EL CRACK
Argentina, 1960
Género: Drama social
Director: José Martínez Suárez
Guión: José Martínez Suárez, Carlos A. Parrilla y Solly
Libro: Obra teatral de Solly
Música: Víctor Schlichter
Montaje: Antonio Ripoll – Gerardo Rinaldi
Intérpretes: Jorge Salcedo - Aída Luz - Marcos Zucker – Domingo Sapelli – Carlos Rivas – Enrique Cosí – Fernando Iglesias (a) Tacholas – Pablo Cumo – Claudia Laforgue
Duración: 85 minutos
Fecha de estreno en
Calificación: Apto para todo público
En momentos en que se juega el Mundial de Fútbol en Sudamérica (2010) se intentaron armar algunos listados de filmes argentinos dedicados al tema del deporte que es “pasión de multitudes”.
Los resultados mostraron que el tema es uno de los asuntos tabú en la pantalla local, tal vez más que el del negocio de la prostitución (cuyo mayor intento fue La malavida de Hugo del Carril, filmado con el advenimiento de la democracia y con buenos resultados comerciales).
Pero el fútbol es un material quemante hasta por los más audaces y altruistas hombres abocados a la dirección en nuestro medio.
En esas encuestas no faltaron los típicos filmes que apenas esbozaron las brasas del meollo y derivaron en otros proyectos. Por ejemplo no faltó el Discepolín con su conmovedor e inofensivo El hincha (1951) o la lacrimógena y populista Pelota de trapo (1948). También se incluyeron la surrealista El centrofoward murió al amanecer basada en una obra teatral de Agustín Cuzzani y que diagramó el eficiente René Mugica con temor a compromisos especulativos y esmerándolos por disfrazarlos de exorcismos ideológicos, y la ingenua Paula contra la mitad más uno (1971), un divertimento de Alberto Fisherman pergeñado por algún integrante de la revista “Primera Plana” y del cual sólo se recuerda la incursión penosa del crítico de cine Carlos Burone y la intromisión de algunos actores fenomenales devenidos en caricaturas de sí mismos (Luppi, Gené).
El colmo de esas listas recordativas fue el de ignorar un título que sin lugar a dudas merece incluirse entre los diez mejores títulos del cine argentino de los ’60-‘70 y un poco más: El crack, estrenado un martes en un solo cine (el Normandie) en tiempos en que se acostumbraba a exhibirse un filme (más si era nuestros) en salas cabeceras de barrio además de la principal que lo estrenaba. Sólo dos comentaristas radiofónicos se animaron a destacar la creatividad de ese título al que bautizaron “el más importante filme argentino de los últimos diez años” (fueron Juan Ignacio Acevedo y Tito Franco).
No se equivocaban. Lástima que los memoriosos de siempre la olvidaron olímpicamente. Ni siquiera la casualidad llamada juventud puede salvarlos de tal olvido.
Porque José Martínez Suárez (nacido en 1925) estrenó su opera prima ante el escozor de muchos y los remilgos de quienes se aventuraban a inaugurar la nueva ola autóctona (una copia de la envidiada corriente creadora francesa), sumergida en un olvido a veces no reconocido por aventureros apresurados del mundillo de la crítica. El crack es aún un título cuestionador que asombra por su anticipación y su maravillosa alevosía.
Osvaldo es el personaje central, un jugador de tercera que ambiciona llegar a primera. Consigue que sus ensoñaciones se concreten, pero la trayectoria que debe correr está sembrada de una corruptela despiadada: coimas, negociados, traiciones y demás penumbras que se cocinan en medio de hinchadas cautivas por falsas contiendas y apretujadas en pancartas tramposas. Los estribillos no eran vuvucelas. El patriotismo
aparecía en la película como una inmisericorde trampa. La escenografía de un partido profesional (River versus San Lorenzo era el escenario del remate temático) era un cross a la mandíbula que Arlt no hubiera (al contrario) desdeñado.
El nacimiento, ascensión y caída del vitoreado Osvaldo no ha tenido hasta hoy competencia en el territorio del celuloide.
Es un ejemplo de varias cosas: la censura habita algunos claustros directivos, el tabú sobre vive al arte y la memoria colectiva sigue siendo una sacerdotisa del olvido.
Rememorar El crack significa reivindicar el nombre de uno de los mejores directores de la historia del cine de nuestro medio: José Martínez Suárez, dueño de una filmografía en la que destella su admirable Los muchachos de antes no usaban arsénico (corrosividad que puede buscarse con afán en algunos videos muy seleccionados) rodada en 1976; la sátira Los chantas (1975, radiografía impiadosa de la porteñidad); Dar la cara (1972, un mural ciudadano basado en la novela homónima de un gran nombre de la literatura, David Viñas) y rememorar su último filme, el policial Noches sin luces ni soles (trhiller de 1984, puede verse en el canal Volver alguna trasnoche).
Martínez Suárez nació en Villa Cañás, Santa Fe, y es hermanos de las actrices Mirtha Legrand y Silvia Legrand.
Que el cine argentino le otorgue el lugar que se merece: el de un creador honesto, dúctil y personal.
Hernando Harb
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