EL ÚLTIMO ENCUENTRO de Sándor Marai-Arnaldo H.Corazza

lunes, 29 de junio de 2009 en 8:07













EL ÚLTIMO ENCUENTRO
de Sándor Marai


Ficha técnico artística


Autoría: Sándor Márai
Actuan: Hilda Bernard, Fernando Heredia, Duilio Marzio
Producción general: Juan M. de Urquiza, Isabel Majdalani
Dirección: Gabriela Izcovich

El último encuentro es la obra del húngaro Sandor Marai, que protagonizan Duillo Marzio, Fernando Heredia e Hilda Bernard, bajo la dirección de Gabriela Itzcovich, en la sala Teatro la Comedia sito en Rodríguez Peña 1062 de Buenos Aires (www.teatrolacomedia.com.ar) . Dos amigos que transcurrieron su vida juntos en su juventud, se reunen después de cuarenta años para develar un misterio que los separa. En ella el autor húngaro rescata el valor de la amistad por encima de todas las diferencias. Una puesta convencional, pero intimista, resalta los valores de la pieza. Excelentes actuaciones de Duilio Marzio (86 años), Fernando Heredia (85 años), e Hilda Bernard (89 años), que ponen de manifiesto no solo su talento sino su pasión por el Teatro, que no se diluye por el transcurso de los años. Recomendamos a nuestro amigos que vayan a verla.

Puntos de 1 a 5: 4 puntos

HOMENAJE A FEDERICO FELLINI

martes, 16 de junio de 2009 en 11:11







Homenaje a Federico Fellini

Después de colaborar en los guiones de varios films de Roberto Rossellini: Roma, cittá aperta ("Roma, ciudad abierta", 1945), Paisá ("Camarada", 1946) y L´amore ("El amor", 1948); y debutar en la dirección junto a Alberto Lattuada con Luces de variedades en 1950, su primera película en solitario como realizador fue Lo Sceicco Bianco ("El jeque blanco", 1951) protagonizada por el cómico Alberto Sordi y escrita por Michelangelo Antonioni y Ennio Flaiano. Durante el rodaje de esta comedia entre satírica y burlesca con ecos del omnipresente neorrealismo de la época, Fellini conoció a Nino Rota, el músico que lo seguiría por el resto de su carrera.

Además de dirigir y escribir películas, en sus inicios también escribió guiones para la radio y secuencias cómicas para actores conocidos como Aldo Fabrizi. Fellini también produjo varios dibujos (principalmente en lápiz sobre papel), a menudo retratos cómicos, siendo así como el joven Fellini conoció el cine: su primer éxito fue como dibujante publicitario para películas.

Avanguardista durante el Fascismo, sus primeras obras fueron para la Alleanza Cinematográfica Italiana (ACI), una compañía productora de Vittorio Mussolini, hijo de Benito Mussolini, a través del cual conoció a Roberto Rossellini.

En 1944, tras la caída del Fascismo en una Roma apenas liberada de las tropas armadas, abrió una tienda de retratos y caricaturas, "The Funny Face Shop". El mismo año comenzó su contribución a la película más emblemática del cine italiano de posguerra: Roma Città Aperta ("Roma ciudad abierta"). Fellini también escribió guiones para otros directores reconocidos como Alberto Lattuada ("Sin piedad", "El molino del Po"), Pietro Germi (En nombre de la ley", "La ciudad se defiende") y Luigi Comencini.

La actriz Giulietta Masina con quien Fellini se había casado en 1943, se convirtió en su musa absoluta y en el personaje físico y sobre todo emocional que fascinó al público de medio mundo en títulos dorados del cine italiano como Almas sin conciencia, Las Noches de Cabiria, La Strada, Giulietta de los espíritus o Ginger y Fred. Otro actor que aparece constantemente en sus filmes es Marcello Mastroianni, quien estudiaba el arte de la actuación en la misma escuela que Massina, y que fue gran amigo del director. De hecho, Mastroianni aparece en algunas de sus películas más importantes, siempre interpretando el papel principal (entre ellas La Dolce Vita y Ocho y medio). Fellini trabajó también con actores como Anita Ekberg, a quien lanzó a la fama, Sandra Milo, los ya citados Sordi y Fabrizi, Anouk Aimée, Claudia Cardinale, Richard Basehart, Sylva Koscina, Freddie Jones o Roberto Benigni.

