SIEMPRE A SU LADO
(“Hachiko: A Dog’s Store”)
EE.UU.-Inglaterra, 2009
Dramática
Dirección: Lasse Hallström
Intérpretes: Richard Gere (Parker) – Joan Allen (Cate) – Cary-Hiroyuhi Tagawa (Ken) – Tora Hallström (Heather) – Sarah Roemer (Andy) – Jason Alexander (Carl)
Productor: Richard Gere – Shigekuni Wong –Bill Johnson
Música: Jan A.P.Kaczmarek
Fotografía: en colores y en blanco y negro de Ron Furtunato
Duración:
Calificación: Apta para todo público
Un escolar es invitado a hablar en el aula de su héroe. El niño escribe en la pizarra el nombre de Hachiko. Es el de un can. E inicia su relato que es el emotivo raconto de este filme encantador en el que el eje es la amistad de su abuelo, el profesor de música Harper y un perrito perdido en una estación ferroviaria.
Un changarín descuidado pierde la jaulita de bambú que guarda a Hachiko y que ha sido misteriosamente enviada por un monje hindú.
Parker es un señor maduro, casado hace más de 25 años con la hermosa Cate y padre de Andy, una hija a punto de casarse. Sufre una especie de bloqueo emocional no sólo en su vida conyugal sino al sentarse frente al piano y crear su sentido musical del sensible universo que le cuesta exteriorizar. ¿Quién encuentra a quién? El bello Hachiko al musicólogo, o éste al can, cuya raza –datos aportados por Internet- es
El relato nos revelará que la verdadera amistad es eterna. Una posibilidad que la realidad parece negar pero que este hermoso filme del artesano Lasse Hallström (el de Chocolate con la francesa Juliette Binoche) se obstina en demostrarlo como si estuviera ante un pizarrón para hacer la demostración convincente de una demostración formulada con sentimientos, caricias e irracionales comunicacionales.
Con el empleo de una fotografía admirable en colores, transformada en blanco y negro cuando se trata de la visión del exótico animalito (es sabido que los canes no reconocen los colores) el tono de la historia adquiere ribetes dramáticos que harán que Hachiko sea el protagonista dominante de esta remake de un filme japonés de 1987 de Seijiró Kóyama titulado Hachiko Monogatari. El original está basado en un hecho real (y no se trata de esa promoción reiterada hasta el hartazgo en la mayor parte de los filmes comerciales de diferentes cepas) sino en un episodio auténtico de un animalito que esperó en una estación de ferrocarriles durante casi nueve años a su amo fallecido.
Hay escenas sutiles como la de la (premonitoria) “despedida” del can entregándole al profesor una pelotita (simbólica) luego de que el hombre ha mantenido relaciones con su consorte imitando unos ladridos “amorosos” y que Hachiko observa desde su rincón.
La clave de esta historia tal vez esté en las palabras que el nipón Ken, un amigo del músico, lee en un entierro y que alude a la existencia de los misterios que el amor adquiere de distintas maneras.
Hay algo cierto: tanto los amantes de títulos poblados de lobos feroces, serpientes asesinas y hasta ovejas carnívoras sospechosamente elaboradas por un científico británico como los racionalistas más empedernidos no podrán sustraerse al encanto que emana de Hachiko, nombre que alude al ocho en japonés y que el animalito lleva impreso alrededor de su cadenita en su cuello.
Por supuesto, algunos dirán que el Fly de esa obra del neorrealismo italiano Umberto D
(1952, de Vittorio De Sica) convierte a Hachiko en un pedestre animador de lacrimógenas memorias relatadas por un nieto. Pero cabe recordarles que Hachiko tiene una estatua en una localidad japonesa levantada en 1935 después de haber esperado a su dueño en un andén, con la obstinación del que cree que lo amado no muere. Es cuestión de creer o… negarse a una hermosa chance ofrecida por la rutina de la vida.
Hernando Harb
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