CHLOE
de Atom Egoyen
Título original: “Chloe”
Género: Drama/Thriller
Origen: Canadá – EE.UU. – Francia. 2009
Hablada en inglés.
Director:Atom Egoyen
Guionista: Erin Cressida Wilson
Idea original: Anne Fontaine
Intérpretes: Julianne Moore (Catherine) – Liam Neeson (David) –Amanda Seyfried (Chloe) –Max Thieriot (Michael)
Filme en colores rodado en Toronto, Canadá
Fecha de estreno en
Duración original: 110 minutos
Duración en
Calificación: Sólo para mayores de 16 años
Al paso (apresurado) en que se vive (no sólo en materia de cine), las remakes se van a filmar de mes tras mes con impunidad acatada por los intereses económicos del mercado y de las exigencias populares (en segundo término).
Lo demuestra esta coproducción guionada más o menos libremente por la astuta pluma de Erin Cressida Wilson sobre la base de un erótico libreto de la feminista Anne Fontaine. El original se tituló “Nathalie X” y la protagonizaba el obeso Gérard Depardieu compartido por las muy bellas Fanny Ardant y Emmanuelle Béart. El original tuvo un relativo éxito lo que, al parecer, no amedrentó al egipcio Atom Egoyen –confundido por algunos críticos apresurados como canadiense-, quien se abocó a hacer una remake del erótico filme francés realizado en el 2003, condimentándolo con alguna escena de altísimo voltaje sexual y con diálogos aligerados en la traducción al español, pero que son dignos de confidencias susurradas en algún rincón de un barcito entre señoras insatisfechas y curiosas de loas inquietudes masculinas más íntimas.
El libreto de marras proponía las sospechas de infidelidad atribuidas a un marido. Para conocer los supuestos adulterios del cónyuge (profesor de música) con sus alumnas no recurre a un detective, a la manera tradicional, sino a una prostituta rubia, muy joven y con aires de ingenua, cuyo oficio observa desplegar desde la ventana de su consultorio de dentista. En fin, distintas labores en la misma área barrial de una nevada y hermosa Toronto.
Ambas mujeres inician una conversación en la toilette de un restorán –lo que hace sospechoso el ámbito elegido, por razones que el buen sentido indicarían- y Catherine, la ginecologa, contrata los servicio de la chica de exótico nombre que da origen al nombre del filme. La finalidad: comprobar que si su marido es fácilmente infiel y después conocer hasta los menores detalles de los encuentros. Dinero de por medios -entregado en discretos sobres-, Chloe emprende su labor y se la relata a la menopáusica profesional con lujo de detalles.
Lo que parece un trillado triángulo se convierte en un drama de giro inesperado: la atracción entre las mujeres es casi inmediata. Y de algún modo el relato intenta plantear de qué modo las seducciones pueden provocar pasiones que traducidas serían algo así como un logaritmo primario: A ama a B a través de C.
Catherine (A) se siente atraída por C (Chloe) para revivir su amor por B (David, el marido, un profesor de música algo despistado. Lo que origina una especie de “atracción fatal” (recordar al pobre Michael Douglas sufriendo las consecuencias de su pecado extramatrimonial en manos de Glen Close en un detestable filme de gran éxito popular).
Las derivaciones son aún mayores que las esperadas: como la ginecologa decide ponerle coto a las relaciones lésbicas, la prostituta maquina un plan que incluye al único hijo de la pareja, un joven que acaba de sufrir su primer fracaso amoroso.
El director Egoyen hace lo peor que puede llevar a cabo un director con aparente experiencia internacional pero bajo influencia hollywoodense: mezclar los géneros. Y lo que es un drama pasional se transforma en un furibundo thriller con desbordes eróticos y el romanticismo de la primera parte queda disuelto en un pastiche policíaco.
La buena actriz que es Julianne Moore comparte desconciertos y efusiones con un desubicado Liam Neeson, mientras que la rubicunda Amanda Sigfried quiere hacer olvidar que hizo de la hija cantarina de “Mamma mia!” y que se apresta a filmar “
En el medio está Max Thieriot, que hace del hijo del matrimonio enmarañado en sexo y lechos muy concurridos, tratando de dar una explicación al vaudeville en el que lo ha mezclado la amante de su mamá, una mitómana que se equivocó de pareja pese a la experiencia que demuestra en el monólogo de principios de la película, fervorosamente rodado con aromas prestados al experto Tinto Brass.
Lo que hay que lamentar es que el egipcio Egoyen cuente entre su filmografía título de la valía de “Adoración” (2008), “Exótica” (1994) y la no estrenada en
Va a resultar difícil olvidar este traspié de Egoyen, digno de una conversación de señoras cincuentonas tomando el té entre susurros y eufemismos posibles una tarde de lluvia o de tórrido verano. Hay que ser muy magnánimo para justificarlo.
Hernando Harb
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