HUSH de Mark Tonderai - Arnaldo H.Corazza

sábado, 18 de diciembre de 2010 en 16:15




















HUSH
de Mark Tonderai

Dirección: Mark Tonderai
País: Reino Unido
Año: (2009)
Duración: 91 min.
Género: Thriller
Guión: Mark Tonderai
Producción: Mark Herbert
Música: Theo Green
Fotografía: Philipp Blaubach
Montaje: Victoria Boydell
Fecha Estreno: 13-03-2009
Estreno en España: 2009
Reparto: William Ash, Christine Bottomley, Andreas Wisniewski, Claire Keelan, Stuart McQuarrie, Robbie Gee, Peter Wyatt, Sheila Reid, Shaun Dingwall.

Cansado e irritado, Zakes Abbott conduce por la autopista junto a su novia Beth que duerme a su lado. Un camión blanco está a punto de chocar contra ellos y Zakes lo persigue con rabia para ver asombrado como su puerta trasera se abre y aparece una mujer aterrorizada y ensangrentada. Antes de que pueda dar un segundo vistazo, la puerta se cierra y el chico se queda preguntándose si lo que vio es real o imaginación suya. Llama a la policía y Beth se enfada con él por no haber hecho más. Después de parar en una gasolinera, Beth desaparece y Zakes comprende que el conductor del camión blanco se la ha llevado también. Empezará así un juego del gato y el ratón por la autopista desierta.

Se trata de la opera prima de este Director ingles, con un resultado casi decepcionante. Y digo decepcionante, porque el film tiene buenos momentos, sobre todo al principio. Luego todo se va tornando aburrido, inclusive las escenas de la parte final del film. Las actuaciones son mas o menos correctas. La persecucion del camion blanco por parte de Zakes, donde estaria secuestrada su novia, se torna por momentos tediosa, y aburrida. No creemos que con este film Tonderai haya ingresado al mundo del gran cine, habra que esperar nuevas propuestas superadores. Solo para los amantes del genero.


Puntos de 1 a 5: 2 puntos

ARNALDO H.CORAZZA

OTRA VIDA de Philip Goodhew - Hernando Harb

en 15:25














OTRA VIDA
de Philip Goodhew

Título original: “Another Life” Origen: Reino Unido, 2001 Género: Drama Hablada in inglés Dirección y Guión (original): Philip Goodhew Producción ejecutiva: Chris Craib Coproductor: Lora Fox Gamble Música: James McConnell Fotografía: Simon Archer Montaje: James Trevil Intérpretes: Natasha Littl Edith Thompson) – Nick Moran (Percy Thompson) – Ioan Gruffud (Frederick) – Tom Wilkinson (Mr. Carlton) Duración: 101’ No estrenada en la Argentina Calificación: Sólo para mayores de 16 años

