EL PRINCIPE DE PERSIA de Mike Newell - HERNANDO HARB

martes, 1 de junio de 2010 en 10:20



















EL PRÍNCIPE DE PERSIA: LAS ARENAS DEL TIEMPO

Título original: Prince of Persia: The Sads of Time

Estados Unidos, 2010

Estreno en la Argentina: jueves 27 de junio

Género: Aventuras

Director: Mike Newell

Productor: Jerry Bruckheimer

Idea: Jerry Bruckheimer

Guión: Doug Miro – Boaz Yakin

Intérpretes: Jake Gyllenhaal (Dastan) – Gemma Artenton (Tamina) – Ben Kingsley (Nizam) – Alfred Molina (Sheik Amar) – Steve Toussaint (seso) – Richard Coyle (Tus)

Calificación: Para todo público

Duración: 114 minutos

Érase una vez… un público infantil y adolescente (acompañado por familiares de diversas edades y parentescos) asistente a mamotretos italianos filmados en techniscope y en radiantes colores, con circos más o menos romanos, sonoras trompetas que anunciaban a Ulises (sin Penélope) peleando con Sansón (lejos de Dalila). No importaba la coherencia histórica. Mucho menos los Libros del Antiguo Testamento. Los datos cronológicos se ignoraban y podían asociarse morrudos luchadores griegos con algún fenicio escapado de alguna página apócrifa, o con Teseo que desconocía la fortaleza del Minotauro y mucho menos la astucia femenina que lo salvaría de laberintos (in)mortales.

Los años 60’ quedaron atrás.

Dieron paso a extraterrestres de toda laya, con ojos empañados y lenguaje repleto de pacifistas promesas dictadas por interplanetarios cultores de la amistad.

Los ’80 se volatilizaron.

Con dientes filosos, hipodérmicas destrezas y sangre a raudalos los espectadores (de edades varias) pasaron a disfrutar de la imaginería de una Transilvania con colores prestados por los hermanos de la Casa Hammer. O –para el caso es lo mismo- muertos vivos engendrados en tumbas texanas haciendo alarde de racismo y canibalismo (el orden no altera la necesidad).

Llegaron los videogames amparados por la globalización técnica. Y en los barrios del orbe un variado público se dedicó a esas aventuras capaces de negar la originalidad y empecinarse en negar estilos, desconocer la diversidad, endiosar la opulencia física de un héroe emergido de una Troya ubicada entre cartagineses y camuflados boinas negras (la lógica es lo de menos). Eso sí, varios monstruos amenizaban las tertulias cuasi familiares prodigadas por computadoras servidoras de esperpentos lúdicos.

Era de esperar. Como la espiral de Toynbee la historia se repite sin respetuosa circularidad. Y productores de cine, que llenaron sus alforjas con tesoros prestados por piratas caribeños (presididos por un Johnny Depp, contratado en los momentos en que Tim Burton escribía otro guión), descubrieron el filón.

Y nacieron héroes como este Rey de Persia (hoy Irán, dato nada menor) que des-anima Jake Gyllenhaal, de quien sólo puede decirse (en este caso) que sus ojos iguales a los de Maggie –su hermana y actriz- no concuerdan con esa apariencia pr0ducto de esteroides y de ejercicios facilitadas por dobles puntuales.

La historia de este Rey de… es casi la misma que la original. Huérfano adoptado por un rey que lo educa junto a dos hijos sin imaginar que le espera la muerte a manos de un miembro familiar. Porque Sharaman (tal el nombre de S.M.) es asesinado por su hermano, un Nizam hamletiano (pero sin consorte adúltera y con esfinges pronosticadoras). El acusado es Dastan/Jake, capaz de enamorar a la princesa Tamina y descubrir el motivo del deicidio: “Arenas del Tiempo”, daga muy filosa que permite no sólo retroceder en el tiempo y modificar disgustos, sino que en manos indignas puede terminar con el mismísimo mundo. Una exageración.

El videogame se pone en marcha. Cuando la pareja inicia una escapatoria por confines nada envidiables. Menos mal que la princesa conoce el manejo del filoso instrumento. Sabiduría femenina al servicio de jugadores del siglo XXI.

Lo que no se pone en marcha es el filme. La culpa no sólo es de los adaptadores, también es compartida por Mike Nerwell –un artesano que se lanzó a popularidad con Cuatro bodas y un funeral-, cuya ineptitud es fácilmente demostrable. Sobre todo en las escenas finales.

El reparto incluye a Ben Kingsley y a Alfred Molina, un par de actores muy buenos que se han (mal) acostumbrado a servir a un roto como a un descosido. Después dicen que el dinero no puede todo…

Érase una vez… que los jóvenes entrampados en el universo de un videojuego se rebelaron al descubrir un par de libros escritos por un ciego llamado Homero. Después vendría Shakespeare y el arrepentimiento por perder el tiempo con las bondades ofrecidas por Internet.


HERNANDO HARB

0 comentarios

Publicar un comentario

Cine Club | Powered by Blogger | Entries (RSS) | Comments (RSS) | Designed by MB Web Design | XML Coded By Cahayabiru.com