HACHIKO 2 (Siempre a su lado) de Seijiro Kûyama- Hernando Harb

jueves, 11 de noviembre de 2010 en 18:52






















HACHIKO 2

(Siempre a su lado)

de Seijiro Kûyama


Título original: Hachikô monogatari

Origen: Japón, 1987

Género: Drama

Hablada en japonés

Dirección: Seijiro Kûyama

Guión original: Kaneto Shindô

Guión: Kaneto Shindô

Producción: Toshiro Nabeshuna – Jun’ichi Shudô

Música original: Tetsuji Hajashi

Fotografía en colores: Shinsaku Himeda

Montaje: Mitsuo Kondô

Intérpretes: Kaouru Yachigusa (Shizuko Ueno) – Mako Ishimo (Chizuko) – Yoshi Kat^(Kondo) – Matsumi Harukowa (Hashimoto)

Duración original: 107’

Duración del DVD en la Argentina: 80’

No estrenada en la Argentina

Calificación del DVD: Apta para mayores de 15 años


Esta hermosa película japonesa no fue distribuida en nuestro medio (e imagino que en una gran parte de Occidente) porque fueron comprados sus derechos para hacer una versión estadounidense debido al éxito obtenido en su país de origen. Y como el público norteamericano es tan aficionado a los animales domésticos (en este caso un can) y a otros no tanto (como lo saben los aficionados a dos canales de cable en la Argentina) decidiendo hacer una remake. Es cierto que un poco tarde, en 2009, con el título de “Siempre a su lado” (dirigida por el sueco radicado en USA Lasse Halstroom y coprotagonizada por Richard Gere), que resultó una encantadora historia “basada en hechos reales” y obtuvo un apreciable éxito en los cines locales. Se lo merecía.

Pero el “olfato” de los distribuidoras no es el de los perros de la raza Akita Inu ni del Mastín Napolitano ni del Doberman. Como va dirigido a ese medio “antiestrés” que se llama dólar optaron por no difundir la versión original, que es más superior, sutil e inteligente que la remake. Lo lamento (no por la falta de sentido de los distribuidores) sino por el público local que debe conformarse con una versión en DVD mutilada, pero que aún conserva sus valores artísticos.

Se conoce que es una leyenda urbana, ubicada en los años ’20, antes de una de las contiendas bélicas niponas (la que estalló en 1935), y bque trata de la relación de amor entre un hombre maduro (un profesor de técnica superior, en la norteamericana enseñaba música) y un hermosísimo perro de la raza Akita al que bautizan como Hachikô (referencia al cabalístico número “ocho”, dato que se mantiene en la adaptación de USA).

La relación es tan apasionada entre ese hombre que no encuentra el afecto necesario en su hogar (una hija que se casa, embarazada y enamorada; una esposa fría y celosa sobre todo del perro al que considera un intruso) y ese animal de aspecto de “peluche”, muy dócil pero al que ciertos veterinarios distinguen como dominante y excelente guardián.

Hay una comunión tal entre hombre/animal que el escritor y guionista Kaneto Shindô (director de cine, de quien vimos las formidables “La isla desnuda” y “Onibaba” en los años ’60) se ocupa en describirla con una sutileza inteligente, en la que la relación padre/hijo no está ausente y el enlace es casi amorosamente humano.

Lo particular del filme nipón de Seijiro Hôyama es que sólo emplea menos de la mitad de la duración de la trama en desarrollar el vínculo truncado por la muerte del hombre. La otra parte no se limita a la espera constante de Hachikô en la tradicional estación ferroviaria de Shibuya donde despedía a su dueño. Y en la que terminará después de casi siete años ante la asombrada mirada de transeúntes y hasta de la intervención de un periodista que va detrás de las notas pintorescas.

No. Para el escritorShindô la trama no es tan elemental y recurrente a l sentimentalismo típico de esta clase de películas.Se decdica a describir las reacciones vastas (y bastas) de los humanos ante el solitario can que espera con una fidelidad admirable el arribo de ese hombre que lo ha querido como nadie en ese mundo en el que cohabita tan inhospitalariamente.

Está la obesa que acaricia al gato en sus faldas y provoca el ataque cardíaco de su marido al rechazar el alojamiento de Hachikô; la hija, quien no recuerda que el perro fue adoptado por un pedido de ella; y, sobre todo, la viuda, capaz de compadecerse pero de huir culposa del sucio guardián que agoniza en el andén (se la verá “criando” a otro perro en una casa solitaria al borde de un río).

Tierna (sin terneza), poética (sin golpes bajos) y en especial dirigida con esa destreza tan oriental de no ahorrar el contexto histórico para ubicar las pasiones dominantes aunque sólo repercutan en un perro y un profesor ausente para siempre.

Búsqueda en un buen video. No se va a arrepentir, aunque lamentará el tijereteo del metraje. Todo sea por el amor (¿y qué otra cosa pueden decirnos que es?) de Hachikô y su fiel conducta que intenta vencer lo invencible.


Hernando Harb

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