SANGRE Y AMOR EN PARIS de Pierre Morel - Hernando Harb

viernes, 14 de mayo de 2010 en 15:38

















TITULO ORIGINAL: From Paris with love

ORIGEN: Francia, Estados Unidos.
ACTORES: John Travolta, Jonathan Rhys Meyers.
ACTORES SECUNDARIOS: Richard Durden, Kasia Smutniak, Joaquim de Almeida.
DIRECTOR: Pierre Morel.
FOTOGRAFIA: Michael Abramowicz.
GUION: Adi Hasak, Luc Besson.
MÚSICA: David Buckley.
PRODUCTOR: Luc Besson.
GENERO: Suspenso, Acción.
DURACION: 92 Minutos
CALIFICACION: Apta mayores de 16 años
PAGINA WEB: http://www.frompariswithlovefilm.com/
DISTRIBUIDORA: Diamond films


La novedad principal (casi la única) de esta pseudopolicial, con destellos de espionaje trasnochado en el cine tanto norteamericano como europeo, es la cabeza rapada del ex bailarín John Travolta, haciendo de un espía estadounidense dispuesto a desmantelar una organización ultraterrorista con centro en una brumosa París.

Otro dato peculiar, sembrador de inquietudes, es la intervención de Luc Besson como autor de la idea (¿original?) y (una vez más) productor de títulos donde predomina la acción, la violencia y un derroche de sangre higienizado por obra y gracia de un presto maquillador.

Porque Besson al tener en su haber como director títulos de la relevancia de Azul profundo (Le grand blue, 1988), El profesional (El perfecto asesino, 1994 y Niñita (La asesina, primera versión, de la segunda fue productor en una remake made in USA copiada prolijamente por John Badham) y como productor una versión inquietante de Juana de Arco (1999) o la serie apasionante de Ríos de color púrpura se haya lanzado con fruición a recopilar títulos donde la acción física y la humorada elemental sean los parámetros exclusivos con miras a la taquilla inmediata indignan al seguidor de sus primeros títulos. Porque el guionista-productor no ha escatimado -desde hace varios años-ninguna parte de su tiempo sino es para rodar maratones de trompadas y persecuciones por autopistas muy concurridas llevadas a cabo en menos de lo que canta un gallo. Para colmo recurre a directores novatos como el caso de Pierre Morel a los que ya empleó como fotógrafo (lo fue en El perfecto…) e hizo de director en alguna intrascendencia perdida en internet (Venganza, Distrito 13).

En esta Sangre y amor en París (título para la versión argentina) intenta sorprender con el título De (Desde) París con amor un remedo de la bondiana De (Desde) Rusia con amor (1963, dirección de Terence Young). No lo logra. Es más, defrauda reemplazando al famoso 007 por un Wax, agente del FBI, con licencia para matar, mal hablado, regordete, amante gimnástico y casi desganado, cocainómano. Porque este espía tiene tanto carisma como un enano de alguna tira cómica en blanco y negro hecha por un principiante que desperdicia París y odia a los malos (léase iraníes). Ni más ni menos. Pero como se trata de un policial de onda Wax tiene una pareja para sus labores antiterroristas, esta vez es un pusilánime llamado Reese, que intenta interpretar Jonathan Rhys Meyers, el carilindo que contrató Woody Allen para ese homenaje no declarado a Ambiciones que matan o Una tragedia americana del memorable George Stevens. Aquí en París no es sólo un socio del cínico Wax, sino el tartamudeante secretario del embajador norteamericano en la Ciudad Luz y encargado de portar un jarrón cargado de blanca la mitad de los prescindibles 92 minutos que dura este vértigo de corridas. Que no transcurren en la lancha Orient Express que manejaba Connery sino en un auto cargado de minimisiles. Todo sea por abatir a los variopintos iraníes y compañía, transmutación de la perversa sesentista SPECTRE creada por Fleming.

