ANITA de MARCOS CARNEVALE - Hernando Harb

jueves, 15 de julio de 2010 en 17:18















ANITA

Argentina 2009

Género: Drama

Director: Marcos Carnevale

Guión original: Marcos Carnevale y Marcela Guerty

Música original de Lito Vitale

Intérpretes: Alejandra Manzo (Anita) –Norma Aleandro (Madre de Anita) – Luis LuqueLeonor MansoPeto Menahem

Fecha de estreno en la Argentina: 27 de agosto de 2009

Duración: 104’

Calificación: Apta para mayores de 13 años


El 18 de julio de 1994 (*) fue una fecha trágica: la sede de la mutual judía AMIA, sita en pleno centro de Buenos Aires, fue objeto del atentado más terrible sufrido en nuestro país. Aún no ha quedado completamente esclarecido el terrible episodio: los responsables andan sueltos, esparcidos en el mundo diseminando su odio ancestral en tanto la Justicia argentina mantiene una deuda con una sociedad que observa a sus gobernantes entre absorta y estremecida homenajeando a las víctimas (murieron 85 personas) cada año a la espera.

El cine de nuestro país sólo en dos oportunidades se asomó a rememorar el episodio. La primera ocasión fue un filme dividido en diez episodios rodando por otros tantos directores, conocido como “18-J” y estrenado en el 2004. Su calidad –como suele ocurrir con películas de episodios- fue irregular.

La segunda oportunidad se llamó “Anita” (2010) y la contundencia del recuerdo se reflejó con la emoción que nace de la sinceridad de los objetivos de un hombre joven como Marcos Carnevale, iniciado en la publicidad fundó su productora en 1991: Millecento Cinema, para la que llevó a cabo más de trescientos trabajos publicitarios. Luego de incursionar en el teatro y en la TV (en este sector logró sonoros éxitos comerciales) debuta en 1961 en el cine. Si bien su primer largo “Noche de rodonda” y el segundo , una coproducción con los españoles, “Almejas y mejillones”, fueron semifrustraciones, las siguientes (en especial “Tocar el cielo”, otra coproducción con España) le dieron prestigio y réditos apreciables. Pero sería “Anita” la que confirmaría sus dotes de imaginativo artista. Una incursión que iba más allá del núcleo argumental política y socialmente trasladado a la pantalla.

El periplo que vive su protagonista, una chica con síndrome de Down, que da nombre al filme permite delatar las cotidianas formas del racismo que crecen en una ciudad conviviendo con la caridad y el afecto.

Anita es una chica perdida en Buenos Aires, acaba de perder a su madre en el atentado de la AMIA, ella no lo sabe, es más, no entiende lo que ha pasado luego del “sismo” del que, asustada, se ve obligada a perderse en los laberintos de un damero habitada por prójimos diversos.

Durante la media hora inicial se topará con la momentánea protección de un hombre algo marginado, se cruzará con un aborigen boliviano que toca su música en la vía pública y hasta llegará a trabajar en un mercado de orientales. No sólo el antisemitismo es una forma degradada de las actitudes de tantos hombres. Y eso Carnevale lo presenta con una delicadeza que no es resignación, con una pátina de ternura mezlada con el dolor intencionalidad a la que no es ajena la música de Lito Vitale). Anita (gran labor de la debutante Alejandra Manzo) convive en la primera mitad del relato (la mejor del filme) con una galería de seres identificables en nuestra Buenos Aires de todos los días.

En el segundo tramo el guión compartido con Marcela Guerty se desliza por los peligros de la sensiblería y del maniqueísmo, sobrellevados por la actuación de Leonor Manso. No obstante hasta este momento los logros sumados han sido varios.

Pero es suficiente como para despertar algún letargo y recordar que la memoria no es una palabra desgastada por los discursos, las apresuradas homilías y el partidismo transitorio.

“Anita”, subtitulada La vida puede cambiar en un instante, obra de recordatorio. También subraya el interés del cine argentina por no evitar el compromiso ahogado por la nostalgia y el oportunismo.

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(*) Este año -2010- el recordatorio del atentado de la AMIA se realizará el viernes de 18 frente a la sede de la calle Pasteur, a partir de las 9.53, hora en que los relojes de muchos se detuvieron un día de 1994. La anticipación obedece a la presencia del juez Baltasar Garzón, un invitado especial para un acto imprescindible y no convertir ciertos años en clepsidras que deslizan sus arenas con el automatismo de la injusticia instalada peligrosamente en tiempos mejorables.