Los guionistas con los que siempre trabajó (Bernardo Zapponni por ejemplo), lograron encontrar el modo de aunar diálogos y estructuras a la plasticidad, expresividad y enorme personalidad cinematográfica de Fellini (presente en la narrativa, encuadres, temáticas sobre lo onírico, el patetismo, la crueldad, la felicidad, la desolación, lo diferente, lo extravagante, la provocación, el humor, la farándula, lo mediterráneo...), y todo ello llega a desbordar rabiosamente la gran mayoría de sus películas.

Hay tres momentos en la filmografía de este director: Sus inicios, en constante coqueteo con la corriente neorrealista predominante en el cine italiano de los 40 y 50, y en aras de encontrar un estilo propio que le definiera como creador (de "El jeque blanco" a "Almas sin conciencia" pasando por la estupenda "Los inútiles" (I vitelloni, 1953); la resonancia internacional y conquista de las taquillas de todo el mundo, Óscar incluidos ("La strada", "Las noches de Cabiria", "La dolce vita", "Julietta de los espíritus, "El Satiricón", "Casanova" y "Amarcord"); y la época de madurez, marcada por su distanciamiento con la crítica y por su pérdida de rentabilidad masiva de cara al mercado coincidiendo con dos acontecimientos clave: al final de la supremacía de los grandes estudios estadounidenses y europeos, y el relevo generacional tan rupturista como radical que se produce en los primeros años 70 en medio mundo se une ahora el auge de la TV como motor del ocio diario de la gran mayoría del público, acompañada de la fabricación de un nuevo invento que cambia el concepto de la industria del cine predominante hasta entonces: el vídeo doméstico.

También ahora, la superación del cine de estructura clásica perjudica la carrera del cineasta ya que, paradójicamente, es ahora cuando el maestro italiano se vuelve -al menos aparentemente- más convencional en sus propuestas y, no nos engañemos, su cine <> en aras de las nuevas corrientes del cine del viejo continente (el thriller de Jean Pierre Melville, el clasicismo filosófico de François Truffaut, el compromiso político de Pier Paolo Pasolini, las innovaciones estéticas y formales de Bernardo Bertolucci, el lirismo poético y metafísico de Andréi Tarkovski, el auge de los nuevos y jóvenes creadores (Rainer Werner Fassbinder, Wim Wenders, Carlos Saura, Ken Russell, Vilgot Sjöman, Hristo Popov). Sin embargo es, en este momento, cuando Fellini se vuelca en hacer obras más pequeñas y personales, con menor presupuesto pero de encomiable envergadura artística, ya que esta crísis profesional no resta valía a los proyectos que va rodando y estrenando y, ciertamente, cualquier cinéfilo recuerda vivamente I clown ("Los clowns", 1970); Roma de Fellini ("Roma", 1972); Ensayo de orquesta (1979) o E la nave va ("Y la nave va", 1983).