No hay vueltas, Besson no es el binomio Saltzman-Broccoli, ni la bellísima actriz polaca Kasia Smutniak es la rutilante “M” que componía Daniela Bianchi (una chica Bond que merecía mejor suerte).

En fin, Sangre y amor… es una maratónica sucesión de cabriolas salpicada de disparates (a nadie le importa explicar como Caroline-Kasia repartió tanta salsa roja por las escaleras, y que Reese confunde como sangre), donde llama la atención el racismo imperante en un Viejo Continente bessoniano que persigue a tipos con caro de malos (o sea iraníes a los que se suma un cuadro bicolor pintado por negros e ilegales de Malasia confundidos como chinos en un restorán con un techo que esconde tanta cocaína como azùcar de un cañaveral en una zafra en pleno auge). Y en el que la protagonista femenina se diseña sus propios trajes, incluyendo una vestimenta femenina iraní, bajo el dominio de un hombre muy malo que termina por ser un seductor fundamentalista capaz de convencerla de que autoinmolarse por una causa es mucho mejor que vivir un romance en París, en abril y con Sinatra cantando aunque más no sea desde el estéreo de un coche que persigue a terroristas dispuestos a volar un museo con diplomáticos extranjeros en pleno festejo capitalista (diplomático, que le dicen).


HERNANDO HARB

LOCO CORAZON o CORAZON REBELDE de Crazy Heart - HERNANDO HARB

lunes, 10 de mayo de 2010 en 14:14
















LOCO CORAZÓN o CORAZÓN REBELDE

Título original: Crazy Heart

Estados Unidos, 2009

Director y guionista: Scott Cooper

Libro original: novela de Thomas Cobb

Géner: Comedia dramáticaIntérpretes: Jeff Bridges (Bad Blake) – Maggie Gyllenhaal (Jean) – Colin Farrel (Tommy) – Robert Dubai Wayne)

Estreno en la Argentina: 11 de marzo de 2010


Del letrista, cantante y guitarrista Bad Blake nunca conoceremos su verdadero nombre. Es un artista de música country de 57 años de edad que superó cuatro divorcios, además (se intuye) de varias aventuras amorosas y abandonó a los cuatro años a su único hijo, un varón de 28 años que no quiere atenderlo ni por teléfono. Bad es admirado por una vieja generación que lo recuerda como un ídolo del folklore sureño y ha sido reemplazado por un exitoso alumno, Tommy, quien no olvida a su mentor y lo invita a compartir los aplausos de recitales revividos en pueblos a los que Bad acude en su vieja camioneta tratando de disimular su orgullo herido y la frustración que enciende un pasado con triunfos no enterrados por la memoria.

Ni más ni menos, es una historia localista hasta los tuétanos, que el guionista y director Scott Cooper desarrolla en su opera prima basada en una novela previsible de Thomas Cobb. Loco corazón no pretende ser otra cosa que una película dirigida al universo country con las referencias inevitables a Nashville y a otros festivales típicos del país del Norte. El debutante director lo consigue y si supera sus pretensiones es por la descollante labor de Jeff Bridges (cuatro veces nominado al Oscar, la quinta ganador de la estatuilla a la que sumó un Globo de Oro de los entendidos críticos neoyorquinos).

Bad Blake vive en la piel de Bridges (hijo de Lloyd -ese héroe de mirada de mermelada de naranja-y hermano de Beau). Su paso cansino traduce al dipsómano fracasado que disuelve en el humo del tabaco sus olvidos, las letanías etílicas de una conciencia abrumadora y que carece de las motivaciones para volver a ser un creador nativo. La nocturnidad de sus anteojos no lo protegen de ningún sol, tan sólo disfrazan la culposa monotonía de su transitar por valles desiertos, pinares que apenas lo cobijan y un celular que le recuerda que aún puede continuar viviendo.

Los ojos de Blake-Bridges son dos celosías que a veces se abren y desprenden una luz esperanzadora, otras apenas se distingue el incendio que quema su morada interior. Su voz se parece al letargo interrumpido por accesos de tos vergonzosos. Cuando canta en penumbrosos recintos es un fantasma convocante de aplausos y entonaciones del público que lo re-suscitan a su pesar.

