MURIÓ UN PEQUEÑO HÁBIL ARTESANO ARTHUR PENN - Hernando Harb

jueves, 30 de septiembre de 2010 en 16:23














MURIÓ UN PEQUEÑO HÁBIL ARTESANO

ARTHUR PENN


El martes 28 de septiembre falleció Arthur Penn a los 88 años (nació en Filadelfia, 1972) de un ataque cardíaco. Se lo recordará como el director de “Bonnie & Clyde” y el resto de su filmografía quedará sepultada en el olvido, menos en el recuerdo de eruditos cinéfilos.

Muy joven, finalizados sus estudios intentó hacer teatro, donde tuvo intentos fallidos que recopilarán los archiveros de cinematecas.

No es hasta su movilización durante la Segunda Guerra Mundial cuando se le ofrece la oportunidad al trabar amistad con Fred Coe , hombre clave en su carrera, quien lo introduce en el mundo de la televisión y luego en el del teatro, donde cumple una elogiada carrera entre cuyos éxitos caben destacar las dos piezas de William Gibson, una de las cuales ganadora de un Premio Tony-dará lugar a su segundo filme, “The Miracle Worker” (“Ana de los milagros”, 1962).

Sus películas tienen en común cierto regocijo en mostrar una lucha individual contra el medio social. Individual o social su acción nunca responde a un principio moral o humanitario sino a una exigencia de encontrar una justa relación ya sea con la naturaleza, la sociedad, en definitiva con el mundo que rodea a sus personajes. Esta característica se desprende de haber sido elegido por productores hábiles en enmarcarlo en un marco de violencia en el que un héroe manifieste su rebeldía y el espectador logre una empatía transitoria gracias a la reivindicación de la justicia tardía o de la muerte.

Su primer filme, “The Left Handed Gun” (1958, “El zurdo”), conocido en la Argentina como “Billy the Kid”, el nombre del personaje central, fue un discreto western cuyos hallazgos hay que encontrarlos en la adaptación hecha por Leslie Stevens de una historia escrita por Gore Vidal para la productora Philco Playhouse con el título de “The Death pf Billy the Kid” difundida por NBC en 1955 y en la composición de un Paul Newman que se desprendía del “estilo Brando”. Fue la fracasada investigación de un mito debido a su indecisión de primerizo detectada en los numerosos cortes que impuso la producción.

Luego vendría la mencionada “The Miracle Worker” alabada por la actuación de su protagonista Anne Bancroft y por la inevitable carga de sensiblería contenida en la mutación de la escritora ciega-sordo-muda Hellen Keller, sin olvidar la colaboración de William Gibson. Luego “Mickey One” (1965) dominada por un ascendente ególatra como Warren Beatty dominando los primeros planos significó un fracaso en la carrera de Penn, siempre avalado por sus amistades kennedyanas, confirmadas en 1966 con “The Chase” (La jauría humana”, que mostraba a un sheriff (soberbio Marlon Brando) enfrentando a todo un pueblo para salvar el linchamiento de tres jóvenes inocentes (dos de ellos encarnados por Jane Fonda y Robert Redford), una historia maniqueísta al extremo que ni figuró en la lista de posibles Oscar.

Hasta que un grupo de productores –a cuyo frente estaba Warren Beatty- le propone rodar un guión escrito por un francés llamado François Truffaut, quien debido a las imposiciones de los mandamás se regresó a Francia dispuesto no sólo a no dirigirlo sino que solicita se lo retire de los créditos. El guión del maravilloso integrante de la nouvelle vague cae en manos de Penn, quien se somete a las órdenes de los dueños del capital invertido. Se trataba de la relación entre Bonnie Parker y Clyde Barrow, una pareja de ladrones dedicada al crimen y al robo en la época de la gran depresión.

Se llamó “Bonnie & Clyde” (1967) . Un ejemplo de falta de ética en el mundillo del cine: conservan los quince primeros minutos del autor francés, alteran el resto hasta transformarlo en una de acción con dos héroes al mejor estilo de Robin Hood, y con la imposición de no lastimar la imagen que Beatty estaba “fabricando” para su estrellato: Clyde era un impotente sexual, lo que afearía su calidad de galán, por lo tanto la mecánica industrial se pone en funcionamiento e imagina una escena llena de viento y de música sentimental donde Clyde posee a Bonnie al aire libre (la secuencia aparece cubierta por la primera plana de un diario que el remolino ventoso hace de telón pudoroso). Penn fue un ndébil que aplacó sus ideas políticas y se puso al servicio de la comandancia ejecutiva empresarial. Lo demostró su poco gratificante seguidilla de títulos menores.

Dustin Hoffman salvó la inversión con su labor en “Little Big Man” (“Pequeño gran hombre”, 1970) una imposible reivindicación indígena, “Night Moves” (1975) una insignificante policial con Gene Hackman y la detestable “The Missouri Breaks” con Marlon Brando y Jack Nicholson, cuyos errores deben indagarse en internas entre la producción. Fue un fracaso del que Penn no se recuperó. El episodio fue muy parecido al que vivió con el rodaje de “The train” (“El tren”, 1964) cuando el actor y coproductor Burt Lancaster lo echó literalmente de la filmación y lo reemplazó por John Frankheinmer.

Algunos sectores políticos recordarán a Arthur Penn como consejero de John F. Kennedy en debates contra Richard Nixon. Otros, con una pátina setentista y rémoras de hippies

Preferirán decir que regaló un “Alice´s Restaurante” (“El restaurante de Alicia”, 1969) a toda una juventud perfumada de incienso y vestida con túnicas transgresoras en comunidades viajando a Oriente vaya a saber a encontrar qué ilusiones.

Se fue un artesano, digno cumplidor de las órdenes de comerciantes del cine e imposibilitado de poder trasladar sus ideas libremente a la pantalla. (Es mejor recordarlo como el creador de una secuencia sensacional que se le escapó ala censura de USA: el negro disparando contra la finca confiscada por una entidad bancaria, en “Bonnie & Clyde”, filmada con ese inolvidable rasgo estilístico de la época como eran los tonos cromáticos fanés .)


Hernando Harb

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