Filmografía
Como director Luci del varietà (Luces de variedades) (1950), codirigida con Alberto Lattuada. Se trata de una comedia sensible y vital sobre la farándula.
Lo sceicco bianco El Sheik / El jeque blanco (1951), fue su debut oficial y en ella aparece Giulietta Massina en un pequeño papel junto a Alberto Sordi. En ella se perciben algunas características luego reconocibles en el director: el tratamiento de la gran urbe de Roma como espectáculo en sí mismo, la contención expresiva de los actores, etc.
I vitelloni (Los inútiles) (1953), segunda comedia de Fellini, esta vez con Sordi y Aldo Fabrizi, convertida hoy día en todo un clásico del cine italiano. Feroz sátira contra la amoralidad de la vida social de la Italia de entonces, se interna en el patetismo y la acidez que más caracterizarán la posterior filmografía del director.
L'amore in città (Amor en la ciudad) (1953) - episodio Una agenzia matrimoniale. En este excelente film de episodios que fluctúan entre el drama y la comedia compartió dirección con Rossellini, y contó con Ugo Tognazzi y Antonio Cifariello, entre otros actores.
La strada (1954). Primera obra maestra del realizador. Anthony Quinn, Giulietta Masina y Richard Basehart quedaron inmortalizados en esta melancólica y triste historia ambientada en el mundo circense, que enamoró al público en su estreno. Poética.
Il bidone (Alma sin conciencia/El Cuentero) (1955). Sin ser un drama negro plenamente neorrealista, sí incluye secuencias propias de esta corriente. En el film, Richard Basehart y Giulietta Massina sobresalen junto a Franco Fabrizi del resto del reparto, y la maestría con que Fellini va abordando cada película se hace palpable para crítica y público.
Le notti di Cabiria (Las noches de Cabiria) (1957). Segundo gran éxito de su director tras "La strada", y segunda obra capital de su carrera. La historia de una prostituta y sus anhelos está servida con una realización y una puesta en escena que rayan la perfección técnica, amén de un guión magníficamente trazado, que hacen de éste uno de los títulos más señeros del genial Fellini. François Perier y la Massina brillan en un film único. Como curiosidad, señalar que otro grande el cine con un universo propio (Bob Fosse) rodó un remake en Hollywood de este film en clave musical de considerable éxito ("Noches en la ciudad", 1968) con Shirley MacLaine, John McMartin y Ricardo Montalbán.
La Dolce Vita (íd.) (1960). La película por excelencia de su director, de cara al gran público, y uno de los títulos más famosos del cine europeo de los 60. Mastroianni como maestro de ceremonias de la alta sociedad romana, en su labor de cronista de sociedad, y la disección que hace Fellini de toda una época, aparte de la conocidísima escena de Anita Ekberg en la Fontana di Trevi han hecho que la cinta adquiera la categoría de mítica. También en el reparto, convence la siempre desaprovechada Yvonne Furneaux.
Boccaccio '70 (1962) - episodio Le tentazioni del dottor Antonio. En esta película de cuatro episodios, homenajeando las historias de Giovanni Boccaccio, trabajó con otros dos impecables cineastas del cine italiano: Vittorio de Sica y Mario Monnicelli, y volvió a dirigir a su amada Anita Ekberg en su primera propuesta rodada en color.
otto e mezzo (8 ½) (1963). Para muchos, su mejor film. Las vicisitudes del rodaje de una película y la desintegración personal del director (magistralmente interpretado por Mastroianni) sirvieron a Fellini para saldar cuentas consigo mismo y con la industria, y para establecer las bases definitivas de su estilo (que ya no abandonará ninguna de sus películas posteriores). Recientemente ha sido elegida como una de las 10 mejores películas italianas de todos los tiempos -junto a por ejemplo, la célebre "Cabiria" de 1914 dirigida por Giovanni Pastrone-.
