SE SUICIDÓ MARIO MONICELLI - Hernando Harb

martes, 30 de noviembre de 2010 en 17:16





















UN GRANDE, MUY GRANDE SATIRIZADOR DE LA SOCIEDAD

SE SUICIDÓ MARIO MONICELLI


Quizá el último de los importantes satirizadores del cine, Mario Monicelli, falleció el lunes 29. El texto seco y sin emoción del cable comunica que el director italiano se suicidó a los 95 años arrojándose del quinto piso de un hospital romano San Juan. Padecía de cáncer de próstata.

Este hijo de un discreto periodista nació el 15 de mayo de 1915 en Viareggio, Toscana. Se encontró con la muerte el lunes 29 a las 5:59 a.m.

Su último trabajo para el cine fue un corto, “La nuova armata Brancaleone”, filmado a principios de este año coguionada con Mimmo Calopresti. Prefiero no figurar en los créditos del guión. Es un hermoso corto que dirigí con esfuerzo gracias a mi grupo de amigos”, declaró antes de internarse.

Fue un hombre que se encargó de satirizar a la sociedad en todos sus órdenes, sin importarle las clases sociales, sólo retratando sus grandezas e imperfecciones, con la ternura depositada en el profesor trotskista de “I compagni” (“Los compañeros”, 1963), o con la benevolencia de los ladronzuelos de “Rufufú” (1963, una burlona sátira al famoso policial de Jules DassinRififí”, 1955, conocida en la Argentina como “Los desconocidos de siempre”.

No hay duda, fue un certero retratista de un mundo social en crisis permanente, con sus vaivenes, polarizaciones, risas y llantos. Ex militante socialista, los años lo enfrentaron con el espejo del mundo y se dejó vencer por las oscilaciones comerciales irreparables en un medio difícil como es la industria del cine.

Lo que no le impidió filmar una maravillosa biografía sobre el música preferida por su colega Federico Fellini, Un amigo magico, el maestro Nino Rota” (1999)

o el ácido “Caro Michele” (1976, no estrenado en la Argentina, pero difundido esporádicamente por cable), donde el personaje central nunca aparecía en escena pero vivía en la intimidad de su familia, de sus amantes, de sus compañeros militantes de distintas y distantes maneras.

Tampoco hay que olvidar que logró el mejor trabajo de la maravillosa Andréa Ferréol en “Viaggio con Anita” (“Viaje con Anita”, 1979) protagonizado por la estadounidense Goldie Hawn, un relato sobre la muerte, los prejuicios y las despedidas a lo lejos en un pueblito prejuicioso.

Sus puntos más altos los consiguió con “La armada Brancaleone” y su secuela “Brancaleone y las Cruzadas” (1966 y 1970), en que Monicelli disparó sus tiros al blanco para tomar en solfa a todas las instituciones a través de épocas dispares pero donde los hombres son inconfundiblemente hombres.

Ni olvidarse, es imposible, de “Un borghese Piccolo Piccolo” (“Un burgués pequeño pequeño”, 1971), en el que Alberto Sordi reflejaba la monstruosa venganza de un burgués dolorido por la muerte de su hijo.

Es cierto, Mario Monicelli fue un gran hombre de cine. Pero como tal siempre reconoció la enorme colaboración de su “armada Brancaleone” en los guionista Agenore Incrocci y Furio Scarpelli, un dúo conocido en el mundo de la creación de guiones maravillosos como Agge & Scarpelli. “A ellos les debo mis mayores éxitos. Son incomparables. Fueron más que mis hermanos, más que amigos míos, los he amado. Es que los guionistas son esos ignorados que debieran tener mayor propaganda, o tanta como la del responsable de la dirección”, comentó en un Festival de Cine marplatense cuando nos visitó para presentar su discreta “Las rosas del desierto” (coguionada por la desaparecida recientemente Suso Cecchi d’Amico, otra gran amiga de Monicelli.

El tándem Agge & Scarpelli está unido al nombre de este magnífico retratista de su época, un satiricón admirable, capaz de compartir con Fellini, Visconti y De Sica en la espléndida “Bocaccio ‘70” (1962) con un episodio con el aroma de los perfumes juveniles corrompidos por la sociedad industrial denominado “Renzo e Luciana”, con un reparto de debutantes. Enfrentó a las grandes estrellas de aquel filme, sin inmutarse. Las lógicas consecuencias fueron imaginables: se cortó el episodio y el filme se exhibió como una trilogía. Los que hemos visto el corto de Monicelli nos permite comprobar la ceguera de los distribuidores y el desamor por una de las artes más bellas: el cine.

Ese cine que acunó a Mario Monicelli y a su “armada de desconocidos de siempre” como fue Aggie & Scarpelli.

Toda despedida es triste. Pero algunas duelen más que otras.


Hernando Harb

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