LOS JÓVENES MUERTOS de Leandro Listorti -Hernando Harb

jueves, 7 de octubre de 2010 en 18:26



















LOS JÓVENES MUERTOS

de Leandro Listorti


Argentina, 2010

Género: Documental

Dirección, Producción y Guión: Leandro Listorti

Hablada en español

Duración: 70’

Fecha de estreno en la Argentina: Sábado 25 de setiembre en el MALBA de Buenos Aires

Calificación: Apto para todo público


Cerca de treinta muertes voluntarias de jóvenes ocurridas en los últimos años en una provincia de la Patagonia.

Leandro Litorti es un crítico de cine reconocido, programador del prestigioso BAFICI y en su curriculum figura haber fomado parte del equipo técnico de películas como “Nadar solo” (en la que tuvo una brevísima participación actoral) y “Como un avión estrellado”, ambas del joven realizador Ezequiel Acuña, que datan del año 2005.

Su debut en el largo como director es una documental referida a las misteriosas muertes ocurridas en Santa Cruz, todas de jóvenes suicidas, cuya motivación aún se desconoce.

Litorti, de 33 años, emprende la tarea de rodar una “investigación” audaz que termina en previsible intento fallido.

No podía ser de otra manera. Acercarse a los lugarse del hecho, toparse con las negativas de casi todos los familiares, ni tener ni un hilo de Ariadna que conduzca al Minotauro, ni siquiera una causa concreta que pueda vincular tanta mortandad debió influir en el emprendedor principiante a documentalista y postergar su tarea.

Es como si un inspector de policía debe hallar un motivo vinculante para esclarecer el asesinato de diez jóvenes. No se sabe quién las incita a suicidarse, tampoco se sabe si existe un conductor humano, se indaga y se frustran todas las posibilidades porque se topa con un absoluto silencio como ayuda, además las razones pueden ser concretas y palpables como originadas en alguna de esas razones que incuba el inconsciente colectivo, esa parte de una maquinaria interna que debería de estudiarse más y saber sobre ella todo lo que corresponde (abrevar aunque más no sea en uno de los primeros libros del gran Carl Jung). ¿Y si habría que preguntarle a un voluntarioso con personalidad digna de un Holmes vernáculo?

El abanico es tan enorme que hace de esta documental algo parecido a la lectura de la noticia abreviada en cualquier diario argentino referida a las muertes de esos jóvenes signadas por el enigma.

De lo contrario el resultado es el que depara “Los jóvenes muertos”. La nada. El silencio. Dicho de manera práctica: la inutilidad convertida en un breve largometraje que deja al espectador como ingresó a la sala. Con la misma sensación: no se sabe nada, se ha filmado sobre un tapete vacío, donde ni las cartas de las probabilidades entran en un juego sin participantes que hablen.

No basta con subrayar que todo parece un pueblo fantasma (lo que es inevitable tratándose de unas calles desoladas y de casas habitadas por gentes que cuentan con un familiar como eje de tan trágico suceso). No es suficiente cubrir la “investigación” con primeros planos mostrando algún nombre en el pupitre de un aula, o dibujado en el tronco de un árbol. Se filmaron algunas tomas en Súper 8 en el otoño de 2009. Con los brazos caídos ante tanta inercia y pasividad.

Por momentos una voz con mala dicción comenta algo digno de ser suprimido por la obviedad. Y para colmo, para cubrir un metraje que exceda la hora de duración se recurre a algunas “soluciones” que añaden confusión al hecho: la migración de los tehuelches surge (in)explicablemente huyendo del genocidio de Roca, un tema que en manos del talentoso Osvaldo Bayer toma otro matiz de seriedad, de análisis político y que difícilmente el excelente ensayista vincule terrenalmente con “los jóvenes suicidas”. Para colmo se habla de un accidente colectivo junto a un matadero que hubiese sido argumento para una documental más completa y con un asunto no divulgado como mereciera. Hasta se incluye un pacto con el diablo, lo que nos introduce al conocimiento de la psicología profunda, cosa que se evade en un santiamén.

De pronto la fallida intencionalidad se convierte en una acercamiento al cine de terror.