Es tan colosal la labor del actor (superior a su trabajo en Texasville, esa segunda parte de La última película, obra maestra de Peter Bogdanovich) que de inmediato realza la sencilla propuesta del filme y la eleva de categoría.

Es más, sin Bridges Crazy Heart sería un discreto entretenimiento de final reivindicatorio, ligeramente romántico ycon hallazgos técnicos.

Eso sí, la fotografía de Barry Markowitz es de lo mejor que se ha destacado en estos tiempos de fotogramas y luminosidades tan elogiadas.

Párrafo aparte para el montaje de John Axelrad, ingeniosamente adaptado al ritmo cansino de los rasguidos de un folk intimista y cuyos cortes parecen corresponder al pentagrama campestre que compusieron T-Bone Burnett y Stephen Button para un filme inesperado, intencionadamente monocorde y donde la desesperación es un río tranquilo que recorre las venas de un protagonista crispado al que el abatimiento no invadirá.

Los productores de Loco corazón son varios, tantos que ya parece ser una exigencia de estos tiempos en las producciones no independientes de USA: figuran desde el músico Burnett, el mismo Bridges y hasta el actor Duvall.

Lo que sí es una innovación es que Jeff Bridges y su colega Farrel canten las canciones guareciéndose con travellings astutos o collages dispuestos a distraer de algún error (in)evitable en dos cantantes más o menos novatos en la realidad que contaron con la colaboración de un coach infrecuente como es Roger Love. Hay que subrayar que el oscarizado Bridges es un guitarrista consumado en la vida real. Y se nota.

Para objetar: el final. Luego de más de sesenta minutos de duración resulta no conveniente haberle dedicado menos de diez minutos a la recuperación física del personaje central (una manía hollywoodense que nos remite al Ray Milland de Días sin huella o a la Lillian Roth de la autobiograpic Lloraré mañana. Pero es una concesión leve.


Hernando Harb

CONFUCIUS de Mel-Hu-Arnaldo H.Corazza

domingo, 9 de mayo de 2010 en 13:43




















CONFUCIUS

de Mel-Hu


TÍTULO ORIGINAL: Confucius (Kong zi)
PAÍS y AÑO: China-2009
DIRECTOR: Mei Hu
GUIÓN: Mei Hu
MÚSICA: Cong Su
FOTOGRAFÍA: Peter Pau
PRODUCTORA: Beijing Dadi Century Limited / China Film Group / Dadi Film Group
REPARTO: Chow Yun-Fat, Xun Zhou, Yi Lu, L

Confucio fue un filósofo chino, creador de la corriente del Confucionismo que vivió entre el 551 y el 479 antes de Cristo. Fueron los años que pasaron desde los 55 hasta su muerte cuando su actividad frenética viajando por todos los estados de la entonces dividida China gestaron el embrión de la gran nación que luego sería. Sus enseñanzas han llegado hasta nuestros días a través de las Analectas, que contienen las discusiones que mantuvo con algunos de sus discípulos.

El papel de Confusio es interpretado por Chow Fun-Fat muy conocido por sus multiples trabajos. El film, solo interesante por conocer la vida de Confusio, se despliega con una gran producción, hermosos escenarios, y gran cantidad de extras para filmar las batallas. Es un un Ben Hur, en vez de americano, Chino. Es un film del 2009, que no aporta nada al arte cinematografico, que pasara sin pena ni gloria por nuestros cines, ....si pasa alguna vez. Ni siquiera rescata o da preeminencia a los mas destacado de Confusio, que es su pensamiento. Mei Hu es una directora de series de Televisión que se ha destacado por realizar temas historicos.Definitivamente pobre y no recomendable.

Puntos de 1 a 5: 2 puntos.