ENCUENTRO EXPLOSIVO de James Mangold - HERNANDO HARB

en 17:09











ENCUENTRO EXPLOSIVO

Título original: “Night and Day”

Estados Unidos, 2010

Género: Acción

Hablada en inglés

Dirección: James Mangold

Guión original: James Mangold y otros

Productor ejecutivo: Joe Roth

Productores: Todd Garner, Cathy Honrad, Steve Pink

Distribuidora: Twenthieh Century Fox y Regency Enterprises

Música: John Powell

Montaje: Michael McCusker

Fotografía en colores: Phedon Papamichael

Intérpretes: Tom Cruise (Roy Millar) – Cameron Diaz (June Havens) – Peter Sarsgaard –Viola Davis

Fecha de estreno en la Argentina: 15 de julio de 2010

Duración: 108’

Calificación: Sólo para mayores de 13 años


Escenario: aeropuerto concurrido y muchas cámaras observando. Roy Millar observa con atención soldaditos de una juguetería (no por azar). June Havens arrastra una pesada valija. Ambos van a tomar un avión rumbo a Boston. Él no se sabe, por el momento, con qué motivo. Ella, asistir al casamiento de su hermana y, de paso, regalarle a su padre unas piezas de motores. Se chocan en varias ocasiones (no por casualidad). Él es Tom Cruise (por lo tanto tiene aspecto de espía de EE.UU.). Ella, una chica norteamericana de clase media (tonta).

El espectador no se sabe por qué viajan de Wichita a Boston. Los vemos ascender a un Boeing 727. La rubia en tanto se arregla en el toilette para seducirlo, él mata a todos los pasajeros del avión que lo atacaban con furia casi oriental (lo juro por los hermanos Lumière).

La chica ni se da cuenta que está rodeada de cadáveres (incluidos los pilotos) y se decide a besarlo. El galán misterio, impasible, le informa de la situación. Es lógico: la rubia se asusta. Pero él hace descender el moderno avión en un maizal por caprichos del guión (lo juro por Paddy Chayefsky). Mientras la banda sonora aturde con algo parecido a música internacional compuesta para filmes de acción (lo juro por John Williams) comienza una serie de correrías inexplicables por una Boston tan solitaria como el desierto de Alabama, y en cuyos túneles despanzurra a perseguidores que manejan autos lujosos que chocan con otros no menos ostentosos y hasta el galán remedando sus misiones imposibles hace acrobacias sobre el capote con una velocidad indigna de un aspirante a montajista (lo juro por Sergei M. Eisenstein y la escena de la escalera en “El acorazado Potemkin”).

Nada importa que sea coherente. Ella, rehén de él, van de Boston a Austria, de Austria a un islote tan chico que apenas caben los dos pero, eso sí, el muchacho se encarga de cocinar pescados a la parrilla. La droga (por segunda vez) y la traslada a Boston en un helicóptero. Violando todos los principios del buen cine de suspenso (lo juro por don Alfred) son secuestrados y vaya a saber cómo el joven espía logra que se liberen y corran por obra y gracia del sortilegio de los fundidos que permite el cine y hasta aparecen en plena feria de San Fermín para ser corridos por los toros hasta la mismísima plaza circular atestada de gente. Eso sí, él maneja una moto y ella (sentada al revés, provista de dos pequeñas pero certeras metralletas) mata a unos cuantos (total, van ya más de cincuenta los que han sido despedidos al más allá por Cruise y su rápida discípula en tiro (lo juro por John Woo). En la trama resulta que la culpa la tiene una batería peligrosa inventada por un joven con aspecto y actitudes de nerd de series estadounidenses dignas de verse al atardecer comiendo papas fritas y una gaseosa energizante.

Lo lamentable es que en medio de este pastiche está Peter Sarsgaard (el mismo de tantas buenas películas, por ejemplo la candidata al Oscar del año pasado “Enseñanza de vida”). Sólo sus necesidades económicas explican su intervención.

En cuanto a Cameron Diaz sólo puede decirse que cumple su itinerario con rostro desorientado, con mirada aturdida y sin saber en qué empresa la metió James Goldman (en cuya filmografía figura la segunda versión de “El tren de las 3:10”). Es una lástima (lo juro por la sonrisa de Cameron).

En fin, para que a uno le crean lo mala que esta película hay que recurrir a los dioses del Olimpo del Cine y jurar por ellos. Ojalá sean capaces de perdonar tanta ignorancia fílmica.


Hernando Harb

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