THE QUIET
De Jamie Babbit
Los Deer, una familia de Austin, California, clase media acomodada. El relato penetra en la intimidad a través del relato interior en off de Dot, una ahijada recientemente huérfana adoptada por los prolijos integrantes de este tinglado estadounidense.
Paul, el padre es un arquitecto que atiende a su esposa, Olivia, una mujer que sufre de los nervios y sobrevive empastillada con los remedios que su cónyuge le compra puntualmente. Nina, la única hija, es una discreta alumna, porrista del equipo de básquet del colegio.
En el medio está Dot, una sordomuda que en medio de la multitud se siempre invisible. “Lo terrible de mi invisibilidad es que nadie me percibe, pero yo noto las presencias de los demás”, medita.
Cada personaje esconde un secreto, a veces lo comparte en silencio con otro, pero cohabitan usando la mentira como escudo o para soportar una vida disfuncional que las apariencias protegen.
Dot es una especie de falsa nerd, conocedora de lo que esconden los Deer, toca a solas sonatas de Beethoven que su padre (cuyas cenizas guarda en un cofre) le ha enseñado mediante un método no precisamente tradicional) y soporta las confidencias de los que la rodean leyendo los labios. Sabe de la violencia de Nina y sus deseos criminales, las intimidades de Connor, un joven virgen compañero de las clases de biología, las feroces autocríticas de Paul al borde de su lecho, la adicción a los somníferos de Olivia, las extravagancias de la obesa Fiona… Es su mutismo que la convierte en una confesora que la convertirá en el detonante de la tragedia elaborada por los muy jóvenes guionistas Nazemian y Scraft con habilidad y audacia, quienes optaron por cercenar algunas facetas clave de algún personaje menor (el lesbianismo no asumido por Fiona, por ejemplo) para no cargar las tintas del drama que huye del folletín pero que no puede evadir los peligros del thriller.
Si bien el espectador va descubriendo paulatinamente las sorpresas que le depara el relato no es honesto anticiparlas para que “The Quiet” (“La invisible”) no deje de ser un estimable filme psicológico que, al fin de cuentas, su mayor objetivo es mostrar el angustioso periplo de dos muchachas que necesitan liberarse de la disfuncionalidad paterna que ambas soportan en un clímax de amor-odio.
La actuación es óptima. Camilla Belle fue seleccionada a través de un exigente casting comandado por la directora televisiva Jamie Babbit . Compone a una sordomuda con matices exactos y en el desenlace lo ilógico se vuelve explicable. Edie Falco es una señora Deer exacta (sus ojos entrecerrados, sus silencios, los ruegos lastimosos en el lecho matrimonial no requieren ni de exageraciones ni de mayores primeros planos). Un párrafo para Shawn Ashmore, un jovenzuelo que usa a Dot para poder hablar sus desvaríos (supuestos) de adicto sexual y de sus múltiple onanismo.
En definitiva: un elaborado drama, fotografiado con luz natural (la luz de la luna, el sol penetrando enormes ventanales) para compensar la técnica digital para trasmitir penumbras escenográficas que son las culposas oscuridades que el alma humana intenta no compartir con la del próximo por temor a descubrirse tal cual es.
Hernando Harb
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