ADMIRAL
de Andrey Kravchuck
Traducción al español: “El Almirante”
Rusia 2008/9
Hablada en ruso y francés
Género: Histórico/Romántico
Dirección: Andrey Kravchuck
Guionistas: Zoya Kudrya – Vladimir Valutsky
Fotografía en technicolor
Intérpretes: Liza Boyarskay (Ana) – Konstantin Khabensy (Alexander) – Sergei Bezrukov (Gral Kappel) – Richard Bohringer (Gral. Zhannen) –Viktor Verzhbitskiy (Kerenskiy) –Nikolai Burlayev (Nicolás II)
Estrenada en Rusia: 9 de octubre de 2008
No estrenada en la Argentina
Duración original: 124’
Distribuida en la Argentina en DVD: Enero de 2009
Duración del DVD: 98’
Calificación: Sólo para mayores de 15 años
El cine, era inevitable, también se globalizó. Lo demuestran unas cuantas películas policiales distribuidas en video con persecuciones, tiroteos, malos y buenos vigilantes del orden, antihéroes reivindicatorios y demás arquetipicidades.
Este filme está basado en la vida del marino Alexander Kolchack (1874-1920) desde su triunfo contra los alemanes hasta su tenaz lucha contra los bolcheviques con el objetivo de restaurar el Estado Ruso. De su vida anterior no se dan datos.
Es una auténtica superproducción (se invirtieron casi 20 millones de dólares, demostrables en la fastuosidad de interiores y en la cantidad de extras en las escenas en Siberia), dio origen a una serie televisiva de éxito mayor al alcanzado por el filme en su país de origen.
Para el espectador occidental hay que aclararle que se trata de un filme promilitarista (no hay un civil elogiado a lo largo de la extensa trama), antibolchevique (o es más, contrario a la Revolución Rusa) y con un maniqueísmo en la descripción de los personajes excesivo. Se podría decir que parece un “Doctor Zhivago” (1965, del admirable David Lean) que, es casi seguro, hubiera mortificado al escritor Boris Pasternak. Laureado con el Nobel de Literatura.
Claro, Andrey Kravchuck no merece comparárselo con el director inglés, es apenas un discreto acatador de órdenes de la Mosfilm que tiene en su filmografía apenas un título como “El pequeño Vanya” (2005), un clásico catálogo de penurias infantiles con mucha nieve a la que son afectos los rusos.
La acción de “Admiral” se inicia con una minuciosa descripción de una nave rusa al mando de Kolchack combatiendo a los alemanes, quienes está a punto de vencer sino fuera por una mina que le estalla en el momento justo, previos rezos de la tripulación rusa. De paso aclaremos que el filme es marcadamente católico, hasta hay menciones de versículos completos, referencias a santos y casi todos, desde el Nicolás II hasta el marinero más infortunado se persignan.
El héroe ascenderá a almirante por su vehemente lucha contra los invasores y luego será elegido Gobernante Supremo del Estado Ruso, en la ciudad libre de Omsk, luego de la revolución de octubre.
Paralelamente se nos contarán sus desventuras amorosas con la hermosa Ana. Ambos son casados, menos mal que sus respectivos cónyuges son comprensivos y comprenden la situación sentimental que nunca se concreta (al menos ante las cámaras, y nunca se pasa de un besamanos salvo un beso en los labios interrumpido por una estampida de los insurgentes revolucionarios).
Los franceses y checos no quedan bien parados. Al menos se los ve diplomáticamente titubeantes. En especial el general Janin, un flacucho francés que transcurre su vida en meditaciones acerca de si debe proceder a ayudar o retornar a su lugar de origen. Los rebeldes contra el imperio zarista son absolutamente malos, y lo demuestran en una escena –eso sí, cinematográficamente muy bien resuelta- donde matan a militares de toda graduación y los dejan como pájaros negros tendidos en un manto de inmensa blancura como estupendo contraste fotográfico, hay que reconocerlo con disculpas de las ideologías-. Las mujeres rusas que se ven este “Admiral” son sufridas esposas de uniformados. A excepción de Ana, la enamorada fiel del heroico Alexander, que se alista como enfermera de la Cruz Roja para seguir de cerca la campaña combativa de su amado. De pobres gentes, ni sus sombras. Hay, es verdad, una turba dispuesta a huir hacia donde sea con tal de no caer en las garras de los revolucionarios.
Seamos claros, quien escribe estas líneas es un reconocedor de las injusticias cometidas a partir de 1917 y de los manejos maquiavélicos que torcieron el rumbo de la Revolución Rusa,
pero eso no admite negar la extrema subjetividad de los guionistas y productores de esta megaproducción que luego fue trasladada como seria a la televisión rusa y adláteres.
Lo rescatable del filme es su extremadamente bella fotografía, la esplendidez del vestuario (digno de algún filme de King Vidor) y la actuación de Konstantin Khabensy, quien -es evidente- se esfuerza por mantener un equilibrio para no caer en la figura del héroe de cine en tridimensional.
Como curiosidad está el prólogo de la película, ubicado en 1965, donde conversan el director de la película y sus técnicos con los actores vestidos con sus trajes de época. La intención reside en la presencia de una supuesta Ana observando el rodaje de su odisea romántica con el almirante. Dos enormes ojos contemplan los pormenores de la filmación, y se reiteran al cierre, en una escena donde el vals y el romanticismo tienen algún viso modesto recogido de una página de Tolstoi.
Párrafo aparte merece la caracterización de Kerenskiy (el actor Viktor Verzhbitskycasting) y el esforzado misticismo que demuestra Nikolai Burlayek es un error de para su breve aparición como Nicolás II. Seguro que no son merecedores de la bendición de la crítica.
Hernando Harb
0 comentarios