LAGRIMAS DE FELICIDAD de Mitchell Lichtenstein - HERNANDO HARB

domingo, 25 de julio de 2010 en 19:18















LÁGRIMAS DE FELICIDAD

Título original: Happy Thears


Origen: Estados Unidos, 2009

Dirección: Mitchell Lichtenstein

Guión original: Mitchell Lichtenstein

Productor ejecutivo: Mitchell Lichtenstein

Hablada en inglés

Intérpretes: Parker Posey (Jayne) – Demi Moore (Laura) – Rip Torn (Joe) – Ellen Barkin (Shelly) – Christian Camargo (Jackson)

Duración original: 95’

No estrenada en la Argentina.

El amor se cuela en los seres humanos entre los intersticios que nos dejan nuestros egoísmos, odios, debilidades y tentaciones.

Ése es el mensaje de la tercera película del director, actor y guionista Mitchel Lichteinstein, dedicado con fruición al medio de la televisión de EE.UU. Lo transmite con una originalidad que es un festín a la ternura y a la piedad, con esbozos de algunas sonrisas que son un premio la comprensión para los intencionados silencios y mentiras de los personajes, con los que se trampean porque hablar y decir la verdad les resulta insoportable lastimoso.

Dos hermanas deben abandonar sus departamentos de San Francisco para cuidar a Joe, su padre viudo, mujeriego y beodo que habita una destartalada casa en un suburbio de Pittsburg. Primero llega la mayor: una atribulada Laura, madre de dos hijos y casada con un masajista homosexual al que ama. Luego arriba la delirante Jayne: sufre de alucinaciones, es alcohólica, se droga y está casada con un pintor joven, quien padece de una esquizofrenia acentuada por la muerte de su padre, un pintor con dinero.

Un cuadro familia típico de una familia que se desintegra si no fuera porque el recuerdo de una madre une a esos desdichados al límite del estallido sentimental.

Joe es un mujeriego enfermizo, vive con una supuesta enfermera y padece del síndrome de Binswanger, una especie de demencia que lo conduce a la muerte a corto plazo. El debate entre las hijas es inminente: alguna debe hacerse cargo de su cuidado o internarlo en un geriátrico. Todos parecen odiarse. Las carátulas del teatro de la vida se unen para crear un extraño Juno que convida al afecto.

Es necesario no perderse la relación que los personajes mantienen con los objetos: el tapado de la madre fallecida, el pendiente heredado, las botas que cambian de color (son azules o negras según se las mire y depende de la hora), el estetoscopio inútil, el (¿presunto? tesoro enterrado en el jardín protegido por un cerco, el filme preferido por el padre que muestra a un Lon Chaney hablando de tumbas orientales… Todos son medios para que los protagonistas manifiesten sus sentimientos. Cada objeto es utilizado en circunstancias diversas de modos diferentes, casi contradictorios, y algunos son rechazados como los utensilios para comer que descarta la enfermera estafadora que opta por comer con las penas y no esconder sus uñas sucias.

Si al comienzo la historia resulta una avalancha de situaciones absurdas y de diálogos extraños es porque la vida de esta gente es eso: ruido y furia. Pero una caja de té, hecha de madera y con forma de piña, esconde un secreto durante todo el tiempo. Lo que bien puede traducirse como si los humanos tenemos un mensaje que nos hará felices al alcance de nuestras desdichas y no reparamos en él porque estamos atosigados en huir de nuestros sentimientos.

Gran trabajo el de los actores. En especial el de Parker Posey, una actriz surgida de la televisión, capaz de emocionarnos con su Jayne abrumada por imágenes y voces catalizadoras de interrogantes interiores. Pero las palmas se las lleva Ellen Burkin, afeada, espejo del desamor, clavando su mirada en la de otros para pedir una ayuda que tal vez llegue. Aunque se la enviará –como a otros- una mujercita campestre aficionada a tocar la guitarra, a disimular traiciones ajenas y a temerle a los viajes en avión. O sea un ser que no huye porque la necesitan los seres que ella ama y que la recuerdan tal vez muy poco.

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Nota: Mitchell Lichtenstein dirigió su primer filme en 2004, Resurrección, y su segundo, Teeth, en 2004. Ninguno conocido en la Argentina. Es tiempo de que el público nuestro lo conozca y aprecie en su justa dimensión. Es un nombre para retener en la agenda del buen cine.


Hernando Harb

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