KARATE KID de HAROLD ZWART - Hernando Harb

domingo, 4 de julio de 2010 en 17:17











KARATE KID

Título original: Kun Fu Kid, 2010

Origen: EE.UU. – China

Género: Acción

Director: Harold Zwart

Productora: Overbrook Entertainmen/Jerry Weintraub en asociación con China Film Group Corporation

Productor: Jerry Weintraub

Coproductores: Will Smith – Jada Pinkett Smith, entre otros

Sobre una historia original de: Robert Mark Kamen

Música: James Horner

Fotografía en colores: Roger Pratt

Montaje: Joel Negron

Intérpretes: Jaden Smith (Dre) – Jackie Chan (Mr. Han) – Taraji P. Henson (madre de Dre)

Estreno en la Argentina: 1 de julio de 2010

Duración original: 142’

Duración del filme en su estreno en la Argentina: 140’

Duración del video distribuido en la Argentina: Aprox. 110’

Calificación: Apto para todo público


Es una remake de un filme estrenado en 1984 con el mismo título. Bien recibido por toda la crítica, repitió el éxito logrado en su país de origen (EE.UU.). Se filmó una secuela, merecidamente elogiada, tanto como su inspiradora. Parece que en los 80’ no abundaban los comentaristas prejuicios contra las películas de acción inspirada en un ícono juvenil: Bruce Lee. Los tiempos cambian, las críticas se adaptan a complejos mecanismos ideologizantes. Es una pena. ¿Por qué?

Porque esta renovada versión 2010 de la encantadora historia de Robert Mark Kamen que mantiene ese tono que aparenta ser ingenuo y que fue creado por adolescentes necesitados de la alquimia de la fantasía, el honor y el respeto por el prójimo no ha sido respetada por los opinantes de turno, esclavizados por el esquematismo de los efectos tecnológicos y lejanos del perfume oriental y novelesco tan distante de los vuelos galácticos y de los avatares que anuncian el fin del mundo a mediano plazo. No importa. Como diría el casi olvidado pariente del Lobito Bueno: “¡¡¡Bah, doble, triple, bah!!!”.

La realidad se impone. Y los adolescentes (secundados por sus acompañantes de diversas edades) quedarán agradecidos por esta versión revivida por el holandés Harold Zwart con necesarios cambios y un clima aggionardo por imposición del tiempo.

El relato mantiene las coordenadas del primer filme dirigido por John G. Avildsen [el mismo director de Rocky I, dato a tomar en cuenta). Dre Parker (12 años, a diferencia de su predecesor de 16) debe partir de su Detroit original para acompañar por razones laborales a su madre soltera (la siempre acertada Taraji P. Henson). El destino: Beijing.

Como es de prever el desarraigo influye en el taciturno adolescente negro quien encuentra compañía en un rubicundo amigo Harry y, en especial) ante la visión de Mel Yen, una chinita que le sonríe en el parque, habla inglés y es alumna de violín, amén de ser admiradora de Bach. Una pandilla lo acosa por culpa de Cupido. Pertenece a Los Dragones Combatientes, grupito que aprende las malas enseñanzas del kung fu que imparte un despótico profesor cuyo lema es: “Nada de piedad” contra el rival. Le pega al desvalido Dre dos palizas hasta que el portero del edificio sale en su defensa desplegando artes marciales legítimas. Su salvador no es otro que Mr. Han o sea Jackie Chan, acróbata, comediante y policía internacional de medio centenar de filmes.

Está todo dicho. La amistad nace de inmediato, supera diferencias de edad y raciales, y Dre se convierte en el único alumno de king fu (ojo, no de karate como anuncia erróneamente el título local de la película). Y las armas están inspiradas en el respeto por el prójimo y en máximas no por repetidas menos efectivas: “Las mejores peleas son las que se evitan”, por ejemplo.

El resto es un despliegue de clases impartidas en la vivienda del portero, quien guarda en el patio interior un auto que pinta y acondiciona con fervor para destruirlo cada 8 de junio por motivos que no conviene anticipar pero que dan origen a una escena tan emotiva que conmueve en la penumbra de la sala de cine a chicos y grandes.

En síntesis: es un deleite para los preadolescentes, capaces de asimilar que la voluntad es el mejor remedio para luchar contra las pruebas negativas a que nos somete la vida (o sea lo que aprende Rocky Balboa con su viejo manager [el maravilloso Burgués Meredith].

El pequeño Jaden Smith (hijo del actor Will Smith –con quien debutó en la lacrimógena En busca de la felicidad- y de Jada Pinkett Smith, ambos productores de esta versión 2010) tiene más simpatía que el descendente Ralph Macchio, y no resulta difícil pronosticarle un buen futuro. En cuanto a Jackie Chan compone a un profesor que nada tiene que envidiarle al taciturno Pat Morita. Es cuestión de comprobarlo. No se va arrepentir el espectador que se anima a ingresar a este mundo oriental mientras pasea por la Muralla China, el Teatro de las Sombras, las callejuellas que hasta lucen algún retrato de Mao y conocen el Día de San Valentín de Beijing. Es cierto: es una forma de fomentar el turismo. Pero no daña el ropaje de un contenido que se destaca por su amenidad y sana diversión.

Un consejo: aprender el significado del Chi, esa energía interior que a veces no advierten críticos disfrazados de exigentes, que apenas perciben el ring en el que se desenvuelve el torneo final: un enorme yin y yang se complementan como una invitación a una convivencia pacífica. No es tan descabellado.


Hernando Harb

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