LAS PERVERSIONES DE LIVIA o “BLACK ANGEL” de Tinto Brass - HERNANDO HARB

sábado, 9 de octubre de 2010 en 16:10





















LAS PERVERSIONES DE LIVIA o “BLACK ANGEL”

de Tinto Brass


Título original: “Senso ‘45”

Italia, 2002

Hablada en italiano y alemán

Género: Drama erótico

Dirección, Guión y Montaje: Tinto Brass

Basada en la novela “Senso” de Camillo Boito (*)

Productor: Giuseppe Colombo

Fotografía (en colores y en blanco/negro): Daniele Nannuzzi

Dirección de Arte: Carlo De Marino

Música compuesta y dirigida por Ennio Morricone

Vestuaristas: Alberto Moretti y Alessandro Lai

Intérpretes: Anna Galiena (Livia Mazzoni) – Gabriel Garko (Helmuth Schultz) – Franco Branciaroli (Ugo Oggiano) – Antonio Salines (Carlo) –Erika Savastani (Emilietta)

Duración original: 128’

Estreno en Italia: 12 de abril de 2002

No estrenada en la Argentina.

Distribuida en video por SBP con copia original.


La primera sorpresa es descubrir que el título elegido para du distribución en video en la Argentina no es el verdadero: “Senso ‘45” es el real. La segunda es descubrir que se trata de una remake de un maravilloso filme de Luchino Visconti de 1954 (**). Hay más, tratándose de un cine hecho por Tinto Brass no podía ser de otro modo.

La famosa novela de Camillo Boito, como era de esperar, sufrió alteraciones pero el corazón maltrecho de la historia se mantiene.

Desde ya la época es otra. Estamos en 1945, meses antes de la caída del fascismo y la derrota nazi. Livia Mazzoni (mantiene el nombre de la novela, no así el apellido) es una hermosa mujer de 40 años de edad, casada con un un colaboracionista encargado de hacer negociados con los bandos hitleristas y, por supuesto, con los “camisas negras”. El marido es obeso, inescrupuloso y sus prácticas amorosas le producen rechazo a su mujer, quien durante una función teatral (alterada por grupos rebeldes) conoce a un joven teniente alemán, Helmut Schultz (***), un rubicundo con exceso de maquillaje que le produce un coup de foudre con sólo mirarlo (hasta cuenta en off que con apretón de manos Livia tiene un orgasmo).

Es el estallido del amor-pasión. El militar capta la reacción femenina. Es un mujeriego consumado, un adicto al juego y aspirante a desertor, pues intenta reunir dinero para obtener una salida ilegal de las filas nazis.

Como en los filmes de Brass la protagonista domina el relato.

Su amor comparado con “la pasión turca” padecida por Ana Belén en el filme de Vicente Aranda es Gulliver al lado de un liliputiense (****).

Con una fotografía deslumbradora, unos travellings magnificados por el editor/director/erotómano y un fondo musical creado por Morricone -más dos temas musicales cantados por Marlene Dietrich- los pormenores de la relación se detallan y provocan arritmia hasta en el más sano espectador. Los íntimos estallidos pasionales tienen secuencias dignas de figurar en las páginas doradas del cuaderno de bitácora de ese navegante de aguas lascivas que es Brass. Una de ellas es una relación anal en el balcón de la garçonière veneciana del militar: mientras Livia es poseída, Helmut grita estar penetrando a Hitler, Mussolini, Stalin, a la Santa Iglesia Católica y demás instituciones (se le olvidó el famoso fumador de cigarros, don Churchill). Los resultados del goce mostrados y subrayados con palabras (cultas y en off) de Livia son envidiables. Tanta ideología combinada con un ejercicio físico-sexual aireado por la brisa veneciana sólo el director de “Calígula” podía sortearla con tanta desmesura y sensualidad. Justo es admitirlo (despropósitos aparte e inevitables links con algún excelente título de Bernardo Bertolucci).

Lo que sigue puede ser intuido: muchos espejos en la cabecera de las alcobas, amantes higienizándose con las puertas del baño abiertas para que el voyeur del DVD altere su ritmo cardíaco y un descenso a la realidad sufrido por la adúltera cuando descubre los múltiples engaños financieros y sexuales del alemán con un pelo demasiado teñido de amarillo.