A no dejar desviar la atención del nudo central de este drama real de amor pasión. La época: década del 20/30. En Inglaterra se aplicaba la pena capital: ahorcamiento. Plena sociedad victoriana (hipócrita, eufemismos reinantes, secretos pasionales, relaciones clandestinas dominadas por un machismo exacerbado, jóvenes muchachas con fantasías escondidas, negocios manejados por hombres). Los hechos son reales, dirigidos por un sorprendente Philip Goodhew (en su segundo filme), quien es autor del guión. La historia transcurre en plena sociedad victoriana, con el dominio del hombre y la mujer sujeta a preceptos paternos. Cualquier espectador desorientado puede suponer que es un filme en contra de la pena capital. Error. El drama del trío Edith, su esposo Percy y el joven Frederick ocurre (ocurrió y ocurrirá hasta que el ser humano no se libere de esas creación insertada en el inconsciente colectivo llamada amor pasión y que se nutre de las prohibiciones, fantasías represoras y demás sentimentalismos inaugurados en la época de las Cruzadas cuando los grandes señores partían para evangelizar y dejaban a sus mujeres con la compañía de adolescentes trovadores castos bajo la consigna del amor romántico, hecho de canciones, jamás concretado, dominado por el designio de la prohibición. Toda una relación vivida por Romeo y Julieta, Bonnie y Clyde, y cualquiera de los nombres que la prensa ofrece a diario para describir crímenes impulsados por los celos, esos diablillos que hacen de las suyas en la cocina del inconsciente colectivo y que conducen (siempre) a un trágico epílogo. Aquí Natasha es una chica sensible, fatigada por la rutina de su pueblo, trabajadora de una cartonería, primero, y luego en una sombrería bajo las órdenes de Mr.Carlton (excelente Tom Wilkinson) un maduro que comprende a esta criatura flaubertiana en busca de novedades y libertades que les son prohibidas por prejuicios dictados por la época. Conoce Percy, un “partido” con el que se casa y resulta un represor en todo sentido (sobre todo en el plano físico). Con el tiempo se reencuentra con un chiquilín (Frederick) convertido en hombre y del que está enamorada su hermana mayor. Edith y Frederick se miran. Basta eso para que el coup de foudre, ese amor a primera vista dignificado por las canciones modernas y por libritos con mujeres que perdieron la llave del cinturón de castidad vaya a saber en qué bochornoso habitáculo de su inconsciente. Percy sabe de las apasionadas relaciones de su mujer, pero no le concede el divorcio. Es el clásico adorador de la venganza y de la soberbia. Frederick viaje por su profesión a países orientales. Tiene relaciones físicas, pero no deja de amar a Edith. Ella le escribe cartas novelescas donde fantasea con el asesinato del cónyuge: arsénico en dosis, vidrio molido en las comidas y otras terribles divagaciones que imagina pero despierta la posible realización en el amante. El amor pasión, ese invento del siglo XII instalado en el imaginario colectivo cuando los señores partían a evangelizar en las Cruzadas y dejaban a sus mujeres en los castillos bajo el cuidado de adolescentes trovadores con la consigna de mantener la pureza ya toda costa. Diana de Poitiers fue una de las responsables de ese sacrilegio físico que fuera sacralizado en el siglo XV por la Iglesia renacentista y se acomodara en las alcobas matrimoniales. Coup de foudre o amor a primera vista, es un asesino instalado en nuestras vidas. Las consecuencias: nunca son buenas, al contrario. Ya lo demostraron en el cine los integrantes de la nouvelle vague, Vicente Aranda (un soberbio español con “Amantes”, “La pasión turca” y otras más, cientos de títulos que van cavando esas evitables de pasión, celos y muerte. No tiene que ser en vano. El filme de Goodhew se afana en demostrarlo. Edith Thompson es víctima de su fantasía pero inocente de un crimen, claro, los magistrados consideran sus “adúlteras misivas” como una clara confirmación para conducirla a la muerte, aunque el desdichado Frederick jure y recure que es inocente. La sociedad la condena. Los celos dominan el mundo habitado por Virgina Woolf. La costra del amor pasión no debe expandirse, nos dice este excelente director y guionista de quien esperamos otras creaciones dignas de esta “Another Life” que tritura el alma. Grandes actuaciones, una fotografía impecable y un mensaje que alerta (una vez más) a los compungidos habitantes de esta tierra desposeída de auténtico amor, el del perdón, el del comprender al prójimo elegido para querer, el del respeto bien entendido que desconoce las maniobras de la diosa de la venganza, esa serpiente que se descuelga del árbol en cuanto nos descuidamos y tenemos ganas de comernos una manzana, el fruto del Bien y del Mal.


