JULIA de Erick Zonca - Hernando Harb

miércoles, 13 de octubre de 2010 en 14:13





















JULIA

de Erick Zonca



Título original: “Julia”

Francia, Estados Unidos, México, Bélgica, 2008

Género: Drama/Policial/Suspenso

Director: Erick Zonca

Escrita por Erick Zonca y Audie Py

Adaptación: Roger Bohbot y Michael Collins

Hablada en inglés y español

Producción: Bertrans Faivre

Fotografía en colores: Yorick Le Saux

Montaje: Philippe Kotlarsky

Decoración de escenarios: Luis Figueroa

Intérpretes: Tilda Swinton (Julia) – Saul Rubineck (Mitch) – Kate del Castillo (Elena) –Aidan Gould (Tom) – Bruno Bicher (Diego) – Mauricio Moreno (José)

Duración original: 144’

No estrenada en la Argentina

Exhibida en la 58ª competición del Festival de Berlín (Selección oficial)


Es la sexta película del francés Erick Zonca (*), un hombre joven que se maneja con un montaje epiléptico y que no define muy bien el género que van a tener sus historias (la de Julia la escribió él inspirándose en Gloria (1980) de John Cassavetes (1929-1989).

Los veinte primeros minutos son impecables. Con una fotografía esfumada y una música de jazz o de hits de hace una década nos presenta a la dipsómana Julia (una excelente Tilda Swinton) en decadencia estrepitosa: pierde su trabajo, amanece en camas ajenas, la despiden del trabajo y sólo cuenta con la amistad de un ex amante, el monolítico Mitch.

Zonca se maneja muy bien en lugares cerrados, con una cámara acosadora que encierra a la protagonista casi hasta chocarla con las paredes o las barras atendidas por un piadoso barman. La mujer, una cuarentona al borde de la miseria (también económica) decide asistir a un centro de alcohólicos anónimos. Conoce a Elena, una mexicana con traumas mentales que resulta ser su vecina. Se entera que la chica fue abandonada por un marido drogadicto y que su pequeño hijo, Tommy de 8 años (magnífico mocoso Aidan Gould), vive con el abuelo, un magnate texano a punto de morir. Elena le hace una insólita propuesta a la beoda Julia: raptar al chico y exigir dinero como rescate para huir a México.

Julia es tan calculadora después de dos vasos de ginebra como un asesino de poca monta después de acribillar a balazos y decide por su cuenta (con pistola en mano y una careta negra para cubrir su enjuto rostro) cometer el secuestro.

Comienza la parte central del filme, que incluye el secuestro en un campito de Los Ángeles y la posterior persecución policial por el desierto. Aquí el director francés no se define entre el género de suspenso o una arbitraria seguidilla de secuencias semipoliciales. Hasta insinúa una relación emocional entre el pequeño y Julia, quien hace lo posible por manifestar un atisbo de afán maternal. En vano. La Swinton no da en el papel -madre de dos hijos en la vida real, protagonista de siete filmes del inglés Derek Jaram (1942-1994), talentoso realizador homosexual que la eligió por su parecido a las mujeres andróginas de Caravaggio- está más cerca de su consagrada actuación en “Orlando” de Sally Potter que de victimaria arrepentida y mitómana con instintos maternos a flor de piel.

Luego viene el larguísimo epílogo. La raptora y el niño (medio maltrecho por el trato) cruzan en un coche robado la frontera y llegan a una tenebrosa Tijuana, donde son confundidos como turistas adinerados de los EE.UU., y la consecuencia estalla: raptan al chico unos bandoleros dignos de una pandilla de un filme de Sam Peckinpah. La gata cae en su propia trampera, unos felinos le creyeron sus delirios de grandeza vociferados en un barcito -tequila de por medio- y se llevan al desdichado niño. Aquí el galo Zonca se pierde en las callejuelas del pueblucho entre rasguidos de mariachis, pierde unidad el guión y el francés no sabe cómo poner la cámara en medio de multitudes foráneas. El montajista debe de haber recibido órdenes y contraórdenes que descuidaron su labor. Para colmo el trabajo de la protagonista se contagia de tanto despiste y recurre a tics y tartamudeos inconvincentes para hacernos creer que el chico le interesa más que los millones de dólares que pidió al abuelo canceroso.

Hay un explícito homenaje a la “Gloria” de Casavettes, pero es una gota en un charco enorme de confusión y desaciertos. El instinto maternal hasta resulta menos que débil en la escena en que Tommy se deja abrazar por la borracha Julia y le observa en primerísimo plano un seno, escena que roza algo de perverso.

La misma Swinton confirma la mala elección de asumir su rol cuando en una entrevista que le hizo en Berlín Vera von Kreutzbruck, lo define como “una personificación de una mujer y no una mujer”. Clarísimo análisis de una gran actriz acerca de un error de casting y acerca de la incapacidad de un director por transmitir lo que Gena Rowlands comunicaba a la platea empuñando un arma mientras descubre que en el fondo de su violencia vive la ternura.

Julia (que carga con dos crímenes, además del delito de secuestro) termina rumbeando al aeropuerto de Tijuana, a pie, sin plata y lloriqueando no se sabe muy bien si por el futuro que le espera o por el espantoso viaje al que sometió a la criatura.

Zonca peca por indefinición múltiple.


Hernando Harb


(*) Director galo de quien se puede mencionar “Le petit voleur” (“El pequeño ladrón”, 1999) y “La vie rêvée des anges” (1998), un par de películas que a veces transitan por el cable. La segunda posee cierto halo místico que la hace curiosamente interesante.

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