Toda la historia es un raconto reconstruido como un rompecabezas en la mente de Livia que va en busca de su amante para huir de su millonario cónyuge acompañada por un amigo, Hugo, al que le ha prometido recompensarle como corresponde si aprieta el pie en el acelerador y evade las presencias de los partisanos.

El viaje está filmado en blanco y negro. La historia central en colores maravillosos debido a la pericia de Daniele Nannuzzi.

Los recuerdos de la enferma de amor fou incluyen una minuciosa orgía que deja pálida a la famosa bacanal de “Calígula”. Porque ésta era mostrada con tanta concurrencia y alboroto que las “minucias” inventadas por los orgiásticos pasaban algo inadvertidas. En este caso, los desbordes transcurren en la intimidad (es un decir) de un amplio departamento donde los invitados hacen reales sus fantasías: la de la pluma de ganso es un hallazgo. El desfile de genitales (de ambos sexos) es ininterrumpido, y la hermosura de las stunts confirma el buen ojo de Brass en materia de mujeres.

Todo alternando con algunas matanzas llevadas a cabo por los nazis ante la indiferencia de los amantes, lo que confirma que hay pasiones tan enfermizas que ni el deber ni el mínimo rasgo humanitario son capaces de aquietarla aunque sea un segundo.

Así les va.

Evidentemente, si se revisa pormenorizadamente la filmografía de Brass, autor de los guiones propios o adaptados escritos con un afán sexológico que parece aumentar a sus 76 años de edad, salta una evidente idolatrización del Poder . Un emperador ambicioso, nazis orgullosos de sus uniformes que despiertan miedo, mussolinianos provocadores de terror, son criaturas que nacen de un interior donde el dominio que ejerce el macho es total y hasta su aparente afición a mostrar esplendideces femeninas parecen insinuar una contradictoria actitud que lo delata como misógino encubierto. “Ellas” sólo pueden liberarse del dominio de lo fálico con la venganza, en el mejor de los casos con alguna conducta maliciosa o pícara. Pero todo encubre un deseo de poseer a la “mujer-objeto” a toda costa. Desnudarla hasta la la exuberancia que ofrece lo obsceno (un prestigioso crítico (*****) lo definió como “el poeta de lo obsceno”.

Otra confirmación del machismo itálico de Tinto Brass es su afición por fotografiarse fumando enormes cigarros. Y obsérvese el juego que la pareja protagónica “Las perversiones…” insinúa con un habano que termina en poder del hombre.

La autoridad es del Hombre. La debilidad es de la Mujer. Si ésta se rebela es con métodos feroces (la delación, el crimen, el engaño). En toda mujer hay sueños de poseer al dueño de la Autoridad. Livia lo confirma en la relación oral: Helmut arruga en sus manos el dinero que lo salvará de la guerra en tanto ella “lo posee” hasta como ella susurra en off “hacerlo mío para siempre”.

La cuestión es que Brass es un eficiente artesano donde lo erótico puede deslumbrar ofrecido como en un paquete de regalo no precisamente navideño, pero sí para un baile palaciego cuyo final se supone tórrido.

¡Ah! La mención al libro de D.H. Lawrence “El amante de Lady Chaterley” como mediador para prácticas onanistas es lamentable. El notable escritor británico no se merecía tan penosa referencia. Ni es admisible como alusión propagandística.


Hernando Harb


(*) Excelente autor. Su novela “Livia” se desarrolla en 1866 durante la ocupación austríaca sufrida por Italia. Su novela tiene un sentido crítico (ideológicamente) a la penosa conducta de una mujer despechada que delata al uniformado que ama.

(**) Luchino Visconti filmó “Senso, un amor apasionado” en 1954. Fue exhibido con suceso en el Festival de Venecia de ese año, pese a ciertas posturas de críticos de derecha. La película tenía como protagonistas a Alida Valli, al norteamericano Farley Granger y a Massimo Girotti. Recordar que la soberbia Valli fue una de las admiradores del fascismo y una de las actrices que colaboró con el régimen del Duce.

(***) El militar encarnado por Granger lleva como apellido Mahler, en homenaje al músico preferido del director de “Muerte en Venecia”.

(****) La frase no sólo debe interpretarse literalmente.

(*****) Así lo llamó uno de los grandes críticos argentinos, Leo Sala, en el censuario “Satiricón” (segunda época).