Hernando Harb

MURIO BLAKE EDWARDS - Hernando Harb

en 8:46





















UN DIRECTOR INOLVIDABLE
SE DESPIDIÓ BLAKE EDWARDS, UN HOMBRE DE LUJO

A los 88 años de edad, se despidió de la vida Blake Edwards. La causa del deceso: derivaciones de una neumonía. Fue el miércoles pasado, en Mónica, California, donde Blackie –su sobrenombre- cerró los ojos para un mundo que estaba en constante desmoronamiento. Porque entre risas y gritos, con música de jazz, sus personajes vestidos de marinos, prostitutas, damas de alta alcurnia, caballeros millonarios, rufianes de cabaret, mujeres acosadas por un asesino y un desfiles de seres presididos por un invitado hindú a una fiesta por error Edwards vio siempre a un mundo que en sus ficciones finalizaba totalmente distinto al que era cuando comenzaban los primeros minutos del relato. Y el espectador contemplaba absorto, a capitanes desesperados por las tonterías devastadoras de aprendices que odiaban al submarino en el que debían viajar, a señoritas ambiciosas que desayunaban un emparedado ante la vidriera engalanada de joyas y se disponía a quitarse su modorra de juergas en los brazos de un gigoló que reconocía que el mundo era una jungla que apestaba, a invitados indios que sin querer hacían desmoronar un estilo de vida hasta el disparate y el desmayo, a todos de la mano creativa de un realizador que –se notaba- quería un mundo más humano, menos desesperado, más abierto, donde Víctor pueda ser Victoria (o al revés) ante el aplauso afectuoso de un policía -gordo, fortachón y de bigotes-enamorado de un homosexual que bailaba con un clavel apretado entre los dientes. Ése era -cuesta emplear el tiempo pasado- el formidable director, el sutil guionista, el esporádico actor de reparto y el afectuoso creador de seres de cuyos errores emergían triunfos, y él parecía darles una caricia en la cabeza, con la ternura del que perdona sus equivocaciones en una escenografía creada por gente que no comprendía el entorno destartalado que Claudine Longet con una sonrisa, unos rasgueos de guitarra y una voz de terciopelo despedía enamorada de un hombre cuyos apremios físicos no le impedían conmoverse ante tanto encanto. Nombrar los mejores títulos de su enorme filmografía puede ser reemplazada con mencionar a sus personajes: el inspector Clouzot en su saga atormentando a la policía francesa que no descubría nada salvo merced a los errores del seguro investigador al que hasta los objetos le impedían tener calma un instante; a Holly, esa muñequita de lujo nacida de la imaginación de Truman Capote, capaz de comprender que un desayuno ante la más lujosa joyería no era su felicidad aunque el hambre la misma que acosaba en París a Victoria Grant- la obligaba a recurrir a tretas; a Kelly, la acosada de “El mercader del terror” (1962) sólo tenía esperanzas en la astucia del policía “Rip” Ripley para descubrir al asesino en un estadio deportivo, que equivalía a buscar una aguja en un pajar; a los militares que debían soportar el juicio emitido por la pregunta “What Did You Do in the War, Daddy? “; o al matrimonio Cley destruyendo su amor entre vinos y rosas sin consuelo hasta casi perderse el uno al otro en un universo etílico en ruinas. Y así se podría seguir recordando a la chica 10 en su noche de sexo desparejo y descubriendo que la belleza no tiene mucho que ver si no hay amor. O al dúo Willis-Gardner en un boulevard que aún tenía los vestigios del muerto flotando en la piscina asesinado por luna orate gloria de Hollywood que deseaba la resurrección de la fábrica de sueños con un amante joven que -muerto- rememoraba el pasado: “Sunset” (1988), gran homenaje de Edwards a un gran colega Billy Wilder . La crónica se limita a recordar que un estupendo realizador nació un 26 de julio de 1922 en Tulsa, Oklahoma. Los que lo admiramos (¿y por qué no?) amamos preferimos pensar que se despidió hasta volver a encontrarlo en cada uno de sus filmes. Viendo que el mundo debe mejorar. Que la vida es una carrera enloquecida de coches que se dirigen a un progreso entre peligroso y victorioso. Entre flores, ambigüedades, mujeres comprensivas que se disfrazan de hombres y algún policía que cree que la justicia puede ser reformada para bien. Blake Edwards estuvo siempre acompañado por su esposa (Julie Andrews) y sus dos hijos adoptivos. Y en la repisa de alguna habitación suspiraría mágicamente el Oscar que la Academia de Hollywood le dispensara en el año 2004 como un premio a su carrera. Blackie, el mundo puede mejorar y ser una fiesta inolvidable lejos de Tiffany’s y con la compañía de un Clouseau agradecido.

Hernando Harb

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