EL FORASTERO de Rupert Glasson - Hernando Harb

jueves, 23 de diciembre de 2010 en 21:09




















EL FORASTERO
de Rupert Glasson

Título original: “Coffin Rock”, 2009 Origen: Australia – Reino Unido, 2009 Género: Hablada en inglés Género: Drama, Suspenso Dirección y Guionista original: Rupert Glasson Producción: David Lightfoot Música: John Gray Montaje: Adrian Rostirollh Productoras: Ultra Films (Australia) – All Interactivo Enterteinment) Intérpretes: Robert Taylor (Bob) – Lisa Chappell) (Jess) – Sam Parsonson (Evan) – Terry Comilleri (George) – Joseph Del Re (Benny) Estreno mundial: 4 de setiembre de 2009 en Reino Unido No estrenada en la Argentina Duración: 92’ Duración original: 94’ Calificación: Sólo para mayores de 16 años

Es una sutil explicación del llamado instinto ma/paternal y sus consecuencias -desarrollada en un pueblo pesquero australiano- dirigida por el eficiente Ruper Glasson en su tercera película guionada por él como en las anteriores. Una combinación de mucha violencia y angustia psicológica se cierne desde el principio, con la presencia de un niño (rubio) recorriendo un parque ante los ojos de una cámara oculta, la misma que lo fotografiará al final transmitiendo esa mirada de tristeza de los chicos desamparados. Jess y Bob son un matrimonio que (al parecer) no pueden tener hijos. Varios intentos médicos insinúan que el infértil es él. El deseo de ser madre de Jess se manifiesta insistiendo descontrolada sobre su esposo, quien experimenta una sensación de fracaso como hombre, remarcada por la burla de sus compañeros de la fábrica de pescados del poblado (hay un comienzo con un sutil fracaso como pescador que representa su sentimiento de fracaso machista). El clima fotográfico transmite una desesperante gama de claros y de oscuros con insinuantes golpes de tambor y solos de violín que hacen inútiles los diálogos insinuados y monosilábicos. El fracaso del amor es inminente, el deseo reclama ciertas exigencias de la naturaleza que el hombre se ha impuesto. Concurren a una revisión de esperma en una clínica. Allí los observa el telefonista del sanatorio, el joven Evan, quien siente una pasión obsesiva por Jess: anota su domicilio y datos personales como un enfermizo al que le presta su rostro el excelente debutante Sam Personson (actor seleccionado en un casting exigente que los bonus detallan). La pareja regresa al pueblo, el resultado llega, pero -discusión mediante- Bob tira la carta al aire que se “pierde” en un rincón del dormitorio, sin conocer los resultados. La procreación desatiende postergaciones. El “forastero” es Evans, quien arriba al pueblo para concretar su deseo de posesión amorosa. Es un enfermo, cuya psicología es trazada en pantallazos que exigen atención del espectador más disciplinado: no sólo es parricida, es un homosexual no consciente de su condición, casi “amamante” a un cangurito al que matará para usarlo en una secuencia salvaje e inspirar miedo a Jess, sus ojos y labios son cuchillazos en su rostro, sus ademanes y presencias silenciosas se parecen al de un animal joven presto a apoderarse de lo que cree le pertenece. Excelente película de cine independiente, reveladora de prejuicios viriles enmarcados en una población primitiva. Hay secuencias que traducen los deseos de los personajes: Jess observando las larvas en una botella, el avestruz asesinado, el pescado usado como un genital masculino desafiando burlas. Todo en los ropajes manchados de sangre provocados por un Evan que una noche de juerga posee sobre una mesa de cocina a una borracha Evans, quien se cree embarazada del joven visitante que no cesa en su acoso. Es más, Evans exige su derecho a la paternidad. Es su obsesión, su confirmación como hombre que lo redime hasta de haber matado a un padre lisiado. El planteo no deja de mortificar. La ma/paternidad ¿es una necesidad física o espiritual de los seres humanos? ¿Tiene su explicación en el cauto análisis con lupa que Bess hace de los genitales de un pulpo para detectar un enigma sin respuesta inmediata) Pero la carta de la clínica está debajo de la alcoba. Y sólo se conocerá su contenido cuando los más de noventa minutos que dura el filme lleguen a un final intuido y la violencia envuelva al inocente Benny y encubra el paternal George, jefe de la taberna. Cine independiente puro. Un director para seguirlo con detenimiento. Y un interrogante planteado -con astucia cinematográfica diseminada impiadosamente- que pudo haberse descubierto y evitar tanta violencia, con una carta abierta y una lectura a tiempo. Como nos suele ocurrir en esta mezcla de azar, dolor ye impulsos que conforman la vida nuestra de cada día.


Hernando Harb

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