EL PASADO ES UNA ANIMAL GROTESCO de Mariano Pensotti-Arnaldo H.Corazza

en 7:56

















EL PASADO ES UNA ANIMAL GROTESCO

de Mariano Pensotti

Teatro Sarmiento, Palermo, Buenos Aires


Ficha técnica:
Autor: Mariano Pensotti

Actuan: Pilar Gamboa, Javier Lorenzo, Juan Minujín y Julieta Vallina.

Vestuario: María Tirantte

Escenografía: Mariana Tirantte
Iluminación: Matías Sendón Música: Diego Vainer
Asistencia artística: Leandro Orellano

Dirección: Mariano Pensotti.

Teatro Sarmiento: Av. Sarmiento 2715 , Capital Federal, Bs. As.


La obra cuenta las historias de cuatro personajes a lo largo de diez años, desde 1999 hasta 2009.
A través de fragmentos breves e intercalados se narran las historias de cuatro personas de Buenos Aires desde los 25 a los 35 años, el momento en el que uno deja de ser quien cree que va a ser para convertirse en quien es, con el ocasional marco de fondo de los cambios sociales y económicos de esos diez años.

De movida debemos convenir que una pieza de dos horas de duracion, tiene que cautivar de manera muy especial, cosa que no logra, y los espectadores, algunos audaces ,abandonan la sala y otros esperan con resignacion el final. La escenografia, bien resuelta, aparece como atractiva, aunque la reiteracion de los recursos en la puesta nos va metiendo poco a poco en un aburrimiento fatal. Que un relator cuente cada uno de las historias de los distintos personajes, de manera recurrente, y persistente, llevan a la pieza a parecerse mas al teatro leido, que a una obra teatral. Si bien intenta mostrar una clase media decadente, no lo logra en plenitud, donde el delirio aparece mas fuerte que la decadencia. En fin todo es opinable, y quizas parte del publico resulto gratificado. No la recomiendo.


Puntos de 1 a 5: 2 puntos

DOS HERMANOS de Daniel Burman -Hernando Harb

viernes, 7 de mayo de 2010 en 16:28
















DOS HERMANOS

Comedia dramática

Argentina-Año:2010

Director: Daniel Burman

Libro: Sergio Dubcovsky

Guión: Daniel Burman y Sergio Dubcovsky

Intérpretes:Antonio Gasalla-Graciela Borges-Rita Cortese-Elena Lucena

Estreno en la Argentina: 1 de abril de 2010

Duración: 110 minutos


Según el original de Sergio Dubcovsky es la historia de dos hermanos que acaban de perder a su madre: el orfebre jubilado Marcos y la dominante Susana, una mujer dedicada a visitar departamentos lujosos en alquiler, repartir tarjetas personales y ensayar alguna fracasada pyme de comida casera. Dos seres grises unidos por una soledad que los obliga a mantener cierta unión. Y escribo según porque el buen director que es Daniel Burman plama en ese lienzo hipnótico que es el cine una historia pequeña frustrada (a su pesar) por la presencia dominante de dos actores a los que no consigue domar en el absoluto sentido de la palabra.

Porque Susana y Marcos, esos parientes que conviven entre la localidad uruguaya de Villa Laura y una (misteriosa, por lo solitaria) Buenos Aires, separados por un simbólico río que los une y reúne según los vaivenes de la angustia, no son otros que Graciela Borges y Antonio Gasalla. De modo que el espectador no puede escindir la personalidad de Marquitos de la de A.G. ni desprenderse de la personalidad de la Borges de esa Susana, de dicción enfatuada, vestida con una ostentosa ridiculez y soportando un transplante de algún sitio del conurbano bonaerense al deseable (para ella) Barrio Norte.

Cuando el edípico Marcos presencia muerte de su madre (a la que llama por su nombre) no se puede olvidar que es el comediante que se “despide” de la esa presencia avasallante. De la misma manera que cuando Susana mientras vela a su progenitora y no deja de protestar porque es un “velorio fracasado” ante la ausencia de gente el espectador no separa esa criatura de ficción de la actriz de los filmes de Torre Nilsson. Susana es Graciela Borges. Marcos/Marquitos es Antonio Gasalla.

