CHARLIE VALENTINE de Jesse V.Johnson - Hernando Harb

domingo, 19 de diciembre de 2010 en 14:00





















CHARLIE VALENTINE
de Jesse V.Johnson

Título original: “Charlie Valentine” Origen: Estados Unidos, 2009 Género: Drama, Suspenso Hablada en inglés Director y Guión original: Jesse V. Johnson Productores: Ray Cavalieri – Ted Warren Música: Marcello De Francisci – Wagner Falco Fotografía en colores y blanco/negro: Jonathan Hall Música: Cari Coughlin – Julia Sandberg Hansson Intérpretes: Raymond J. Barry (Charlie Walter Valentine) – Michael Weatherly (Danny Valentine) – James Russo (Rocco) – Tom Berenger (Becker) – Steven Bauer (Ferucci) – Valerie Dillman (Blondie) Duración: 96’ No estrenada en la Argentina Calificación: Sólo para mayores de 16 años

Violencia, ambiciones desmedidas, bellísimas mujeres, acción, formidable banda musical y un arrepentimiento tardío por un pasado lleno de culpas. Un cóctel no sólo apto para filmes de suspenso. La van a disfrutar los conocedores del buen cine. “He sido toda mi vida un inmoral. Pero odié a los que la practican”, es la filosofía de Charlie (Warren es su segundo nombre que no usa) Valentine (lo que le vale a este sesentón a punto de dejar el oficio de hampón el sobrenombre de San Valentín, que la traducción desconoce vaya a saber por qué razón). A Charlie le gustan las prostitutas como una adicción (“Son lo mejor de la creación”, repite en tanto se entretiene en besarla a la espera de que sea la próxima que lo ha de traicionar). Abandonó a María, su fiel esposa (“Ha sido la única mujer a la que amé”), y a su hijo de 15 años, que esperan su retorno en vano. Charlie se suma al mundo del hampa. Viste con una elegancia digna de un caballero, es elegante en sus maneras, calculador y frío, sabe de armas y las maneja a la perfección, colecciona corbatas, desconfía de todos, y tiene los puños tan fuertes como un joven de veinte. Pero es tarde para proseguir una carrera tan violenta. Los años pesan. Decide abandonar ese mundo con una inusual despedida: cometer un fabuloso robo a un compañero pero con la ayuda de su hijo Danny, a quien visita y le solicita sea su partenaire aunque el muchacho esté en libertad condicional y su mujer le aconseje que no escuche las reglas que su padre le enseñará para que se inicie en el cosmos del robo, el crimen y la traición (in)justificada. Padre e hijo inician la carrera. El primero para enseñarle a construir un futuro de poder. El segundo porque está harto de la pobreza y las deudas que lo acosan. El resto es una sucesión de sangre, sexo, ternuras no declaradas y rivalidades protegidas por algún policía en decadencia a la sombra de lugares nocturnos repletos de mujeres que revelan secretos al oído de su preferido cliente en los intervalos que se bambolean en un escenario que huele a sudor y alcohol. Gran trabajo de Raymond J. Barry, notable en su solapado Charlie, hombre capaz de hincarse para pedir perdón y rápido para disparar armas recortadas, previa enseñanza a un hijo que lo descubre desconcertado. (Es extraño: pero la relación padre-hijo o padre-hija parece ser una constante en la última década en los guiones estadounidenses. Algún estudioso en psicología profunda dará la respuesta acertada de este fenómeno que ya no es casualidad.) Danny es Michael Weatherly. Su rol no es tan fácil de componer, y lo hace con la atención del aprendiz y el esfuerzo de un futuro gran nombre en el cine norteamericano. Tal vez él, como el resto del elenco, le deba a la dirección de actores de Jesse V. Johnson, un hombre que maneja su relato con la furia, el desconsuelo y la tristeza de un desafortunado conocedor de las grandes ciudades y sus aledaños, donde reptan jóvenes deseosos de dinero y hartos de la humildad y pobreza de las localidades abarrotadas de necesidades. En el prólogo y epílogo de su película cumple un homenaje en blanco y negro a los policiales donde James Cagney o Paul Muni eran capaces de ofrecer sus vidas aunque sea por un perro que lo delata por devoción. Gran ocurrencia de un realizador que promete. La banda musical es otro de los aciertos: desde óperas clásicas hasta sonatas pasando por Rocks sensuales ilustran a la perfección la secuencia elegida. Hay un Rigoletto que resume el drama de una situación de abandono y despedida. (Charlie Valentine es un fanático de la música, y las óperas son sus favoritas en el pentagrama de la creación, en especial luego de hacer el amor, elegir una corbata y despedir a su casual amante oriental, que está a un paso de ser eliminada del mundo cruel que eligió vivir.). Charlie partirá en un coche moderno -a los diez minutos de iniciado el filme- para iniciar un descenso a los infiernos: revivir su pasado y reivindicarse del único modo que él sabe hacerlo.


Hernando Harb

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