Giulietta degli spiriti (Giulietta de los espíritus / Julieta de los espíritus) (1965). Sorprendió a la crítica de entonces por el uso del color como elemento expresivo y simbólico -que luego también usaron Ingmar Bergman en "La pasión de Anna" (1969 o R. W. Fassbinder en "Brehmer Frerit" (1974)-. La película contiene una de las mejores interpretaciones de Giulietta Masina -si no la mejor-, en un papel escrito expresamente para ella donde la actriz logra dotar de una amalgama de matices mucho más rica que hasta la fecha a su muy felliniano y eterno personaje de mujer frágil y desamparado frente a un mundo abigarrado, dentro de un guión sencillamente maravilloso, que rindió a los pies del realizador a los críticos de medio mundo. En esta cinta, de menor acogida comercial que sus antecesoras, comienza a introducirse un cripticismo moderado que se hará totalmente patente en el barroquismo de su "Casanova" (1974).
Tre passi nel delirio (1968) - episodio Toby Dammit. Louis Malle y Roger Vadim dirigieron los otros dos episodios de este film ("Historias extraordinarias") basado en relatos de Edgar Allan Poe.
Block-notes di un regista (1969) - TV
Satyricon (Fellini Satyricon) (1969), fue seguramente su mayor triunfo a nivel personal junto a "Amarcord" y a su versión de "Casanova". Todos los egos, genialidades, obsesiones, filosofías y demás cualidades del director están presentes en esta obra, que sigue la célebre obra homónima de Petronio. Metalenguajes e intertextualidad (ahora tan de moda en literatura, ciencias sociales, etc) se dan la mano en un film barroco, visualmente espléndido y muy placentero de ver para todo admirador de una verdadera obra de arte.
I Clowns (1971). Pequeña, sensible y conmovedora cinta que, sin aportar excesivas novedades a la carrera de Fellini, trasluce el amor del cineasta por el mundo circense y por lo que representa para él.
Fellini Roma (Roma) (1972). Excesiva, prolija, repetitiva, y sin embargo un nuevo y lúcido ejercicio de representación simbólica, en este caso en homenaje a una ciudad y sus gentes, un modo de entender la vida, etc. Sociológicamente interesante, Antropología Cultural incluida, la película desborda su argumento.
Amarcord (1973). Probablemente el último film de Fellini de relevancia internacional, Óscar a la mejor película extranjera incluido. El mundo de su infancia, la familia, la clase obrera, la miseria y la mentalidad de la "Italia profunda" (en el buen sentido) se conjugan excepcionalmente en una disertación viva, alegre y colorista, con mucho sentido del humor (el humor felliniano) y el deleite narrativo del que hacía gala.
Casanova (1976). Uno de los hitos en la carrera del realizador. Ambiciosa y arriesgada, pese a contener todo el universo de su creador, adapta de forma libre las célebres memorias del conquistador italiano Giacomo Casanova. Pese a que su éxito en taquilla no fue tal, la cinta desborda cine y sabiduría por los cuatro costados, tiene un considerable derroche de fantasía y quizá ilustra mejor que ninguna otra las obsesiones del gran cineasta sobre la vida y la muerte. Imprescindible.
Prova d'orchestra (Ensayo de orquesta) (1978). Poco conocido pero excelente film agridulce, que anticipa la infinita nostalgia-melancolía-filosofía vital que enmarca "Ginger y Fred". Estimable de verdad.
La città delle donne (La ciudad de las mujeres) (1980). Resultó ser su última colaboración con Marcello Mastroianni como protagonista absoluto, y permanece como uno de los mejores trabajos del cineasta. Se ha escrito mucho sobre la figura femenina en el cine de este director, y no siempre se ha entendido la relación de amor-admiración-misoginia-crueldad tan intensa del gran Federico con ésta. Inolvidables interpretaciones (Mastroianni, Ekberg, Ettore Manni.
E la nave va (Y la nave va) (1983). Ópera, cine de época, toques de surrealismo simbólico y vanguardia visual se entremezclan en la penúltima película del realizador que gozaron los espectadores de cine. Quizá no sea la mejor película de su director, pero revisándola hoy en día, uno percibe la serenidad con la que Fellini convivió durante sus últimos años de vida.
Ginger e Fred (Ginger y Fred) (1986). Obra maestra y punto. Ginger Rogers demandó a Fellini por el título de la cinta, referencia obvia. Inmensos Massina y Mastroianni.
Intervista (Entrevista) (1987). Film documental donde se habla de Fellini y sus películas por gentes que trabajaron con él. Tiene su aquél, pero no es ninguna joya del cine documental.
La voce della luna (La voz de la luna) (1989). Con Roberto Benigni.
Fuente: Wikipedia

