ANNAPOLIS de Justin Lin - Hernando Harb

domingo, 7 de noviembre de 2010 en 14:18





















ANNAPOLIS

de Justin Lin


Título original: Annapolis

Origen: Estados Unidos, 2006

Género: Dramática/Acción

Hablada en inglés

Dirección: Justin Lin

Guión original: David Collard

Producción: Damien Saccani - Mark Vahradian

Música original: Bryan Tyler

Fotografía en colores: Phil Abraham

Montaje: Fred Rasking

Intérpretes: James Franco (Jake Huard) - Tyrese Gibson (cole) – Jordana Brewster Ali) – Brian Goodman (Bill Huard) – Charles Napier (Subt.Carter) –Roger Fan (loo) –Wilmer Calderón (Estrada)

Duración original: 103 minutos

No estrenada en la Argentina

Distribuida en DVD

Calificación: Apta para todo público


Es un filme con un (excesivo) parecido a “Reto a la gloria” (“Oficial y caballero”, 1982, del diestro artesano Taylor Hakcford). No le hace mucha mella. El taiwanés Justin Lin (responsable de alguna de la serie “Rápido y furioso”) cuenta con la inestimable colaboración de un guionista original, David Collard, para esconder similitudes e incorporarle agregados originales que la conviertan en una película bastante lograda, apta para los aficionados a los filmes de acción y drama, con un personaje émulo de Rocky para quien la voluntad es muy importante para vencer trabas en la vida siempre con la ayuda del prójimo amado.

Está claro. No va a figurar en ninguna lista de antología, pero no merecería pasar inadvertido porque tiene lo suyo.

El joven Jack es un obrero naviero, humilde trabajador como su padre, un viudo que lo subestima y prefiere que siga su redituable oficio en una localidad de Filadelfia muy humilde. (Es llamativa la cantidad de filmes estrenados con una temática donde el enfrentamiento -en distintos grados- entre padre-hijo aparece como resorte primordial o subtrama.)

Ha vivido a orillas de un río observando el edificio de Annapolis, la Escuela Naval, donde su madre desearía enviarlo y que da origen a una promesa que Jake cumplirá más allá de los amores patrióticos.

Con una partitura original de Bryan Tiler (capaz de provocar la envidia de Bill Conti) vemos al muchacho incorporarse al mundo de la oficialidad de la Marina. La trama desarrolla todo su primer año de estudio, su triunfo como un cadete rebelde, justo y grato compañero luchando contra el temperamento de un superior, el negro Cole -buen trabajo deTyrese Gibson- y las arbitrarias órdenes de tenientes insoportables y hasta de una muchacha oficial, enamorada de Jake.

Sí, muy previsible pero presentado en forma original con unos diálogos magníficos y una cámara que de a ratos se convierte en protagonista, es lo que ocuure en las espléndidas escenas de sabotaje que, si bien no están a la altura de “Toro salvaje” (“Raging Bell”, 1980, de Martin Scorsese) logran una tensión considerable y unos planos y contraplanos exactos para crear el necesario dramatismo. Y lo logra Lin con creces. (A tomar en cuenta.)

Precisamente, el hecho de que el mundo del boxeo irrumpa en el relato hasta convertirlo en una película dominada por ese deporte, hace de “Annapolis” un filme para tomar en cuenta. Porque como dice el entrenador Carter (un subestimado pero siempre eficiente Charles Napier) el cuadrilátero es el microcosmos donde se juegan los desafíos, las derrotas, en fin, quiénes somos, que es la meta del ex obrero y cuyo logro depende de dudas, cobardías y el afecto de los atribulados protagonistas secundarios que creen en él.

El trabajo central de James Franco es muy interesante, conviene escribir su nombre en una carpeta de la computador con el rubro de promesas), lo mismo del maduro Brian Goodman, encargado de sobrellevar el nada fácil papel de progenitor tozudo.

Llama la atención cierto tufillo a racismo, tal vez inconsciente, delatado en los personajes del delator Loo, del colérico teniente y boxeador Cole, y sobre todo en el gordito acomplejado que intenta suicidarse para no defraudar a su familia. Menos mal que parece corregirse en la resolución, pero de modo inconvincente, máxime si un oriental es el encargado de la dirección.

Los adictos a la acción, al típico personaje estadounidense que obtiene victorias merced a la voluntad y a las escenas muy bien hechas de boxeo ésta es una película para ellos.

No hay otro objetivo. Ni pretendió ganar Oscar en su momento. Es una pena que la distribuidora no la estrene y la legue al mercado del DVD. Es un error, comparando con tanta insignificancia filmada en tridimensional que está fatigando a pasos agigantados.

Es un consejo no sólo comercial, también va dedicado a un vasto público atiborrado de falsos filmes de acción en montañas y sacrílegos rituales a los que piratas o héroes de pacotilla intentan redimir.


Hernando Harb

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