KAW de Sheldon Wilson - HERNANDO HARB

en 16:04





















KAW

de Sheldon Wilson


KAW

Estados Unidos: 2007

Género: Terror/Suspenso

Título original: “Cuervo”

Título en la Argentina en DVD: “Cuervos asesinos”

Dirección y Montaje: Sheldon Wilson

Guión: Tom Berry – Jiles Fitzgerald

Escrita por: Benjamin Sztajnkrycer

Producción: Gordon Yang-Stefan Wodoslawky

Hablada en inglés

Director de fotografía (en colores): John Tarver

Diseño de producción: Brian Rice

Intérpretes: Sean Patrick Flanery (Wayne) – Stephen McHattie (Clyde) – Kristin Booth (Cynthia) – Rod Taylor (Doc) – Megan Park (Gretchen)

Distribuida por Reel One Entertainment

Duración original: 95’

No estrenada en la Argentina

Lanzamiento en DVD: Enero 2009

Calificación: Sólo para mayores de 16 años


Si este filme de recursos más o menos modestos, dirigido por un experto en series de televisión y hábil montajista (Sheldon Wilson) merece ser mencionado se debe a dos cualidades que lo hacen atrayente, en especial a los aficionados al terror soft:

una es su edición, la otra es su impacto preparado para impresionar por su imaginación en la secuencia del cierre.

La película se promociona como “inspirada en el clásico ‘Los pájaros’ de Alfred Hitchcock”. Demasiado, aunque se nota que Wilson es un admirador del realizador de “Psicosis”, y lo copia y homenaje hasta el cansancio mediante el magnífico manejo del montaje.

Es evidente en la escena inicial del granero. Un anciano despistado carga su carromato. Primer plano enorme de un cuervo amenazante, seguido de los ladridos de un can furioso que lo observa desde el pasto. Plano de dos cuervos sobre el techo. Plano de los ojos del hombre extrañado. Le sigue otro de un cuervo en las ramas. Y luego un paneo en el techo: hay diez kaws emitiendo graznidos. Susto del viejo. Y más planos separados por segundos de esas aves de picos que parecen hablar un extraño idioma. Se lanzan en picada sobre el dueño del campo. Y el montajista se hace una fiesta en su cuarto de trabajo con cortes justos, apenas sanguinarios, seguidos del rostro del perro que huye. Diez puntos para Wilson que cuenta con modernos efectos visuales de los que careció Hitchcock para su deslumbrante filme sobre birds invasores.

Claro, este director es un experto en material televisivo y se esfuerza en lucirse en las formas, es una pena que tanta inquietud formal no la hubiera trasladado al paquete completo escrito medio a la fuerza y con la imaginación debilitada. A excepción de algunos personajes secundarios, con matices si bien no muy originales, dignos de salir de la galería de las trasnochadas figuras del terror cinematográfico: están los integrantes de una secta que guarda el secreto del origen del ataque, pero no se animan a difundirlo porque sospechan que se trata de un castigo divino que golpea a los “ingleses” (sic); hay un chofer beodo de un camión de transporte que lleva como pasajeras a una maestra y tres niñas de carácter diverso (una de ellas es una chiquilina insoportable que llora a mares cuando descubre las consecuencias de sus berrinches): está la dueña de una inhóspita cafetería que ama en silencio al chofer dormilón y alguno que otro que despierta algún interés. El resto, es cine rutinario capaz de entretener un sábado al atardecer en la programación de un canal abierto.

Salvo, se insiste, el the end, capaz de sorprender al menos de los despistados y eso que no abundan entre los adictos a los filmes de sangre, terror y gritos.

En el reparto se luce Sean Patrick Flanery como un buen policía en su último día de trabajo porque está dispuesto a sacrificar su carrera para que su mujer progrese en una ciudad moderna como fotógrafa (lo que no saben es que debieron irse un día antes de que los cuervos visitaran el (des)poblado. También está el veteranísimo Rod Taylor aportando su experiencia como doctor (en la ficción) y su resignación (como actor) en la realidad de la “clase B”.

Muy buenas las tomas de decenas de cuervos partiendo hacia el horizonte iluminados por una luna llena prestada a Spielberg.


