EL INMORTAL de Richard Berry - Hernando Harb

jueves, 21 de octubre de 2010 en 14:51











EL INMORTAL

de Richard Berry


Título original: L’immortel

Francia, 2010

Género: Acción

Hablada en francés

Dirección: Richard Berry

Guión: Richard Berry

Adaptación: Eric Assous – Richard Berry

Sobre la novela homónima de Franz-Olivier Giesbert

Producción: Luc Besson

Música: Klaus Badelt

Fotografía en colores: Thomas Hardmeier

Montaje: Camille Delamaire

Intérpretes: Jean Reno (Charly Matteï) – Marina Fois (Marie Goldman) – Gabriella Wright (Yasmina) - Kad Merad (Tony Zacchia) – Richard Berry (Aurelio Rampoli) – Joséphine Berry (Eva) – Venantino Venantini (Padovano)

Filmada en Avignon, Vancluse, Francia

Duración original: 117 minutos

Calificación: Sólo apta para mayores de 16 años


Es una historia de venganzas. Con mucha violencia y con personajes estructurados sin maniqueísmos (hasta la mujer policía esconde una doble vida). Hay un desborde de acción, con clásicas carreras automovilísticas y choques explosivos por callecitas empedradas o carreteras recién estrenadas. De por medio, un niñito con cara angelical que sufre tanto como para perder su inocencia, una abuela buena que habla poco, una investigadora que no sabe qué hacer para descubrir a los asesinos de su marido vigilante condecorado, malvados que aspiran cocaína como un diabético come azúcar para hacer peligrar su salud y, sobre todo, amigos que se han prometido defenderse mutuamente hasta la muerte pero terminan seducidos por el poder del dinero que les da el narcotráfico en Marsella, escenario clave para el envío de mercaderías ilegales. En fin, todos los lugares comunes del mundo del cine acumulados sin dar respiro ni tiempo para ordenar la trama más o menos complicada con acertijos torpes.

Pero está Jean Reno, con su máscara, tics y voz aguardentosa de Jean Reno. Es poco para un policial francés que tiene antecedentes brillantes. Lo que sí, permite comprobar que a Luc Besson le sobra dinero para producir por lo menos dos películas mensuales. Dios da pan…

El protagonista es Charly Matteï, un ex mafioso dispuesto a abandonar su oficio y dedicarse a disfrutar de la vida junto a su familia (madre buenísima, segunda esposa con pasado indigno enterrado, un niño precioso), dedicarse a escuchar buenas óperas, rezar a su santo patrono y a recordar, de vez en cuando, el pacto que hizo con dos amigos en la juventud de defenderse hasta el final de la vida (hasta el espectador más desatento percibe que esos pactos -al menos en el cine- no son válidos, debieron pasar por alguna escribanía aún no creada en el mundo de las leyes).

En una playa de estacionamiento ocho enmascarados lo balean (22 tiros, sin contar los disparos que dan en el automóvil), están dirigido por Tony Zaccia y los motivos son por negocios con la “blanca” de alta pureza. Créase, Charly se salva, lo que obliga a deducir que los médicos franceses son de primera, y entonces es conocido como “el Inmortal”. Se dedicará a vengarse puntualmente. Tiene una duda: ¿quién es el octavo hombre que quiso terminar con sus aspiraciones futuras?. Si a esta altura, uno no se da cuenta de quién es, la culpa es ha visto filmes policiales hace varias décadas.

Se hace amigo de una mujer policía, Marie Goldman, convertida en dipsómana y otras adicciones por no poder atrapar a los criminales de su marido, que son –sí, ya se sabe- la troupe-de Zacchia, que tiene una puntería espantosa, aspiran cocaína cada cinco minutos, pero -eso sí- aman a sus respectivas familias. El hogar es el pretexto de los insensibles a la hora de ser descubiertos.

Lo que sigue es tan previsible como saber de qué se va a vestir el anteojudo periodista Clark Kent en el baño del periódico donde trabaja.

Hay algún diálogo recordable: “La única victoria es la paciencia”, pronunciada por Reno con convicción al comienzo de los más de cien minutos que dura el filme.

O por ejemplo la el monólogo playero con un gatito al que le da de comer: “No te doy alcohol porque tuve un perro borracho que se murió de tanto tomar”. Hasta “el inmortal” en su soledad tiene inspiración y ternura, aunque más no sea por un felino doméstico. También distrae algún casamiento pintoresco y hasta un entierro musulmán bien fotografiado.

Para recordar (mal): Charly penetra en la fortaleza de los enemigos arrastrándose entre alambrados con más púas con que la cruz de Cristo para recuperar a su hijito secuestrado, y merced a la (in)hábil montajista aparece justo sobre el capó del coche en el que un malvado traslada ala pequeño para darle muerte. Insensateces de guionistas apresurados que, para colmo, son culpa del director Richard Berry en su doble oficio.

Berry es un caso perdido. Esta es su cuarta película detrás de las cámaras (sin contar un trabajo para TV y un episodio en un filme para el olvido), pero además es actor (en esta hace un rol importante) de casi un centenar de títulos. Comenzó siendo un actor carilindo pero a medida que fue perdiendo el pelo se despojó de ideas y dejó la originalidad con cada lavado de cabeza.

Otra explicación no es admisible ante tanta mediocridad esparcida. Por más que el fondo musical sea muy bueno y la fotografía rutinariamente buena.

Para terminar: hay un venal jefe de policía que repite motivaciones personales nada moralizantes en tanto descuelga un retrato de Nicolás Zarkozy. Un detalle (casi al final) que conviene no analizar…


Hernando Harb

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