DO YO LIKE HITCHCOCK? O ¿TI PIACE HITCHCOCK?- Hernando Harb

martes, 19 de octubre de 2010 en 14:43






















DO YO LIKE HITCHCOCK? O

¿TI PIACE HITCHCOCK? (*)


Origen: Italia/España, 2005

Género: Suspenso

Hablada en italiano

Dirección: Dario Argento

Guión: Dario Argento y Franco Ferrini

Producción ejecutiva: Claudio Argento

Música: Pino Donaggio

Fotografía en colores: Frederic Fasaro

Montaje: Walter Fasaro

Intérpretes: Elio Germano (Giulio) –Elisabetta Rocchetti (Sasha) – Chiara Conti (Federica) – Cristina Bondo (Ariane) – Iván Morales (Andrea) – Elena María Bellini (Madre de Giulio)

Duración: 93’

Calificación: Sólo para mayores de 16 años


Es un filme-sorpresa. No se podía esperar otra cosa de Dario Argento (italiano, nacido en 1940, fanático del género de terror, creador de un estilo). Está filmado para las televisiones italiana y española. En algunos países se estrenó en salas comerciales.

Es un entretenimiento imperdible. Desde los títulos. O antes, en el prólogo: Giulio, un niño de antejos en bicicleta sigue a una aldeana que va al encuentro de otra hacia una casa de piedra abandonada. El chico mira por la ventana un principio de rito vudú con un gordo gallo blanco. Es el principio de un trauma que originará su afición por el cine de… suspenso.

Pasan varios años, los suficientes como para que Giulio tenga fogosas relaciones con su hermosa novia en su departamento con paredes repletas de afiches de filmes de Hitchcock (el homenajeado por Argento/Giulio).

En la presentación de los títulos el fondo es la enorme casona con la sombra de Norman Bates en el inolvidable blanco y negro.

Giulio vive en un departamento que le permite visualizar todo lo que sucede en los departamentos de enfrente, cual James Stewart en “La ventana indiscreta”. Es un mirón con largavistas. Mira y escucha a sus vecinos de la vereda de la otra esquina. Sobre todo las discusiones de Sasha con su madre, una vieja llena de dinero, unidas por el odio.

Giulio estudia cine: se especializa en el expresionismo alemán (Murnau y sus fantasmas, los rechazos sollozantes de Nosferatu ante la luz del día). Concurre al video del barrio y ve a una cliente conocida: es Sasha que alquila “Extraños en el tren”, previa discusión con la rubia Federika que la quiere llevar, se hacen amigas, son admiradoras del “máster” del suspenso y se turnan en llevar el filme basado en la novela de Patricia Highsmith que habla de un intercambio de crímenes en sociedad para despistar a la policía.

Giulio es muy imaginativo. Casi paranoico (esa vitalidad que disfrutamos sufriendo muchos cinéfilos para comprender y re-descubrir la realidad circundante) sospecha un pacto entre las muchachas (recordar su trauma ritual campestre de la infancia).

La madre de Sasha es asesinada. Giulio deduce: las dos jóvenes han hecho un “Pacto siniestro” (tipo Farley Granger-Robert Walker), con insinuación homosexual incluida -era inevitable-. Se lo comunica a su novia (una Grace Kelly de pelo negro y menos elegante), quien lo tilda de psicótico, pero luego se convence de que su imaginación es confiable.

El homenaje a don Alfred está en camino.

Argento ofrece un festín aludiendo a filmes de su admirado colega inglés y copia motivaciones escenas y angulares hasta el delirio para gratificación de los espectadores adictos conmovidos.

Así desfilan el la pierna enyesada de Stewart con sus binoculares, la novia cómplice subiendo hasta el departamento de enfrente justo cuando arriba el (o la) asesina, las alusiones a “Crimen perfecto”, el fantasmal ser disfrazado (Brigitte Fossey)de gato en las terrazas de Mónaco en “Para atrapar al ladrón”, los mareos desde las alturas de “Vértigo”, las pelucas de Bates/Perkins recogidas por una mendiga, y así hasta agotar los filmes más famosos de Hitchcock, incluida “Marnie”.

En fin, un placer para cinéfilos.

Las advertencias se imponen: los desconocedores de tan prestigiosos antecedentes no dejarán de seguir el filme mordiéndose las uñas hasta un final decorado con las obsesiones de Argento: gárgolas que atemorizan desde edificios cohabitando con dragones y crucifijos redentores. Pero por sobre todo este estilo argentiano inconfundible: la cámara como ojo que ilumina la acción, la cámara es la mirada que sigue la acción, a medias, confusamente, cubierta por tules impertinentes de un viento cómplice e imprevisible. O sea el espectador es el ojo que ve a medias, hasta donde su alcance visual le permite, hasta donde le permitan las sombras o esa odiada oscuridad obstaculizante. O el miedo represor le impida continuar en su labor de voyeur libidinoso, naïf, curioso o detectivescamente puritano.

El filme es un homenaje sobresaliente a Alfred Hirchcock. Pero con el sello del aún no suficienteme admirado director de “El gato de las nueve colas” (1971), o de la surrealista “Suspiria” (1977) o del segmento de “Los ojos del diablo” (1990, con Harvey Kittel y los maullidos de un gato facilitado por Poe).

No se la pierdan. Es un entretenimiento digno de amantes del cine,

Eso sí, la hermosa banda musical de Pio Donaggio no alcanza las cimas del gran Bernard Hermann. Se le disculpa. No todo es posible en el mundo del misterio del cine.


Hernando Harb


(*) En la Argentina, el filme no se estrenó, pero sí se distribuyó en una excelente copia bajo el increíble título de “Obsesión de sangre” y con la insólita aclaración en la portada de que es el primer filme de Dario Argento en el que el asesino usa guantes blancos en lugar de los clásicos negros. Se han conocido disparates mayores.

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