de Grez Berlanti
Título original: “Life as We Know It”
Origen: Estados Unidos, 2010
Género: Comedia
Hablada en inglés
Dirección: Grez Berlanti
Guión: Ian Deitchman & Kristin Rusk Robinson
Productor: Barry Josephson
Coproductor: Paul BrooksMúsica: Blake Nelly
Montaje: Jim Page
Fotografía en colores: Andrew Dunn
Intérpretes: Catherine Heigl (Holly Berenson) – Josh Duhamel (Eric Messer) – Josh Lucas (Sam)
Fecha de estreno en
Duración original:
Duración copia estrenada en
Calificación: Apta para mayores de 13 años
Ha un grupo de críticos argentinos que hace tiempo hablan y elogian a la que ellos denominan “nueva comedia norteamericana”. No está claro en oposición a qué “vieja comedia norteamericana”. Claro, no se animan a mencionar a Frank Tashlin ni a George Cukor ni a Howard Hawks. Sólo ellos saben el origen de ese descubrimiento, tal vez referido a ese tipo de filmes protagonizados por adolescentes que quieren dejar de ser vírgenes o a las finezas en el marco de Miami que intentan llevar a cabo algunas desorientadas parejas en medio de inseminaciones in vitro o flatulencias desperdigadas fuera del baño, por lo general en comedores o livings concurridos. Es cuestión de gustos. Es inolvidable, como ejemplo, para el uso dado al semen por la bella Cameron Diaz en una comedieta exitosa donde se aludía a un curioso tipo de gel.
Esta segunda película de Greg Berlanti (la primera fue la olvidable “El club de los corazones rotos” del 2000) pertenece a ese “género” publicitado por comentaristas decididos a ser originales sin darse cuenta que el tiempo -que siempre da la razón, tarde o temprano- les juega una mala pasada.
Holly -dueña de una panadería-restorán- y Messer -director técnico deportivo de un canal- tienen una primera cita arreglada por un par de amigos recién casados. Les va muy mal de entrada. Admiten que son incompatibles. Tal el prólogo de esta insipidez que después de los títulos nos enteramos que ambos son nombrados padrinos del primer bebé del matrimonio casamentero: en realidad es una nenita “interpretada” en edades distintas por Alexis, Brynn y Brooke Clagett, tres pequeñas que ni imaginamos los padecimientos sufridos durante la filmación porque deben llorar, berrear, incomodar y golpearse casi cincuenta minutos de los cien que dura este aburrido guión cuyo intento parece ser un elogio a la familia, pese a las frases antimatrimoniales y a los personajes que viven “bajo un mismo techo” como si fuera un martirio a plazos. Las “ocurrencias” dichas en este caso pueden provocar una tímida sonrisa similar a una reflexión nada intensa.
La cuestión que los papás de la beba se mueren en un accidente y se la dejan a la tonta Holly y al mujeriego Messer (que en realidad se llama Eric, pero su nombre es ignorado) en el testamente como padres adoptivos. Son solteros y también heredan la casa. Lo que sucede es que el abuelo es un enfermo medio retrasado y la prima es madre de siete niños aunque ella se olvida de la cantidad. Olvido perdonable si se observan al “equipo infantil”.
La pareja decide hacerse cargo de la criaturita, aunque se detesten y mantengan su soltería. De más está decir que duermen en cuartos separados. Sólo se rozan al cambiarle los pañales a la criaturita (escena que se repite con alguna broma escatológica que hace reír al grupo de insoportables vecinos), al festejar los primeros pasos de Sophie (es el nombre de la heredada) y algunos momentos de aprendizaje que parecen salidos de YouTube (parecen calcados).
El dúo de guionistas no se esforzó mucho por continuar con el resto: se supone que en el fondo la chica linda se enamora del joven buen mozo, que la pequeña los une luego de que le dice “mamá” a la postiza Holly, y que forman una pareja capaz de transitar el camino del matrimonio al revés de sus congéneres.
Las actuaciones apenas son simpáticas. Hat personajes secundarios indignos de figurar en un diseño improvisado de guión: la niñera anteojuda que trabaja por horas, la visitadora social tierna a destiempo, los cónyuges de los aledaños… Hay más…
El montaje es digno de un clip publicitario. Y la música empalaga hasta los que no sufren de diabetes (pero corren peligro al asistir a esta comedia que hace referencias insólitas a la saga de “Crepúculo” (2008), a Keanu Reeves en “Máxima velocidad” y a Antonio Banderas en una enigmática referencia a una fruta tropical.
La distribuye Warner Bros, responsable de no difundir buenos títulos a los que envía al mercantilismo paralelo del dvd. Un sello de su prestigio merecería contar con un equipo selector más cuidadoso. Con ver los resultados contables creo que bastan. De no ser así, algo falla en la sensibilidad de vastísimos sectores de asistentes al cine, ese cosmos convertido en un alboroto tecnológico enemigo de la poesía.
Cukor, Tashlin y Hawks perdone a unos cuantos responsables.
Hernando Harb
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