EL OCASO DE UN ASESINO de Anton Corbijn - Hernando Harb

jueves, 14 de octubre de 2010 en 7:05



















EL OCASO DE UN ASESINO

de Anton Corbijn


Título original: “The American”

Género: Thriller

Dirección: Anton Corbijn

Guión: Rowan Joffe

Sobre la novela “A very private gentleman” de Martin Booth

Producción: Jill Green – Waney Carey – Anne Wingate – Grant Heslov – George Clooney

Música: Herbert Gronëmeyer

Montaje: Andrew Hulme

Fotografía en colores: Martin Ruhe

Casting: Beatrice Kruger

Intérpretes: George Clooney (Jack/Edward) – Violante Placido (Clara) – Bruce Altman (Larry) - Irina Björklund (Ingrid) – Paolo Bonacelli (Padre Benedetto) – Filippo Timmi (Fabio) – Johan Leysen (Pavel) – Lars Hjiel (The hunter)

Hablada en inglés e italiano

Duración original: 105’

Fecha de estreno en la Argentina: 14 de octubre de 2010

Calificación: Sólo para mayores de 16 años

Es un thriller. O pretende serlo. Con un guión inexistente basado en una novela del escritor y poeta inglés Martin Booth (fallecido en 2004), que merecía mejor destino.


El holandés Anton Corbijn viene de filmar algunas mediocridades (como “Control”, 2007) y un montón de videoclips para conjuntos musicales famosos (U2, Depeche Mode). Detrás de las cámaras debió mantener un modesto desempeño de cortos televisivos para difundir la música de cantantes modernos. Aquí no alcanza ni la categoría de artesano incumplidor de lo que indica el guión de turno.

Los tiempos muertos, abundantes en la inconexa trama, los cubre el fotógrafo Martin Ruhe, quien tiene a favor hermosos paisajes de un pueblito italiano, con sus callecitas y edificaciones escalonadas, y un poco de nieve sueca en los primeros tramos. Mucha montaña, poca acción. Demasiadas carreteras, ningún suspenso. Ni siquiera ayuda la débil banda musical, de la que se destaca la insólita inclusión de una canción popular de Carosone (“Tu vuò fa’ la americano”).

Si por instantes la historia hace recordar a un filme de Jean-Pierre Melville (“El samurai”, 1967, con Alain Delon) es pura casualidad. La trama se inicia en un paraje blanco de Suecia cuando el mercenario Jack cumple con su trabajo de asesinar con destreza. De inmediato, su contacto lo envía a un pueblito italiano pacífico y tan solitario que parece que sus habitantes hacen una siesta larguísima o ven muchas telenovelas sin ser molestados. Es un desierto de piedras antiguas y casitas de fachadas coloridas, lleno de recovecos y balconcitos sin flores.

Tiene una misión tan riesgosa que ni el espectador se entera ni siquiera al término de la película. Se verá que cobra muy bien. Todo se desarrolla con una monotonía que puede crispar al más paciente de los humanos. Hace gimnasia, prepara un arma compleja (silenciador incluido) sobre la mesa de la cocina y pese a los consejos de su jefe de no entablar ninguna relación se hace amigo del párroco (un cura parecido a Aldo Fabrizi) que tiene un hijo que trabaja como “doctor de autos”. El sacerdote se da cuenta de que Jack es un “pecador que debería sincerarse con Dios” pese a ser “de esos americanos que se desinteresan del pasado y sólo viven el presente”. Pero el asesino profesional permanece inmutable, le contesta que Dios no se interesa en hombres como él, comen guiso juntos y saborean brandy al aire libre. Nada de interés.

Hasta que el matón que compone George Clooney con su mirada de jugador de póquer en un lugar equivocado, conoce a una mujer sensual y su corazón late al compás de su arrepentimiento por su marginalidad que lo hace pensar en jubilarse y disfrutar de un poco de paz (“Los hombres que ansían vivir pacíficamente es porque han sido pecadores”, sentencia el cura).

Jack va y viene. Sigue con sus ejercicios físicos, practica tiro al blanco, su amante lo descontractura como masajista experta. Así pasa la hora y media del filme distribuido por Sony Pictures. Además no puede dormir sin tener pesadillas, culpa de la conciencia de cuarentón enamorado. En suma, es un solitario que quiere dejar de serlo. Claro, es un poco tarde.

El guión está lleno de cabos sueltos. Va uno como ejemplo: no se sabe cómo la tiradora que va a matar a Jack en una procesión conoce que su presa se va a encontrar con su amante en plena manifestación dedicada a la Virgen. Hay otros más gruesos, pero es preferible no delatarlos porque es el único entretenimiento con que cuenta el espectador para dejar transcurrir esta película inclasificable.

Si hay algo destacable son los semidesnudos de Violante Placido, que debieron figurar en una edición estándar pero disfrutable de Playboy.

Clooney, eso sí, no luce su sonrisa de experto timador. Como coproductor se debe de haber enterado que su desdichado rol no daba para socarronerías coloridas en un escenario que no se parece en nada a Las Vegas.


Hernando Harb

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