He ahí el defecto mayúsculo de la película. Dos íconos del cine local que interpretan a sí mismos sin introducirse en la ficción enfermiza que el film pretende exponer. Si Borges intenta que su criatura sufriente se guarezca en los vahos del alcohol fracasa al punto de que uno la vincula de inmediato con la dipsómana de La ciénaga. Y si Gasalla intenta representar a su perturbado Marcos diciendo detrás de las rejas de su “prisión” montevideana que “el fax no tiene valor jurídico”, el espectador imagina que quien protesta por la venta de su casa compartida no es otra que la empleada municipal que nos hizo divertir con su sarcasmo en un programa televisivo.

Lamentablemente la escisión entre actor-actriz y sus personajes no se produce salvo en algún momento que termina convertido en lo mejor de la comedia dramática: aquél en que los hermanos con sendos vasos creen escuchar una discusión el (vacío) departamento vecino y se increpan (in)directamente rememorando traumáticos episodios infantiles (“ella le dice que perdió su virginidad a los once años con el hijo de la doméstica”, murmura (semi)mintiendo a la que le responde “él le reprocha la sobreprotección de su madre”) que no pueden decirse cara a cara sino utilizando un intermediario casual y angustioso muro con palabras que se pierden en el vacío y se convierten en flechazos que no hacen centro jamás en ese círculo despojado de futuro porque es como el agua estancada luego de una tormenta rioplatense.

Pero hay más para subrayar esa imposibilidad de imbricar ficción y realidad. Marcos/Marquitos es un septuagenario que trata de llenar sus ratos vacíos ingresando a un grupo teatral de gente mayor dirigida por un frustrado profesor cincuentón (quien insinúa un problemático vínculo madre-hijo) que propone una extraña puesta de Edipo de Sófocles. El patetismo alcanza su pico máximo. Porque la troupe está integrada por una sola mujer (que hace un papel de hombre) y el resto varones que tartamudean unos versos con acento pueblerino. Y el voyeur desde su butaca siente que asiste a la representación de un sketch gasaliano donde Mamá Cora no tardará en aparecerse vestida de mensajero griego, que es el papel con que carga un Marcos admirador de Berta Singerman, el que para colmo y debido a una confusión entre bambalinas debe improvisar ante el público y entonces… aparece Antonio Gasalla casi al borde de decir “Trátenme bien que soy u ncomediante que quiere hacer reír (a mi pesar)”.

En fin, tal vez la culpa sea de Burman dejándose absorber por dos ídolos dominantes a los que no puede controlar para reincidir en sus dramas familiares, sea desde un negocio venido a menos de Once (Esperando al Mesías) o desde el estudio de abogado de su padre (Derecho de familia), o como el padre de familia que elabora su futuro en tanto espera el amanecer para saludar a su hija (El nido vacío).

El resultado que la fractura interpretativa termina asociada al hipotético drama de la decadencia física, la inevitable estrofa que nos regala el poema de la vida. Una posibilidad que parece confirmar la intrascendente presencia de Elena Lucena, con sus 95 años musitando un diálogo prescindible que pudo estar a cargo de un extra y no de una figura del cine a la que parece haberse querido homenajear.

El dúo Gasalla-Borges anula a ese otro, el de Marcos-Susana, hasta en la escena en que los muñecos creados por Dubcovsky ingresan a una reunión entre cuyos concurrentes se descubren los rostros de algunos periodistas de la tv abierta. Terrible error que no puede apagar (al contrario) el larguísimo baile de zapateo americano con que se cierra estos Dos hermanos. Es como si el tap escenificado por setentones que se esfuerzan por rememorar (sin querer) a un Fred Astaire sin sombrero de copa ni una Ginger Rogers, una rubia reemplazada desde un palco por una sofisticada dama que aventa –desde un palco- una hipotética viudez con unos “¡bravo, bravo!” gritados ante la proximidad de un infierno muy temido en la incursión llamada vida.


Hernando Harb


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