TITULO ORIGINAL: From Paris with love
ORIGEN: Francia, Estados Unidos.
ACTORES: John Travolta, Jonathan Rhys Meyers.
ACTORES SECUNDARIOS: Richard Durden, Kasia Smutniak, Joaquim de Almeida.
DIRECTOR: Pierre Morel.
FOTOGRAFIA: Michael Abramowicz.
GUION: Adi Hasak, Luc Besson.
MÚSICA: David Buckley.
PRODUCTOR: Luc Besson.
GENERO: Suspenso, Acción.
DURACION: 92 Minutos
CALIFICACION: Apta mayores de 16 años
PAGINA WEB: http://www.frompariswithlovefilm.com/
DISTRIBUIDORA: Diamond films
La novedad principal (casi la única) de esta pseudopolicial, con destellos de espionaje trasnochado en el cine tanto norteamericano como europeo, es la cabeza rapada del ex bailarín John Travolta, haciendo de un espía estadounidense dispuesto a desmantelar una organización ultraterrorista con centro en una brumosa París.
Otro dato peculiar, sembrador de inquietudes, es la intervención de Luc Besson como autor de la idea (¿original?) y (una vez más) productor de títulos donde predomina la acción, la violencia y un derroche de sangre higienizado por obra y gracia de un presto maquillador.
Porque Besson al tener en su haber como director títulos de la relevancia de Azul profundo (Le grand blue, 1988), El profesional (El perfecto asesino, 1994 y Niñita (La asesina, primera versión, de la segunda fue productor en una remake made in USA copiada prolijamente por John Badham) y como productor una versión inquietante de Juana de Arco (1999) o la serie apasionante de Ríos de color púrpura se haya lanzado con fruición a recopilar títulos donde la acción física y la humorada elemental sean los parámetros exclusivos con miras a la taquilla inmediata
En esta Sangre y amor en París (título para la versión argentina) intenta sorprender con el título De (Desde) París con amor un remedo de la bondiana De (Desde) Rusia con amor (1963, dirección de Terence Young). No lo logra. Es más, defrauda reemplazando al famoso 007 por un Wax, agente del FBI, con licencia para matar, mal hablado, regordete, amante gimnástico y casi desganado, cocainómano. Porque este espía tiene tanto carisma como un enano de alguna tira cómica en blanco y negro hecha por un principiante que desperdicia París y odia a los malos (léase iraníes). Ni más ni menos.
No hay vueltas, Besson no es el binomio Saltzman-Broccoli, ni la bellísima actriz polaca Kasia Smutniak es la rutilante “M” que componía Daniela Bianchi (una chica Bond que merecía mejor suerte).
En fin, Sangre y amor… es una maratónica sucesión de cabriolas salpicada de disparates (a nadie le importa explicar como Caroline-Kasia repartió tanta salsa roja por las escaleras, y que Reese confunde como sangre), donde llama la atención el racismo imperante en un Viejo Continente bessoniano que persigue a tipos con caro de malos (o sea iraníes a los que se suma un cuadro bicolor pintado por negros e ilegales de Malasia confundidos como chinos en un restorán con un techo que esconde tanta cocaína como azùcar de un cañaveral en una zafra en pleno auge). Y en el que la protagonista femenina se diseña sus propios trajes, incluyendo una vestimenta femenina iraní, bajo el dominio de un hombre muy malo que termina por ser un seductor fundamentalista capaz de convencerla de que autoinmolarse por una causa es mucho mejor que vivir un romance en París, en abril y con Sinatra cantando aunque más no sea desde el estéreo de un coche que persigue a terroristas dispuestos a volar un museo con diplomáticos extranjeros en pleno festejo capitalista (diplomático, que le dicen).
HERNANDO HARB
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