EL HOMBRE CON RAYOS X EN LOS OJOS - HERNANDO HARB

martes, 7 de septiembre de 2010 en 19:24













EL HOMBRE CON RAYOS X EN LOS OJOS

Título original: “X –The Man With the X – Ray Eyes”
Origen: EE.UU., 1963
Género: Terror
Dirección: Roger Corman – Oddvar Einarson
Argumento: Ray Russell
Guión: Robert Dillon – Ray Russell
Fotografía en Pathécolor
Estrenada en los EE.UU.: 18 de setiembre de 1963
Estrenada en la Argentina: 1 enero de 1963 (1)
Idioma: inglés
Intérpretes: Ray Milland (Dr. James Xavier) – Diana Van der Vlis (Dra. Diane Fairfax) – Harold Stone (Dr. Sam Brent) – John Hoyth (Dr. William Benson)
Duración original: 80 ‘
Duración en la Argentina: 79’
Distribuida por American Internacional.


Obra maestra del soberbio Roger Corman [un director-creador que no sólo abrevó en las obras de Edgar Allan Poe, sino que recurrió a grandes creadores del terror en la novela y se tomó el tiempo de descubrir artistas hoy famosos y a directores-artesanos hot glorificados por la crítica hollywoodense). Es famoso por rodar sus filmes con bajos presupuestos, usando escenografías a punto de ser demolidas de filmes anteriores propios o ajenos, y en un rodaje que le llevaba apenas dos semanas -o menos- de tiempo.
Este hombre nacido en 1926, ganador de un retrasado Oscar honorífico de a la Academia en 2009, es el creador de esta película cuyo título original es realmente el de una simple “X” (obsérvese que es la primera letra del apellido del protagonista, el oftalmólogo Dr. James Xavier).
Por azares (no creo por selección de calidad) algún canal de cable la incluye en su programación. Esto permite conocer una de las historias de terror más maravillosas que el cine norteamericano ha ofrecido a un público concentrado en malabarismos de espantosos degüellos y salpicaduras de sangre. Corman – con la sugestiva ayuda de Oddvar Einarson- se anima a recrear el dilema al que se enfrenta un oftalmólogo: “El conocimiento es poder”. Ha descubierto una unas gotas para los ojos que le permiten reemplazar a las radiografías y, es más, ir más allá: observar los cuerpos en su desnudez tota, luego penetrar en el interior del cuerpo humano hasta el punto de descubrir la construcción ósea primigenia.
Son unas simples gotas, con efecto acumulativo.
El doctor Xavier llega a ver la ciudad de Nevada o de Las Vegas como armazones a punto de construirse. Es más, sin el uso de anteojos protectores, descubre la deslumbrante esfera del sol, lo que le negará en algún momento vivir en la oscuridad.
Sí, su invento le niega descansar. Detrás de sus párpados está, persecutoria, la luz. Jamás sus ojos descansan. Y el proceso avanza.
El drama del médico se complica con un asunto policial que lo obliga a huir y refugiarse en un circo donde lo explota un farsante, a protegerse en el consultorio fabricado por un explotador que convoca a la gente para ser atendida por un sanador, recurrir a los casinos de Las Vegas para ganar dinero y continuar con sus investigaciones que lo vuelvan a la normalidad, y demás angustias de un periplo en el que lo ayuda una colega que comprende el drama del científico.
El conocimiento puede conducir a cimas impensadas.
Y Xavier lo descubrirá al llegar a un campamento evangelista donde un predicador está repitiendo partes del Evangelio de San Mateo.
Con sus ojos como dos uvas negras de toda negrura se arrastra hasta el conferenciante en una vieja carpa, quien al verlo repite el bíblico “”…si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno”.
Es verdad que el versículo evangélico (San Mateo, 5,6, capítulo 5) se refiera al adulterio, pero Corman se vale de él para epilogar el drama del hombre de ciencia que horrorizado llega a distinguir el Ojo de Dios…
El filme –con la acentuación de su excelente pathécolor- se aproxima a la parábola y confirma de qué manera Corman se ha valido del terror para referirse a Dios, o sea al pecado y a sus manifestaciones. Resulta curioso analizar su filmografía y descubrir que en cada título Dios-Satanás es una dualidad que el hombre debe develar. Un convite que, cine mediante, resulta radiante para el amante del cine.
Corman requirió para el protagónico a su actor favorito, Vincent Price, pero por cuestiones de trabajo tuvo que recurrir al notable Ray Milland -1907-86- (el del Oscar por “Días sin huellas”) y logró un resultado inmejorable. El actor del filme Otto Preminger logra una actuación mayúscula y permite disculpar a la medianía del reparto al que Corman seguramente acudió por motivos presupuestarios.
Lo que interesa es que el nombre de un director de la calidad de Roger Corman sea admirado, aunque más no sea con la bendición de los directivos de algún canal de cable desorientado.
Es una obra imperdible.

(1) En un programa doble se estrenó como se acostumbraba a hacerlo en los años 60’70’ para jolgorio de los aficionados al buen cine y gracias a la ignorancia de los distribuidores de títulos cinemascópicos. Como detalle baste con decir que “Sed de mal” de Orson Welles se estrenó de este modo. Los ejemplos incluyen a obras de importantes de John Huston.

HERNANDO HARB

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