) que populariza “El oso”. Tampoco para los adictos de Animal Plannet.

Los que gustan de texturas terroríficas y estallidos de sangre saldrán defraudados, así como los que integran alguna asociación de protección de animales. Ni unos ni otros hallarán motivo de placer o de protesta.

Es un filme para admiradores del buen cine que detectan detrás de la fachada de cine “clase B”. O sea una película hecha con bajo presupuesto (aquí hay sólo cuatro actores sin contar a una pareja gigantesca de osos) y un rodaje al aire libre casi único (marañas de arbustos, desolación en la carretera). El guión limita el tiempo de la acción hasta desarrollarlo en unas horas nocturnas.

Los guionistas presentan a dos parejas viajando en un auto descuidado hacia un centro de recreo: Sam (el hermano mayor) y su mujer Liz, Nick (el menor, al volante) y su amante Christine. Lo previsible: el que maneja decide acortar camino y tomar un atajo. Hasta aquí muchos pensarán que estamos ante la típica película de terror nocturno. Error. La llanta se pincha y hay que cambiarla. Nick -un rockero drogadicto escaso de dinero y de cordura- repara el cacharro, que se niega a retomar la marcha. Habrá que ir caminando en medio de las obvias protestas de Sam (un empresario que atraviesa la amenaza de una quiebra económica). Aquí aparece la figura de una osa que se acerca. Asustado el hermano mayor saca un arma y la mata descargando todas las balas. Y aquí comienza la construcción de un guión inteligente y que se diferencia de los del género del terror trillado.

Sí, aparecerá el oso macho dispuesto a vengarse, y entonces uno recuerda antecedentes similares: “Orca, la ballena asesina” (1977, Michael Anderson). Otra vez error.

Nick insinúa que el animal pertenece a una raza especial que convivió con aborígenes. Su amiga y el matrimonio se burlan. Hasta que surgen detalles imperceptibles de que el oso parece pensar cada una de sus maniobras para castigar a los asesinos de su compañera. Lo increíble es cierto. El animal razona hasta el extremo de arrastrar varios kilómetros a uno de los personajes que fue a buscar ayuda cercana y devolver al interior de lo que quiere como trofeo: el coche. Ni más ni menos.

Los cuatro encerrados en el auto comienzan a ventilar trapos sucios a medida que presienten la presencia de ese especial vengador. Y he aquí lo original imaginado por el dúo Reiné-Wiley y dirigido con astucia por el primerizo John Rebel, un joven neoyorquino que tiene como antecedentes fílmicos el haber sido ayudante de dirección de “Blood” (2004) y asistente de “Sensation” (2002). El oso oficia de elemento catártico en los ánimos de los cuatro únicos personajes de este singular filme.

Sam y Liz demuestran que no son la perfecta pareja matrimonial, todo lo contrario. Nick y Christine entienden que su relación está hecha de complicidad (drogas mediante). Sam y Nick descubren que sus actitudes delatan un revanchismo cruel y una competencia que implica la presencia de un progenitor nada inocente.

Con una sutil banda musical de Trevor Morris y un exacto montaje de Herman Koerts asistimos a una sesión de culpas y traiciones que no aflorarían sin la presencia de ese animal que con sus rugidos parece conocerlos y su venganza incluye que sus prisioneros establezcan una contienda que estalla en revelaciones que sorprenderán al más imaginativo espectador.

La naturaleza toma su revancha. El horror es lo único verdaderamente auténtico: nos obliga a comportarnos tal cual somos, a esconder las buenas maneras y a mostrarnos desprovistos de la vergüenza que siempre disimulan las relaciones sociales.

En suma: un filme imperdible para los aficionados a la “clase B” y a los que intuyen en Rebel a un director que pertenece a la camada de Roger Corman, Francis Ford Coppola (y sus escarceos con Edgar Poe) y hasta de James Cameron (recordar “Pirañas”, un título que nunca falta en la grilla de cable).

Los actores son muy buenos. Patrick Scott Lewis cuenta con una destacada intervención en el turbador “Zodíaco” (2007, David Fincher), y la joven y bonita Katie Lowes integró el elenco de la serie “Los Soprano”. Todos son actores de la televisión norteamericana.

Quien merece una mención especialísima es Scott Handley, el domador del animal, baste notar la humanización de los primeros planos y esa secuencia culminante cuando ese oso huele el auto con la inclemencia triunfal del victimario.


Hernando Harb

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