Quisiera ser millonario de Danny Boyle-Arnaldo H.Corazza

domingo, 14 de junio de 2009 en 20:29

















Quisiera ser millonario


de Danny Boyle

Título original: Slumdog Millionaire
Dirección: Danny Boyle
Guión: David Hare y Bernhard Schlink
Actores: Dev Patel, Anil Kapoor, Saurabh Shukla y Rajendranath Zutshi
Producción: Christian Colson,François Ivernel, Ivana Mackinnon, Cameron McCracken, Tabrez Noorani, Paul Ritchie, Tessa Ross y Paul Smith
Compañías: Celador Films / Film4
País: Estados Unidos / Reino Unido
Año: 2008
Género: Drama
Duración: 120 min
Idioma: Inglés / Hindú / Urdu

Resumen:

Jamal Malik es un adolescente pobre de Bombay que, tras participar en la versión hindú del programa '¿Quién quiere ser millonario?' y ganarlo, es detenido por la policía, porque los guardianes de la justicia están convencidos de que ha hecho trampa y de que era imposible saberse todas las respuestas. En realidad Jamal se presentó al concurso para demostrar su amor por Latika, una amiga suya que es una gran fan del concurso y con quien podría unir su vida, justo como siempre ha deseado Jamal.

Comentarios:


Es casi un acto de magia que este film haya ganado 8 Oscares de la Academia de Cine Norteamericano. Las opiniones sobre este film son muy dispares, entre quienes la consideran una obra maestra, y los que lo consideran un film menor. Acompaño a estos últimos. Quizás sea una proeza de los distribuidores norteamericanos. Si la hubiera filmado Pino Solanas –seguramente con mas profundidad- y la historia de Jamal transcurrirera en la Villa 21 y participando en Odol pregunta, la hubieran visto 300.000 personas, y no hubiera recibido premio alguno. Para no caer en exageraciones, el film esta correctamente filmado, resulta entretenido, y muestra de manera semi documental la miseria, y la corrupción de Bombay en la India. No profundiza en absoluto sobre las causas y la problematica de esa miseria, haciendo un relato muy bien filmado, aunque para mi gusto demasiado superficial. El baile final, que poco tiene que ver sobre la temática del film, pareciera ser un homenaje al cine norteamericano, porque al final de cuentas, se parece a un film de clase B de esa nacionalidad. Muy pobres las actuaciones, aunque esmeradas, tratándose de actores semiprofesionales. Se puede ver, pero me alarman los premios que ha recibido.


Puntos de 1 a 5: 2 puntos


PRIMAVERA, VERANO, OTOÑO, INVIERO Y OTRA VEZ PRIMAVERA

sábado, 13 de junio de 2009 en 16:52












Fuera de cartel

Filosofía y Arte en un film Coreano

Eduardo Dermardirossian







Ficha técnica

Dirección y guión: Kim Ki-duk.
Países:
Corea del Sur y Alemania.
Año: 2003.
Duración: 103 min.
Género: Drama.
Interpretación: Oh Young-soo (Monje viejo), Kim Jong-ho (Niño monje), Seo Jae-kyung (Chico monje), Kim Young-min (Joven monje), Kim Ki-duk (Monje adulto), Ha Yeo-jin (Chica), Kim Jung-young (Madre de la chica), Ji Dae-Han (Detective Ji), Choi Min (Choi).
Producción: Lee Seung-jae y Karl Baumgartner.
Música: Bark Jee-woong.
Fotografía:
Baek Dong-hyun.
Montaje: Kim Ki-duk.
Dirección artística: Oh Sang-man.
Vestuario: Kim Min-hee.

Un autoconsagrado monje zen y su discípulo viven en una casa que flota en medio del lago. Su contacto con el afuera es una pequeña barca que siempre fondean en la misma orilla, donde hay una robusta puerta sin cerca ni paredes. Para desembarcar atraviesan esa puerta, abriéndola y cerrándola escrupulosamente sin soslayarla nunca, aún cuando podrían hacerlo por uno y otro lado. Una metáfora del alma o un símbolo que los hombres de este lado del mundo no alcanzamos a entender; o quizá una ironía del realizador, Kim Ki-duk. Estoy hablando del filme coreano “Primavera, verano, otoño, invierno... y otra vez primavera”, que recomiendo con ardor a quienes puedan apearse, aunque sea por 103 minutos, del vértigo de sus días.

Dos universos nos presenta esta invención filmográfica del Oriente lejano. Uno, el interior de la casa con los haceres de cada día y el altar donde se venera al Buda; otro, tras la puerta que se yergue en medio del fervor vegetal, la terrenalidad y los anhelos siempre insatisfechos. Aquí (las escenas transcurren casi enteramente en la casa flotante), el hombre de su piel para adentro; ahí, tras la puerta, el deseo, la angustia y el tiempo imperioso.

La vida en sociedad y sus obligadas implicaciones semejan una geometría de círculos concéntricos. Cerca del centro, el yo, la intimidad de cada quien, habitante de su alma, como la casa que flota en el lago donde transcurren las horas y se rinde culto a la prefiguración de la eternidad. Más allá, en los círculos que se apartan del centro como la puerta que nunca es soslayada, el mundo doméstico, las relaciones cercanas y los sentimientos que unas veces nos gratifican y otras veces nos angustian (los hábitos, la cultura, el clan). Y más lejos todavía, en los círculos que se van perdiendo al expandirse, el universo ingobernable.