Hernando Harb

ENTREVISTA A TINTO BRASS - Hernando Harb

en 16:00





















ENTREVISTA A TINTO BRASS


(El siguiente es un reportaje realizado en Roma, Italia, al director Tinto Brass. Fue extraído del estupendo folleto que acompaña al DVD del film “Las perversiones de Livia”, que se ofrece en una versión sin cortes y en una copia de calidad infrecuente. El sello distribuidor, con cuya aprobación transcribimos la entrevista, es SBP S.A.)

Periodista: Se licenció en Derecho. ¿De ahí le viene ese gusto por transgredir la ley?

Tinto Brass: De ahí me viene, en efecto, la atracción por la ley el deseo de transgredirla. No me ocurre sólo a mí: se dice que fue el mismo el que hizo la ley y la trampa.

P.: Su primera película se titulaba “El que trabaja está perdido”. ¿También en Italia se hace lo que se puede para eludir ese extravío?

T.B.: En este caso es, como si dijéramos, un título-protesta, porque el título original y casi la película entera, fueron masacrados por la censura. Pero sí, el que trabaja está perdido, más o menos según la calidad del trabajo que uno tenga.

P.: En 1976 inicia, con “Salón Kitty”, su obsesión por el cine erótico. ¿Cómo le ha dado por ahí?

T.B.: Descubrí lo mucho y bien que puede utilizarse el sexo, el erotismo, como parábola de comprensión fácil y accesible.

P.: ¿No es el director de cine erótico, y casi todos lo son hoy, un voyeur de lujo? No todos los mirones tienen el privilegio de fabricar lo que quieren ver.

T.B.: Sí. Pero no es una culpa, el mismo cine nació como un fenómeno voyeurístico. El director es, en todo caso, un voyeur generoso: comparte lo que ve con los espectadores.

P:. Con “Calígula” se pasó usted mucho. Desde entonces arrastra la fama de criatura tórrida y crepuscular. ¿Qué tiene que decir a eso?

T.B.: Que yo no voy al escándalo; es el escándalo el que viene a mí. Es decir, que sólo pueden escandalizarse con mis películas los escandalosos, aunque, por lo demás, toda novedad produce algún escándalo. Ahora bien, entre el “Calígula” que yo rodé y el que vio el público hay, tras lo mucho que se ensañó con él la censura, la misma diferencia que entre el Coliseo de sus mejores tiempos y el montón de ruinas que es ahora.

P.: ¿Qué opinión le mereció el caso Lewinsky?

T.B.: Adoro a Clinton y a Lewinsky: son fabulosos. Que en ese Salón Oval se jadeara en vez de idear guerras o el modo de machacar al adversario me enternece.

P.: ¿Haría una película con eso?

T.B.: Creo que ya la he hecho: en “L’Uomo che guarda” está la escena del puro que, al parecer, ha protagonizado Bill y Mónica. No me extrañaría nada que Clinton se haya inspirado en mi película, ya sabe que la Naturaleza imita al Arte con frecuencia.

P.: ¿Tiene alguna preferencia entre Bill y Mónica?

T.B.: Sí, sí. Mónica me gusta mucho: buenas formas, desinhibición, sentido de la fantasía…

P.: ¿Y qué tipo de sexualidad cree que gasta el fiscal Starr?

T.B.: Una sexualidad perversa. Debe de ser, además, un gran masturbador y aficionado a la fusta.

P.: Ajá. “Monella”, su última película, es de los más obsecilla también ¿no?

T.B.: No: es cándida, inocente… O, cuando menos, no es pornográfica. Aunque no tengo nada contra la pornografía, creo que ésta provoca la erección, en tanto que el erotismo provoca la emoción.

P.: ¿”Monella” también es una parábola o, sin más, lo que hay?

T.B.: Claro, una parábola sobre la alegría de vivir. La vida no es sólo sufrir: es sexo, comida, colores…

P.: ¡Cómo se las arregla para convencer a sus actrices de que hagan las cosas que les manda hacer?

T.B.: Hago con ellas una actuación: la prueba de la moneda. Convoca a la actriz para que venga vestida con falda pero sin ropa interior, tiro al suelo una moneda y le pido que la recoja. Según el modo de agacharse, calibro cuál es su sentido de pudor, y si tiene mucho, lógicamente, no me vale.


HERNANDO HARB

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