Y el espectador desconcertado opta por sentirse por lo menos engañado de haberse trasladado a un cine para ver en una pantalla una nota servida, cocinada y recocinada en alguna redacción con la monotonía que imprimen los días, y la condena del olvido.

Alguna comentarista escribió que se trata del documental más político de los últimos años en nuestro medio. Temerario elogio merece respeto pero no deja de apagar el asombro provocativo que la mera unión bien ensamblada de algunos vocablos puedan convencer a quien vio esta aproximación del muy joven Leandro Listarti, quien –estoy convencido- se da cuenta de sus vanos vanos intentos de indagar una terrible circunstancia y rellenarla con imágenes tan muertas como la frustración de no poder saber nada. E imaginar de todo.


Hernando Harb

LA RONDA de Ines Braum - Hernando Harb

en 17:15

















LA RONDA

de Ines Braum



Argentina, 2008

Género: Comedia

Dirección: Inés Braun

Libreto: Inés Braun

Guionistas: Inés Braun – Walter Jakob

Producción: David Alonso Garavito –Nathalie Cabiron – Ariel Winograd

Hablada en español

Montaje: Alex Zito

Fotografía en colores: Lucio Bonelli

Diseño de Producción: Inés San Martín

Vestuario: Inés San Martín

Intérpretes: Merces Morán (Mónica) – Fernán Mirás (Javier) – Sofía Gala (Lucía) – Leonora Balcarce (Julia) – Rafael Spregelburd (Luis) – Walter Jakob (Max) – Daniel Hendler (Pedro)

Fecha de estreno en la Argentina: 29 de mayo de 2008

Duración original: 95’

Calificación: Apta para todo público


En los anaqueles de un buen video de Buenos Aires puede toparse con títulos de poca repercusión que merecieron una mejor acogida al momento de su estreno. Uno de ellos es el tercer largo de la argentina Inés Braun, una comedia con el desafortunado título de “La Ronda”. Nada que ver con el maravilloso filme homónimo del alemán Max Ophüls (*) de 1950

Ni con el relativamente comercial rodado por Roger Vadim (**) de 1964. Menos con los que le siguieron aprovechando la hermosa temática original de Arthur Schnitzler.

Esta “ronda” porteña tiene menos pretensiones, lo que significa que no tenga lo suyo. Su característica principal es su diafanidad. Es una comedia que habla sobre personajes reconocibles en el ámbito ciudadano, cada uno cargando sus problemas y en la eterna búsqueda del amor.

Braun se distingue por el tono coloquial que le imprime a su tarea. Nunca cae en la desmesura y mantiene un tono de comedia aun en los momentos más adversos que viven algunos de sus fugaces personajes (el libreto es de ella con algún aporte de un coguionista que actúa en la comedia).

Si hay un defecto que marcarle son las canciones in inglés (con alguna grata excepción) que quiebran el tono general de simpatía con que se tejen los enlaces. Ése más que un detalle debió haberse revisado. En la de-construcción de la historia la banda de sonido es importante, y ese ritmo “americano” mortifica por su amenidad, aunque se alegue un homenaje a la comedia estadounidense.

La “ronda” se inicia en un bar esquinero, colorido, cuyo nombre es el mismo que el del filme. Laura (una ascendente y prometedora Sofía Gala) es una de las dos meseras. Está por ser abandonada por su novio, Javier (eficaz Fernán Mirás), quien se niega a mantener una relación formal y continuar con su trabajo de empleado inmobiliario. Hay una compradora neurótica, divorciada y solitaria Mónica (una hierática Mercedes Morán) que quiere comprar un departamento usado y el muchacho se ofrece a ofrecerle tres, además de una copa de vino. Pero en medio de un tardío escarceo amoroso el tinto mancha la alfombra y termina con tanta torpeza pasional.

La histérica toma un taxi y el chofer Luis (excelente Rafael Spregelburd) le comenta que es pintor de brocha gorda. La pasajera solicita sus servicios. Y se inicia el mejor episodio de la grata comedia. Los contrastes de empleadora y trabajador salen a la luz. Ella consume pastillas y él es un sano protagonista de una ciudad un poco alocada y querible como es Buenos Aires. Pudo haber pasado “algo”, pero no es ni el momento ni los seres adecuados.

