EL HOMBRE DE AL LADO
EL HOMBRE DE AL LADO
Argentina, 2009
Género: Dramática
Dirección: Mariano Cohn & Gastón Duprat
Producción: Fernando Sokolowicz
Guión original: Andrés Dupat
Asistente de dirección: Diego Bliffeld
Fotografía en colores: Gastón Duprat – Mariano Cohn
Camarógrafa y Montaje: Jerónimo Carranza
Música: Sergio Pángaro
Dirección artística: Lola Llaneza
Intérpretes: Rafael Spregelburd (Leonardo) – Daniel Aráoz (Víctor) – Eugenia Alonso – Inés Budassi – Juan Cruz Bordeu
Filmada en
Duración original: 110 minutos (1)
Fecha de estreno en
Calificación: Sólo para mayores de 13 años
Magnífica película la de Mariano Cohn y Gastón Duprat, responsables también de la fotografía, sobre un relato original (en el amplio significado de la palabra) de Andrés Duprat .
Exhibida en algunos certámenes de cine y elogiada por la crítica local, la historia parece sencilla (o sea, no simple) y se remite a un problema edilicio entre dos hombres que viven en
Leonardo es un petulante, diseñador de muebles modernísimos, un envidioso de sus alumnos que lo supera en creatividad, vanidoso, capaz de elogiar el horrible trabajo de otra discípula con tal de tener una aventura en tanto la histérica de su esposa y la autista de su hija Lola están de viaje. Él, su menopáusica mujer y la adolescente descendiente habitan el luminoso edificio creado por Le Corbussier (6 de octubre 1887- 27 de agosto de 1995), único sello del famoso artista que se construyó en
Víctor es “el otro” personaje. Es el “vecino de al alado” que abre una ventana que da a uno de sus enormes ventanales de la famosa casa visitada y fotografiada por turistas que habita el anteojudo arribista. Es su opuesto, en cierto modo. Nunca conoceremos el interior de su vivienda. Su deseo mayor, por el momento, es mandar a hacer esa pequeña ventana (yan antiestética y peligrosamente “voyeurista”) que le permitirá disfrutar de “unos rayitos de sol”.
A los dos los desune esas diferencias establecidas por la cultura impuesta por un sistema determinado. Víctor admira “el exterior” de Leonardo. Leonardo se burla el que ofrece Víctor. Son dos clases de tipos parecidos en sus pretensiones: las apariencias significan mucho. El “inculto” Víctor lucha por crear “su agujero lumínico mínimo” que el “prestigioso” Leonardo le niega de todas las formas posibles.
Es el enfrentamiento de dos mundos que de algún modo se entrelazan. El “vecino” admira al hombre que se codea con gente de un medio social diferente del suyo, ejercerá la lógica mimetización que una relación como ésta provoca, y uno tomará “algo” del “otro”, y viceversa. Es una consecuencia inevitable en la relación entre dos hombres bien diferenciados que se vinculan demasiado.
Es el abecé de la psicología. Es lo (i)lógica interrelación compartida.
Leonardo se asombra de que su “enemigo” defienda por amor a su viejo tío, a quien cuida por padecer de Alzheimer. Claro, él no puede ni darle un beso a esa hija escudada en sus audífonos y saltando en una cuerda. Es más, defiende “su estética mobiliaria” y ni necesita mantener una conversación con su cónyuge.
Víctor lo invita a su camioneta a conversar su problema de la ausencia de “unos rayitos de sol”, lo invita a matear y le habla lo poco que puede decir de su rutinaria vida.
Leonardo se reunirá con unos amigos a almorzar y criticar al “increíble” vecino, que frasea sin pronunciar las eses finales, que usa el lunfardo, que desconoce “lo bienudo” que significan los divanes minujinescos ,
Pero que le sirven la yerba en un mate que tiene senos de mujer y que se venden como “recuerdos playeros en San Bernardo”.
Cohn & DuPont radiografían a dos argentinos con la habilidad de los que están dispuestos a que los que viven en Buenos Aires se reflejan en espejos auténticos, no los que abundan en los circos y que reflejan cuerpos deformados para mostarnos que no podemos ser así, que somos los mejores del mundo, y que “la otredad” nos divide como corresponde.
Yo no es lo mismo que ése.
“Mí” mundo no es el de “aquél”.
“El señor Leonardo” no es el “vecino de la otra casa tipo conventillo”.
Pero el juego que plantea el guionista cómplice del estupendo dúo de directores, Andrés Duprat, sabe que en algún punto de la convivencia estos “opuestos” comparten una realidad que nos envuelve a todos. Esa realidad que estalla al final, cuando la mentada “inseguridad” irrumpe y, de pronto, “uno” –no digamos quién- defiende los valores queridos por “el otro” –no soplemos quién- para demostrarnos què complejos podemos ser los humanos por separarnos por creaciones culturales (estilos pasajeros, palabras “a la moda”, el dinero que puede comprar al mismo Sol) y no acercarnos más. Para saber que somos todos nacidos del mismo “palo”. Lo que viene por añadidura son los disfraces que nos separan hasta no distinguir lo parecidos que somos. Y sí, como astillitas de ese “palo”.
(1) En Estados Unidos se exhibió con una duración de
HERNANDO HARB
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