ENTREVISTA A TINTO BRASS - Hernando Harb

sábado, 9 de octubre de 2010 en 16:00





















ENTREVISTA A TINTO BRASS


(El siguiente es un reportaje realizado en Roma, Italia, al director Tinto Brass. Fue extraído del estupendo folleto que acompaña al DVD del film “Las perversiones de Livia”, que se ofrece en una versión sin cortes y en una copia de calidad infrecuente. El sello distribuidor, con cuya aprobación transcribimos la entrevista, es SBP S.A.)

Periodista: Se licenció en Derecho. ¿De ahí le viene ese gusto por transgredir la ley?

Tinto Brass: De ahí me viene, en efecto, la atracción por la ley el deseo de transgredirla. No me ocurre sólo a mí: se dice que fue el mismo el que hizo la ley y la trampa.

P.: Su primera película se titulaba “El que trabaja está perdido”. ¿También en Italia se hace lo que se puede para eludir ese extravío?

T.B.: En este caso es, como si dijéramos, un título-protesta, porque el título original y casi la película entera, fueron masacrados por la censura. Pero sí, el que trabaja está perdido, más o menos según la calidad del trabajo que uno tenga.

P.: En 1976 inicia, con “Salón Kitty”, su obsesión por el cine erótico. ¿Cómo le ha dado por ahí?

T.B.: Descubrí lo mucho y bien que puede utilizarse el sexo, el erotismo, como parábola de comprensión fácil y accesible.

P.: ¿No es el director de cine erótico, y casi todos lo son hoy, un voyeur de lujo? No todos los mirones tienen el privilegio de fabricar lo que quieren ver.

T.B.: Sí. Pero no es una culpa, el mismo cine nació como un fenómeno voyeurístico. El director es, en todo caso, un voyeur generoso: comparte lo que ve con los espectadores.

P:. Con “Calígula” se pasó usted mucho. Desde entonces arrastra la fama de criatura tórrida y crepuscular. ¿Qué tiene que decir a eso?

T.B.: Que yo no voy al escándalo; es el escándalo el que viene a mí. Es decir, que sólo pueden escandalizarse con mis películas los escandalosos, aunque, por lo demás, toda novedad produce algún escándalo. Ahora bien, entre el “Calígula” que yo rodé y el que vio el público hay, tras lo mucho que se ensañó con él la censura, la misma diferencia que entre el Coliseo de sus mejores tiempos y el montón de ruinas que es ahora.

P.: ¿Qué opinión le mereció el caso Lewinsky?

T.B.: Adoro a Clinton y a Lewinsky: son fabulosos. Que en ese Salón Oval se jadeara en vez de idear guerras o el modo de machacar al adversario me enternece.

P.: ¿Haría una película con eso?

T.B.: Creo que ya la he hecho: en “L’Uomo che guarda” está la escena del puro que, al parecer, ha protagonizado Bill y Mónica. No me extrañaría nada que Clinton se haya inspirado en mi película, ya sabe que la Naturaleza imita al Arte con frecuencia.

P.: ¿Tiene alguna preferencia entre Bill y Mónica?

T.B.: Sí, sí. Mónica me gusta mucho: buenas formas, desinhibición, sentido de la fantasía…

P.: ¿Y qué tipo de sexualidad cree que gasta el fiscal Starr?

T.B.: Una sexualidad perversa. Debe de ser, además, un gran masturbador y aficionado a la fusta.

P.: Ajá. “Monella”, su última película, es de los más obsecilla también ¿no?

T.B.: No: es cándida, inocente… O, cuando menos, no es pornográfica. Aunque no tengo nada contra la pornografía, creo que ésta provoca la erección, en tanto que el erotismo provoca la emoción.

P.: ¿”Monella” también es una parábola o, sin más, lo que hay?

T.B.: Claro, una parábola sobre la alegría de vivir. La vida no es sólo sufrir: es sexo, comida, colores…

P.: ¡Cómo se las arregla para convencer a sus actrices de que hagan las cosas que les manda hacer?

T.B.: Hago con ellas una actuación: la prueba de la moneda. Convoca a la actriz para que venga vestida con falda pero sin ropa interior, tiro al suelo una moneda y le pido que la recoja. Según el modo de agacharse, calibro cuál es su sentido de pudor, y si tiene mucho, lógicamente, no me vale.


HERNANDO HARB

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