Luis pasea por una feria artesanal y conoce a tres chicas actriz de teatro “off”. Le atrae la más linda, Julia (una muy floja Leonora Balcarce), quien lo confunde con un pintor vanguardista de cuadros posmodernos. Aquí Braun inserta unas ácidas críticas a ciertos teatro entre naïf y vacuo que abunda en los alrededores capitalinos. Pero Luis desconoce de fanfarrias insalubres y sabe de enamoramientos. La chica le gusta. Pero cuando se entera de su labor real huye y lo deja con la pasta recién hecha y el vino servido en su humilde bulín de tachero que venera el amor recuerdo del amor de sus padres fallecidos (todo un tangazo incompatible con una desubicada con arrestos de foránea mal trasplantada).

Julia quiere ser actriz y un director primerizo, Max (un acerado Walter Jakob) le ofrece un papelito de moza de bar (ésa que dice las elementales preguntas: “¿Qué se van a servir?” y “¿Algo más? El rodaje es en el simpatiquísimo bar/restorán La Ronda. Julia es un fiasco y se marcha, Pero el novel realizador se fija en… Lucía, la mesera del inicio de la historia, que se sabe los diálogos de todos y encaja a la perfección no sólo como actriz sino en el corazón del joven director, quien se la lleva en un coche mientras la palabra “fin” decorada un menú de ésos que ofrecen las casas de comida, pero aquí con los nombres de toda la “familia artística” de este encantador filme que ofrece alguna sorpresa adicional: un Cameo del multifacético y talentoso Daniel Hendler. Toda una garantía y que pareciera darle su aval a este filme de Inés Braun(***), a quien le deseamos una continuación exitosa. En serio.


Hernando Harb


(*) Director nacido en Alemania, de origen judío, quien dirigió grandes clásicos. “La Ronda” es uno de ellos, con un reparto de notables actores y actrices. “Lola Montes” fue su última obra maestra, casi no concluida, con Peter Ustinov como un domador contando la historia de una célebre mujer y sus amoríos, una sorprendente Martine Carol, encerrada en una jaula en el centro de la pista bajo una carpa circense. Nació en 1902 y falleció en 1953.

(**) Realizador francés, más popular como “descubridor de Brigitte Bardot que por títulos eróticos. En su versión de “La Ronda” hay un episodio destacable: el protagonizado por su entonces esposa Jane Fonda y el eterno Jean-Claude Brialy. Nació en 1928 y murió en el año 2000.

(***) Su primer filme data de 2002 “Bajo figuras” y el segundo de 2002 “El pasador y la claquetista”. De ambas fue también guionista. Trabajó en dos oportunidades como asistente de dirección, la mñás destacada fue “La mujer rota (2005), dirigida por Sebastián Faena.

ADMIRAL de Andrey Kravchuck (Rusia 2009) - Hernando Harb

en 15:35





















ADMIRAL

de Andrey Kravchuck


Traducción al español: “El Almirante”

Rusia 2008/9

Hablada en ruso y francés

Género: Histórico/Romántico

Dirección: Andrey Kravchuck

Guionistas: Zoya Kudrya – Vladimir Valutsky

Fotografía en technicolor

Intérpretes: Liza Boyarskay (Ana) – Konstantin Khabensy (Alexander) – Sergei Bezrukov (Gral Kappel) – Richard Bohringer (Gral. Zhannen) –Viktor Verzhbitskiy (Kerenskiy) –Nikolai Burlayev (Nicolás II)

Estrenada en Rusia: 9 de octubre de 2008

No estrenada en la Argentina

Duración original: 124’

Distribuida en la Argentina en DVD: Enero de 2009

Duración del DVD: 98’

Calificación: Sólo para mayores de 15 años


El cine, era inevitable, también se globalizó. Lo demuestran unas cuantas películas policiales distribuidas en video con persecuciones, tiroteos, malos y buenos vigilantes del orden, antihéroes reivindicatorios y demás arquetipicidades.

