CUANDO LOS ÁNGELES CAEN de Roman Polanski - Hernando Harb

lunes, 8 de noviembre de 2010 en 17:40














CUANDO LOS ÁNGELES CAEN

de Roman Polanski


Título original: Gdy Spadaja Z Nieba Anyoli

Polonia, 1959

Dirección y Guión: Roman Polanski

Producción: PWSF

Fotografía (en blanco/negro y en colores): Maciej Kijowski

Ayudante de fotografía: Henryk Kucharski

Decorados: Kazimierz Wisniak – Roman Polanski

Música: Krzysztof Komeda

Intérpretes: Barbara Kwiatkowska (la madre joven) – Andrzej Kondratiuk ( el hijo) – Andrzej Kostenko (un homosexual) - Kuba Goldberg (el empleado)

Estudios: de la Escuela de Lodz

Duración: 22 minutos

Sin exhibirse en la Argentina

El gran director polaco Roman Polansi (1933) tuvo su período polaco, que incluyó trece cortometrajes y un largo. De los primeros, en la Argentina sólo se conoció por “Dos hombres y un armario” (1958, Dwaj Ludzie Z Szasa), exhibido esporádicamente en algún esforzado CineClub o como complemento de un filme dl excelente realizador.

“Cuando los ángeles caen” fue conocido como “Ángeles caídos” en Venezuela para afortunados cinéfilos de los años ’60. En América Latina se lo desconoce, es más, se lo ubica en los libros dedicados al director en puestos incorrectos: se trata del corto número 13 (los supersticiosos abstenerse de comentarios inadecuados).

Es una magnífica película de más de veinte minutos sonde se soslayan los fantasmas que alumbrarían su posterior filmografía aunque su amigo Gérard Branch lo auxiliara con resultados diversos para atenuarlos o sublimarlos.

La historia es escueta, con toques surrealistas que –con la perspectiva implacable del tiempo- pueden tener una explicación casi exacta, a la que contribuye la atribulada vida privada de Polanski.

El decorado es un mingitorio. Es el ámbito de la trama. Es la hora del amanecer, cuando la gente saca la basura a la calle en Lodz. Una anciana trabaja en el urinario público ubicada en una sillita, en un rincón, contemplativa (en apariencia) recibiendo las propinas de los asistentes: un homosexual en busca de relaciones transitorias, un beodo que termina durmiéndose en medio de sus orines, un contable que acaba de relevar a su colega…

La vieja se duerme (¿o alucina?) reviviendo escenas de su pasado juvenil, las que son presentadas en colores como contraste del presente en deprimente blanco y negro.

Ha tenido un amor con un soldado que está obligado a partir. La relación se limita púdicamente a mostrar un apasionado abrazo cerca de un lago. Luego aparecerá su hijo, quien marchará a la guerra (otra batalla, otro enemigo reiterado) y una seguidilla de bombardeos que el color hace aparecer como luces brillantes que incendian cuerpos invisibles.

De pronto algo interrumpe el sueno de la portera: la rotura de un vidrio del techo. Por la abertura cae un ángel…

Polanski impregna su contundente corto de sus obsesiones que lo acompañarán a lo largo de su vida/filmografía y de las que no podrá desprenderse como un karma que se adhiere en su interior.

Están los decorados cerrados, como los baños que se pueden descubrir en “El inquilino” (1976, “Le locataire”) en el atisbo voyeurístico del esquizofrénico en la ventana de enfrente (un baño de hombres) , en la relación dormitorio-baño de “El bebé de Rosemary” (1968, “Rosemary’s Baby” o “La semilla del diablo”), repetida en “Repulsión” (1965, “Repulsion”) y en la búsqueda de la desnuda protagonista de “¿Qué?” (1972, “What?”). También esos departamentos o casas que esconden secretos o parecen laberintos, de los que los seres apenas evaden sin ser marcados de cierta manera (hasta con el sello demoníaco). Y el agua, y las alucinaciones en formas de sueños, y los “alter ego” con los que uno puede fundirse de un solo modo: siendo derrotado o corporizándose en y con él. Todas persecuciones que pueden detectarse hasta en la aparente stevensonianaPiratas” (1986) tan incomprendida hasta por el jurado de Cannes y confundida como una aventura naïf.

Nada en casual en la obra de Polanski, que oficia el rol catártico que le permite sobrevivir a su vida y a sus tribulaciones. En la aventura, o en el drama, en el Neptuno o en la casa de gárgolas, en medio del baile de muertos-vivos o en el ángel que cae en el mingitorio público de esta obra maestra (de 1959) como símbolo de muerte/paz ante tanta guerra, ante tanta incomprensión, ante tanta letra injusta que domina el mundo…

Es la pequeña obra de un potente director. Es el anunció de lo que vendrá. Pero, admirado Polanski no es cuestión de inmolarse así nomás. Está el cine, ese refugio que nos hace tan valientes y que repelen a demonios, y agradecen a los ángeles salvadores de las agresiones de la realidad, ese existir que no puede destronar al mágico ojo de la cámara que la registra para deformarla. Porque es así, y no hay otra manera.

Hernando Harb

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