de Norbet Kückelmann
DIE LETZTEN JAHRE DER KINDHEIT
Traducción: Últimos años de infancia
República Federal de Alemania, 1979
Dirección y libro: Norbert Kückelmann
Producción: FFAT, Film- Fernsehproduktionsesellschaft für Autoren-Team mbH, Munich
Fotografía en color: Jürgen Jürgens
Montaje: Jane Seitz
Sonido: Hajo von Zündt
Música: Marcus Urchs
Intérpretes: Gerhard Gündel (Martin) – Dieter Mustaffot – Karl Obermaier – Leopoldine Schwankenkel – Manfred Rendl
Duración: 104 minutos
No estrenado en
El cine alemán es casi un ausente en las pantallas argentinas. Hace poco más de cuatro décadas hubo algunas distribuidoras que comerciaron con filmes germanos de bajo nivel comercial: comedias musicales, dramas sexuales, policiales donde el eje central era la trata de blancas, y hasta se llegó a filmar una coproducción con
El nombre de Norbert Kükelmann era (y lo es) un desconocido entre el público local. Lamentable. Salvo alguna semana dedicada al cine alemán o una exhibición por un día en algún selecto videoclub permitieron un acercamiento a uno de los hombres de cine más importantes de un (por entonces) renovado cine de la entonces República Federal Alemana.
Los ladrillos en la supuesta wall conservaban su prestigio de estandarte mutuo.
Este filme traducible como “Últimos años de infancia”, cuyo argumento original le pertenece, es uno de los más terribles documentos referidos a la infancia marginal en una ciudad. Intenta mostrar hechos alrededor de un niño de 12 años que vive con su familia en un suburbio. Kükelmann utiliza el método gratificante de la exposición sin señalar culpables: éstos, al fin de la proyección, somos todos. La piedad no es suficiente. Claro, para los voyeurs complacientes protegidos por las penumbras y un pañuelo que seca la mirada culposa.
El personaje central y (casi) dominante es el de Martín. Autor de asaltos menores que ingresan a un prontuario que la policía urbana conoce al dedillo. A los 13 años, acompañado por su hermano y algunos integrantes de su banda barrial, asaltan una obra en construcción. Las autoridades lo recluyen en un sórdido reformatorio. Es el principio del periplo de un ladronzuelo que crece (físicamente) para repartir sus días entre médicos apresurados, uniformados del orden sin interés y miembros de juzgados de menores que apenas lo indagan.
“Es un caso difícil” determina una autoridad que lo remite a un centro de terapia especial luego de sus reiterados delitos.
Apenas logra un diálogo amical con un terapeuta que parece calmar ese odio que desarrolla en su interior. “Ellos no son tan malos” parece decirse al calmar sus miedos ante una naciente confianza en los que lo guían con un soplo residual de afecto. Será inútil: los jefes de la sociedad no ven con buenos ojos el compromiso afectivo con un interno.
Lo que sigue es una larga cadena de escapes, internaciones y ausencia de lazos emocionales. La furtiva relación con Susanne, una adolescente de 15 años que huyó de su casa, insinúan que algo parecido a eso que llaman felicidad aparece en su vida justo cuando un autoritario protector de la paz ciudadana le recuerda que acaba de cumplir una edad que lo ha hecho ingresar a lo que se denomina “responsabilidad penal”.
En realidad, Martín es un condenado eterno. Lo intuye; lo sabe; lo admite; lo acepta.
En una escena seca, cortante y fría como una cuchillada que penetra en la piel del espectador arrebujado en su butaca, Martín en la húmeda celda adopta clausurar esa coartada que para él es la vida: se ahorca con un cinturón.
El epílogo del filme muestra a las autoridades patriarcales de una desoladora Munich preocupadas por descubrir de qué modo consiguió el cinturón…
Kückelman escribió su libreto siguiendo paso a paso un caso real: el de Norbert R., quien en 1972 abandonó su vida de carreras, interrogatorios, camastros solitarios y protestas vanas en 1972. Cumplía prisión preventiva en la cárcel de Stadelheim.
El trabajo de Gerhard Gundel es estupendo. Su mirada trasmite agobio, morigerada por suspiros de rebeldía y silencios que se parecen demasiado a la ausencia de respuestas ante tantos interrogatorios vacuos, en los que las preguntas esenciales están ausentes como una caricia (aunque más no sea furtiva) de algún humano.
Notable realización de Norbert Kückelmann (Munich, 1930), confundidor del Kuratorium junger deutscher fil, del cual fue miembro de su comité ejecutivo hasta 1971.
Desconocer a este director confirma que en este mundo sardónicamente apodado globalizado hay talentos (en todas las áreas) dedicados a hacer de este mundo algo mejor habitable, pero que la ambición por lo material, la cobardía por no defender a los débiles atacados injustamente y la cobardía que (suponemos) protege lo que llamamos nuestro han triunfado.
Tal vez no sea muy tarde. Aunque más no sea para buscar la realización de un creador.
HERNANDO HARB
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