Este filme está basado en la vida del marino Alexander Kolchack (1874-1920) desde su triunfo contra los alemanes hasta su tenaz lucha contra los bolcheviques con el objetivo de restaurar el Estado Ruso. De su vida anterior no se dan datos.

Es una auténtica superproducción (se invirtieron casi 20 millones de dólares, demostrables en la fastuosidad de interiores y en la cantidad de extras en las escenas en Siberia), dio origen a una serie televisiva de éxito mayor al alcanzado por el filme en su país de origen.

Para el espectador occidental hay que aclararle que se trata de un filme promilitarista (no hay un civil elogiado a lo largo de la extensa trama), antibolchevique (o es más, contrario a la Revolución Rusa) y con un maniqueísmo en la descripción de los personajes excesivo. Se podría decir que parece un “Doctor Zhivago” (1965, del admirable David Lean) que, es casi seguro, hubiera mortificado al escritor Boris Pasternak. Laureado con el Nobel de Literatura.

Claro, Andrey Kravchuck no merece comparárselo con el director inglés, es apenas un discreto acatador de órdenes de la Mosfilm que tiene en su filmografía apenas un título como “El pequeño Vanya” (2005), un clásico catálogo de penurias infantiles con mucha nieve a la que son afectos los rusos.

La acción de “Admiral” se inicia con una minuciosa descripción de una nave rusa al mando de Kolchack combatiendo a los alemanes, quienes está a punto de vencer sino fuera por una mina que le estalla en el momento justo, previos rezos de la tripulación rusa. De paso aclaremos que el filme es marcadamente católico, hasta hay menciones de versículos completos, referencias a santos y casi todos, desde el Nicolás II hasta el marinero más infortunado se persignan.

El héroe ascenderá a almirante por su vehemente lucha contra los invasores y luego será elegido Gobernante Supremo del Estado Ruso, en la ciudad libre de Omsk, luego de la revolución de octubre.

Paralelamente se nos contarán sus desventuras amorosas con la hermosa Ana. Ambos son casados, menos mal que sus respectivos cónyuges son comprensivos y comprenden la situación sentimental que nunca se concreta (al menos ante las cámaras, y nunca se pasa de un besamanos salvo un beso en los labios interrumpido por una estampida de los insurgentes revolucionarios).

Los franceses y checos no quedan bien parados. Al menos se los ve diplomáticamente titubeantes. En especial el general Janin, un flacucho francés que transcurre su vida en meditaciones acerca de si debe proceder a ayudar o retornar a su lugar de origen. Los rebeldes contra el imperio zarista son absolutamente malos, y lo demuestran en una escena –eso sí, cinematográficamente muy bien resuelta- donde matan a militares de toda graduación y los dejan como pájaros negros tendidos en un manto de inmensa blancura como estupendo contraste fotográfico, hay que reconocerlo con disculpas de las ideologías-. Las mujeres rusas que se ven este “Admiral” son sufridas esposas de uniformados. A excepción de Ana, la enamorada fiel del heroico Alexander, que se alista como enfermera de la Cruz Roja para seguir de cerca la campaña combativa de su amado. De pobres gentes, ni sus sombras. Hay, es verdad, una turba dispuesta a huir hacia donde sea con tal de no caer en las garras de los revolucionarios.

Seamos claros, quien escribe estas líneas es un reconocedor de las injusticias cometidas a partir de 1917 y de los manejos maquiavélicos que torcieron el rumbo de la Revolución Rusa,

pero eso no admite negar la extrema subjetividad de los guionistas y productores de esta megaproducción que luego fue trasladada como seria a la televisión rusa y adláteres.

Lo rescatable del filme es su extremadamente bella fotografía, la esplendidez del vestuario (digno de algún filme de King Vidor) y la actuación de Konstantin Khabensy, quien -es evidente- se esfuerza por mantener un equilibrio para no caer en la figura del héroe de cine en tridimensional.

