59 ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE LOLA MONTEZ - Hernando Harb

viernes, 22 de octubre de 2010 en 14:03





















59º aniversario

DE LA MUERTE DE LA “REINA DEL TECHNICOLOR”: LOLA MONTEZ, GALARDONADA POR EL GOBIERNO DE LA REPÚBLICA DOMINICANA


Encerrada en una jaula. En el centro de la arena. El público aplaude a rabiar. Ella, imponente, estática, apenas deja entrever una luz de asombro que se convierte en humedad a medida que el maestro del circo da latigazo tras latigazo contando la historia de su vida. Es la secuencia fundamental que une los tramos biográficos de la bella Lola Montez filmados por la maravilloso director alemán Max Ophüls (1902-1957) en la incompleta obra maestra “Lola Montès” (con ese y con acento) en 1955. A la gran actriz la interpreta la rubia star Martine Carol, con un respeto inusual en la estrella parisina. El que portaba el látigo era un vociferante Peter Ustinov, presentándola como un bello animal ye ilustrando los pasajes de su vida, tan comentados por los corrillos de la prensa como en los burdeles. Siempre con admiración y envidia, esas primas hermanas que alimenta el codicioso fracasado. Fue un gran homenaje de esa mujer cuyo 59º aniversario de su fallecimiento acaba de cumplirse en octubre, y que algún meditativo y memorioso Funes aficionado al cine rememora con placer. Triunfó en el Holliwood rumboso y complejo de la década del ’40. Había nacido en la República Dominicana, en un medio culto, en el instante en que una guiñadora estrella le indicaba el camino a seguir. Fue conocida como la “reina del technicolor”, y fascinó con su belleza y sensualidad latinas, capaces de desplegar entre encajes, tules y unos labios prometedores de impurezas santificadas. Hoy, su país de origen, quiere rescatarla del olvido, recordando su legado y esplendor. Lo merece. A ese feliz recordatorio nos sumamos diciendo que fue una de las primeras estrellas latinoamericanas que irrumpió en los dorados años de un Hollywood. “Lo logré, pese a que mis compatriotas ignoraron mi existencia. No importa. A ellos represento. A las mujeres con mi belleza, a los hombres con mis besos”, confesó a golosos cronistas de escandalotes y novedades folletinescas. Su nombre auténtico era María África Gracia Vidal, su segundo nombre perturbó por más de una razón a los periodistas de espectáculos constructores de la fábrica de los sueños, perfumada con jabones publicitados en un Occidente deseoso de huir de una realidad amenazante. Murió en París, a los 59 años de edad., mientras se daba un baño de agua caliente. Ni el mejor o peor guionista hubiera imaginado un the end así. “Nací un 6 de junio, en el sudoeste dominicano, en la provincia de Barahona. De ella aún percibo sus olores y sabores frutales. Y escucho su música cada vez que alguien me hace latir el corazón”, respondió a un periodista acalorado que cubría el sudor de su frente con un pañuelo. Luego diría entre apenada y asombrada por el camino recorrido: “Muchos compatriotas nunca han oído mi nombre. Lo lamento… por ellos”. Por supuesto tampoco conocían ninguno de sus 26 filmes, exitosos, aplaudidos por seguidores adormecidos por esos ojos que la picardía encendía y postergaba el glamour petrificado por las productoras. El crítico Félix Manuel Lora reconoció que Lola Montez no tuvo el merecido sitial en la República Dominicana. A ella, una de las primeras muchachas latinas que sedujo a un Hollywood racista y empapado de besos dispersados por blondas estrellitas. El prestigioso periodista habló de una “falta de conexión” entre la novísima generación dominicana y esa mujer conocida por el mundo como “el ciclón caribeño”, capaz de internarse en ljungla de una meca que la convirtió en un ícono no sólo del cine. La moda también fue ru reinado. El Senado de la República Dominicana anunció un homenaje póstumo que rescatará a Lola de un injusto olvido. La Cámara Alta aprobó, además, una resolución en la que solicita la construcción de un museo en Barahona que exhibirá con orgullo el legado cultural de una actriz extraordinaria, quien adoptó su apellido de una actriz y bailarina de origen irlandés: Lola Montez (con zeta). La resolución fue firmada por un grupo de legisladores quien describió a la actriz como “la más excelsa actriz de cine de la República Dominicana de todos los tiempos”. Solicitaron al Poder Ejecutivo tomar iniciativas “que conduzcan al rescate, valoración, difusión y exaltación de la figura y de la obra artística de la famosa actriz”.
María Montez, quien protagonizó una serie de películas filmadas en technicolor, se destacó en filmes de corte aventurero como "Las mil y una noches" (1942), "La salvaje blanca" (1943), "La reina de cobra" (1944) y "Sudán" (1945), entre otras.
Cuatro de sus filmes fueron grabados en Europa, donde la dominicana quiso demostrar "que podría ser una actriz con carácter", destacó Félix Manuel.
Montez, hija de un diplomático español y una dominicana, se casó en 1943 con el actor francés Jean-Pierre Aumont, con quien procreó a Tina, que siguió los pasos de sus padres.
Tina, como su madre, murió sola en su casa, a los 40 años, víctima de una embolia pulmonar.

En 2007, el presidente dominicano, Leonel Fernández, reconoció de manera póstuma a la actriz con la Medalla al mérito otorgada por el Gobierno en ocasión del Día internacional de la mujer.

Además de las múltiples calles que existen en el país con su nombre, la terminal aérea de su ciudad natal fue inaugurada el 27 de abril de 1996 por el ya fallecido gobernante Joaquín Balaguer como 'Aeropuerto Internacional María Montez'.

En 1943, cuando filmaba Gypsy Wildcat, el dictador dominicano Rafael Leonidas Trujillo la condecoró con la Orden de Juan Pablo Duarte en el Grado de Oficial y la Orden de Trujillo en el mismo grado. No olvidarse del homenaje de Max Ophüls, una obra de arte, capaz de abrir las rejas y del interior salir una bella mujer a la que recibirá Ludwig I, el Rey de Baviera, con el rostro de Anton Walbrook. Le dará un respetuoso beso en la mano e intercambiarán miradas capaces de hacer rugir de envidia a los leones sueltos del círculo del mundo.

Hernando Harb

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