Quizá el sentido de la metáfora sea este, quizá sea el que publicaron los medios cuando la obra entró en el circuito comercial, no lo sé. ¿Pero qué me impide recrear el filme coreano y darle este valor simbólico? ¿Acaso el arte no es eso, la obra que una vez nacida se libera y cobra vida propia, tal que cada quien la recrea para incorporarla a su propio universo? Y este es, en mi opinión, el mayor mérito del realizador: ofrecerle al público el barro elemental del arte para que haga de él una réplica de su propio mundo. O para que atisbe el tedioso círculo de vidas concéntricas y de muertes que ni Dios puede eludir porque no puede correr más deprisa que el tiempo.

Quizá sea excesivo el paralelo, pero el filme me remonta a la paradoja del tiempo y la distancia que Zenón de Elea enunció hace unos dos mil quinientos años*. En nuestra porfía de medir la vida con la vara sobrehumana merodeamos alrededor de la chanza que aquel griego le gastó a sus contemporáneos y que ahora vuelve con sabor a celuloide de la mano de Kim Ki-duk.

* Aquiles, el más veloz entre los hombres, va a disputar una carrera con la tortuga, el más lento animal. Y para compensar sus diferentes cualidades, le da una ventaja de, digamos, cien metros. Cuando Aquiles corre la distancia que lo separaba de la tortuga, ésta habrá avanzado diez metros. Y cuando Aquiles corre los diez metros, la tortuga estará un metro delante. Corre Aquiles ese metro, pero la tortuga lo aventajará en la décima parte de un metro. Y así hasta el infinito, sin que nunca el veloz Aquiles pueda alcanzar a la morosa tortuga.


Puntos de 1 a 5: 5 puntos

¿QUIEN LE TEME A LA ABUELA AGNES? de Hernando Harb

sábado, 6 de junio de 2009 en 14:36





















¿Quién le teme a la abuela Agnès?





Es una belga de 81 años. Su mirada es una ventana que al abrir sus persianas ilumina con la plácida luz que da el deber cumplido. Agnès Varda, belga de nacimiento, perteneciente a una familia griega, disfrutó de la influencia de su madre francesa, una exquisita mujer que la instruyó en su relación con el arte.

Los argentinos la admiramos en 1981 con su segundo filme (de ficción): “Cleo de 5 a 7” (en blanco y negro) donde introdujo su primera audacia:

Uno de los personajes era un soldado argelino de licencia en París, cuando la dupla De Gaule-Malraux no veía con buenos ojos que el arte galo se refiriera a un conflicto colonizador que parecía no solucionarse.

Varda - en tanto su pareja (el realizador Jacques Demy) se distraía con pnerle musicalidad a Cherburgo y juguetear con el “amor pasión” y la locura del juego (“Fiebre) – se animaba a plantear el fin de la monogamia y el plácido disfrute del amor fuera de los cánones de la época en “La felicidad”. Hizo famoso el planteo conyugal que casi vocalizaba el protagonista: “Un hombre tiene una casita llena de amor que comparte con su esposa y sus hijos. Y de pronto instala otra casita vecina con otra mujer a la que ama tanto como a la primera”. Escandalizó a los pacatos de Occidente.

Y de pronto, la inteligente Agnès casi desapareció de los cines argentinos. Sólo sabíamos de ela a ravés de los integrantes del “nouveau roman” y de sus reportajes junto a Marguerite Duras o al maestroHenri Colpi (“Una larga ausencia”, filme que compartió la Palma de Cannes con “Viridiana”).

De ella las distribuidoras locales ignoraban sus creaciones.

Hasta que un audaz se animó a estrenar “Sin techo ni ley” (1985). Fue un fracaso. Las pantallas ardían con los Stallone y las prédicas made in USA.

La Sala Leopoldo Lugones del San Martín resucitó algún título de la admirada directora llamada en la actualidad “La abuela de la nouvelle vague” laureada con el León de Oro del Festival de Venecia.

Pero se desconocieron sus intentos por conmover a la opinión de los EE.UU. a través de su arte. Varda, con su dignidad y dulce atrevimiento, incursionó en el cine norteamericana al mismo tiempo que colega Jean-Luc Godard revolucionaba con su pequeña cámara en constante movimiento las cales de los barrios negros de los Estados Unidos.

A continuación una reactualización de la tarea cumplida por “la abuela Argés” en el norte de América. Seguramente la levó a cabo con una leve sonrisa giocondesca y los ojos acaramelados con destellos desafiantes.


Hernando Harb

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