Como curiosidad está el prólogo de la película, ubicado en 1965, donde conversan el director de la película y sus técnicos con los actores vestidos con sus trajes de época. La intención reside en la presencia de una supuesta Ana observando el rodaje de su odisea romántica con el almirante. Dos enormes ojos contemplan los pormenores de la filmación, y se reiteran al cierre, en una escena donde el vals y el romanticismo tienen algún viso modesto recogido de una página de Tolstoi.

Párrafo aparte merece la caracterización de Kerenskiy (el actor Viktor Verzhbitskycasting) y el esforzado misticismo que demuestra Nikolai Burlayek es un error de para su breve aparición como Nicolás II. Seguro que no son merecedores de la bendición de la crítica.


Hernando Harb

SNACK BAR BUDAPEST de Tinto Brass - Arnaldo H.Corazza

en 7:43











SNACK BAR BUDAPEST de Tinto Brass 1

Director: Tinto Brass
Intérpretes: Giancarlo Giannini, Philippe Léotard, Sylvie Orcier, Raffaella Baracchi

Título en VO: Snack Bar Budapest

País: Italia
Año: 1988.
Duración: 98 min.

Clasificación: Mayores 18 años
Género:
Drama
Color o en B/N: Color
Guión: Tinto Brass

Montaje: Tinto Brass



Avoccato,un abogado de poca monta lleva a su
novia Milena a una clínica abortiva.Para poder pagar,el otro novio de Milena,Sapo le recomienda unirse a la banda de Molecula,un gangster-proxeneta que de 19 años que pretende montar un casino.Para ello se propone desalojar a los vecinos aterrorizándolos.

El film data de 1988, o sea que tiene mas de 20 años, y el erotismo de Tinto Brass ya no surte demasiados efectos en la actualidad. El cine provocativo de Brass de la decada del 70 ya no conmueve como en años pasados. Sin embargo, no hay ninguna duda, que este Director Italiano sabe filmar, logar los climas delirantes, sexuales, y hasta fantasmales, como nadie. No es un cine despreciable el de Tinto Brass, hay que ubicarlo en su tiempo, y podemos afirmar que fue un vanguardista. El guion de este film, no es demasiado consistente, mas alla del delirio que nos propone. La actuacion de Giancarlo Giannini es solo correcta, y pareciera no encontrarse demasiado comodo en al estilo de Brass.
Vale la pena verla, encontrarse con un realizador un poco olvidado, y encontrar sus virtudes.


Puntos de 1 a 5: 3 puntos

ARNALDO H.CORAZZA

1.- Tras iniciarse en cine como ayudante de los hermanos Paolo y Vittorio Taviani, Federico Fellini y Roberto Rossellini, desarrolló durante los años 1960 y 1970 un estilo sumamente personal y vanguardista, que le llevaría en los años 80 a realizar un cine directamente provocador, entre la pornografía y el esteticismo.Fascinado con el erotismo, filmó numerosas obras intimistas, con una fotografía veloz, plena de travellings, montaje rápido y guiones humorísticos y desconcertantes. Su obra más conocida es Calígula, sobre guión de Gore Vidal, escritor de quien ya había rodado otra obra, Salon Kitty. Aunque Tinto Brass abandonó la postproducción de Calígula, insatisfecho con el montaje exigido por la productora, esta película le granjeó fama gracias sobre todo a su tratamiento histórico del sexo en la Roma antigua. Hay que precisar, sin embargo, que las escenas de pornografía hardcore fueron añadidas por el productor Bob Guccione en contra del criterio de Brass y con la ayuda de otro equipo de rodaje.Abandonó luego el cine convencional, dedicándose al género erótico para fustigar lo que considera la hipocresía y censura del cine imperante. Entre sus rasgos característicos está el relieve concedido a los aspectos más crudamente fisiológicos de la existencia; en varias de sus películas se sacrifican animales en cámara. Del mismo modo, las pilosidades femeninas, la excreción y el sexo juegan siempre un papel importante.Los años 90 marcan el comienzo de la decadencia del cine de Brass: el sexo ya no es sino un mero pretexto, hábil reclamo comercial para un público de incondicionales, y sus películas pasan a estrenarse directamente en el formato vídeo fuera de Italia. Fuente Wikipedia

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