GABRIEL
de Shane Abbes
de Shane Abbes
LEJOS DE LA GRACIA/ LA LUCHA ENTRE EL BIEN Y EL MAL Título original: Gabriel Origen: Australia, 2007 Género: Drama Hablada en inglés Dirección y Producción: Shane Abbess Guión: Shane Abbess y Matt Hylton Todd Libreto: Matt Hylton Todd Música:Brian Cachia Fotografía: Peter Holland Montaje: Adrian Rostirolla Intérpretes: Andy Whitfield (Gabriel) – Dwaine Stevenson (Sammael) – Samantha Noble (Jade/Amitiel) – Michael Piccirilli (Asmodeus) – Jack Campbell (Raphael) – Erika Heynatz (Lilith) – Valentino del Toro (Baliel) Duración original: 109’ Duración en el DVD en la Argentina: 108’ No estrenada en la Argentina Calificación: Sólo para mayores de 16 años, con reservas.
Difícil, complejo y osado debut como realizador el de Shane Abbess. Es un magnífico filme que contó con su portentosa imaginación (en el encuadre, en las tomas que no exceden los dos minutos de duración, en el juego de plano-contraplano magnético que delata una gran escuela), con una fotografía de Peter Holland creativa (los cambios de color de los ojos de los personajes según sus cambios de ánimo, el color blanco/negro y sepia para los instantes en que los protagonistas pierden fuerza y se vuelven humanos –los Caídos- en una ciudad simbólica asqueante bajo una lluvia purificadora que intenta apagar el humo), con un montaje de Adrian Rostirolla (con cuadros de menos de un segundo de duración que combina la amenaza de una daga con el recorrido de una bala que llega a ser superada por el vuelo de un ángel, y otras maravillas que dejan boquiabiertos a los más expertos espectadores) y con una música de Brian Cachia, cuya banda de solos místicos convive con tambores de guerras bajo un cielo en el que las estrellas son bolas de fuego frío o cruces que parecen latir la lucha allí abajo, donde los humanos han olvidado el poder del amor y sólo conviven con el temor a un Dios castigador. En suma: una acrobacia fílmica. No falta la acción, la complejidad mística, el agnosticismo derrotado y hasta el triunfo de un Dios insaciable que no da razones para tanta lucha en apariencia inútil.. Un ejemplo impecable: la violencia compite con la ternura en un montaje paralelo para explicar los celos de un Arc (ángel) perverso (Sammael) con la escena de sexo entre dos Arcs (la bella Amitiel y su redentor, Gabriel, presto a reclamarle a la Divinidad el porqué de la pérdida de la Gracia y la convivencia del Mal y el Bien un solo cuerpo. “¿Cuál es tu finalidad?” – le indaga a Dios el rebelde “Cuál es tu propuesta? Acabo de recibir la ayuda amorosa de mi enemigo mayor, Sammael, que es el compañero Miguel dominado por el Mal, y me dejas solitario, sin fuerzas, ni ánimo”. La respuesta es un silencio bergmaniano que espantanta. La decisión del sublime Arc no es otra que la de dejarse caer desde un rascacielos con los brazos en cruz, mirando ese cielo que ya nadie contempla en el hediondo pozo en que se ha convertido la tierra. “Me entrego a los Caídos –los humanos- y espero que envíes otra legión de ángeles para salvar a esta ciudad abandonada, repleta de prostitución, drogas, ambiciones, corrupción general” significa esa Caída larga que el montaje ordenado por el debutante Abbess interrumpe con la mirada de una mujer salvada y el cielo iluminado de amarillo (el color que domina las escenas terrestres dominadas por la lucha cruenta de los habitantes del Purgatorio). Es interesante resaltar el uso de los colores: el amarillo lleno de luz del crepúsculo optimista y el amarillo sucio, cargado de manchas, que predomina en la noche eterna en que se desarrolla este guión magnífico que tiene antecedentes en la escuela alemana o en el virtuosismo fantástico del gran Ingmar Bergman. Suponer que es el argumento se remite a siete angeles enviados por Dios, el Desconocido, para exterminar a los siete rivales alados que han pervertido lo creado es simplicar esta excelente obra. Cuyo estreno es de esperar se concrete pronto en nuestro país. Las actuaciones están al nivel requerido: un Andy Whitifield excelente en su hermoso sobreviviente que se deja llevar por la oscuridad de la mirada para apagar los reflejos que surgen de sus ojos y dejar al descubierto los tatuajes simbólicos de su en su cuerpo; el pervertido Asmodeus halla en Michael Piccirellio una empatía perefecta; y los delirios que culminan en amor del Mal son ilustrados a la perfección en el Sammael de Dwaine Stevenson. En suma: fuera de prejuicios y creencia “Gabriel” es un filme que anuncia una prometedora carrera a Shane Abbes.
HERNANDO HARB
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